Típico patio de escuela zombi. Gritos, muerte y destrucción entre los escombros.
Hace unos días, en uno de los últimos revuelos de la infame muchedumbre política, creo que fue alrededor de la toma de posesión del presidente catalán, el moderador de la sesión indicó a los presentes que se comportaran de una vez porque "aquello estaba pareciendo el patio de un colegio". Lo escuché mientras conducía y recuerdo con claridad cómo la ira me nublo el pensamiento. Malditos ineptos e hijos del demonio, pensé. Igual es el patio del colegio en el que ellos piensan cuando hostigan a la escuela con sus tsunamis burocráticos o recortan los presupuestos escolares y ahogan los intentos de programas pedagógicos necesarios y eficaces.
Deberían saber que ocurre al contrario: con frecuencia, ¡a diario y desde hace años!, pienso que los modelos de comportamiento y de comunicación característicos de nuestros representantes políticos no serían admisibles en un centro escolar del Primaria. Más aún, habitualmente pienso que ni a los niños de infantil les permito buena parte de los comportamientos que ellos exhiben. Queridos políticos, la mentira, el tú más, la falta de asunción de responsabilidades individuales, la descalificación, los gritos, la falta de escucha... no son elementos habituales en los patios de las escuelas; más aún, en ningunas de sus dependencias. En concreto, como maestro de EF, me preocupo con especial preocupación de que el patio de la escuela sea justamente el lugar donde aparezcan aquellos atributos de los que, según lo que vemos cada día, las estrellas de la política nacional adolecen: diálogo, responsabilidad, dignidad y coherencia, respeto escrupuloso.