martes, 19 de junio de 2007

QUITANDO LA SED A PEQUEÑOS SORBOS (DE AGUA SALADA): PINTACODA, EL DESVÍO ANSOTANO, Y LOS QUERIDOS NIÑOS.

Una de las polémicas actuales tiene que ver con la inclusión de Ferrán Adriá, jefe del archiconocido restaurante El Bulli, dentro de uno de los encuentros de arte más famosos importantes del mundo. Unos asienten sobre el contenido artístico del trabajo de este señor, y otros a la cabeza llevan sus manos. Yo creo que cada día somos un poco más tontos. Creo que mientras cada momento haya gente que muere de hambre, a miles, en el mundo (y siempre los habrá), jugar con la comida no es sino el paradigma de la frivolidad.

El viernes pude disfrutar de la compañía de mis compañeros de Pintacoda, grupo de trabajo en torno a la Educación Física. Este año el atletismo ha sido el objeto de análisis; su aplicación óptima en las clases, en concreto. En esta reunión pusimos en común lo realizado, juntamos todo el material elaborado y comentamos cómo habían funcionado algunas sesiones en la escuela. En resumen, y como digo siempre, estar con Alfredo, Quico, Ibón, y Flora, sin olvidar a los ausentes, es un privilegio y una fortuna. Ojalá pudiera escucharles con mayor frecuencia, porque sería mejor maestro.
El sábado, tras algunas extrañas y complicadas peripecias matinales, el coche se desvió ligeramente hasta acabar llegando a Ansó cuando caía la tarde. El sentimiento que allí se genera es uno de los más intensos y especiales que ahora mismo puedo evocar. El olor, ese olor y esos colores. Comencé a pasear observando las calles, tejados, rincones, …, de los que formé parte hace tan poco, en los que ocurrieron tantas cosas. En la panadería, las primeras palabras amigas me recibieron con cariño, diciéndome que me recordaban a menudo, y poniéndome al día de la vida del pueblo. A la salida, ya cargado con el mejor pan del mundo, el inevitable y doloroso acercamiento a la escuela (…), la visita del milano real, nuestro compañero de recreo, el sobrio saludo a la gente mayor, de gesto serio y esforzado, y los niños. No pude ver a todos, pero los que había me recibieron con una alegría que me hace sentir aún feliz, me contaron sus cosas, sus juegos con la barca en el río, las noticias de sus compañeros, sus viajes, las ranas y tritones rescatados, y todos esos asunto que hacen que la vida de un niño feliz sea algo tan fascinante. Tras un buen rato nos despedimos, y emprendí viaje. No sé hacia qué lugar, pero emprendí viaje. A Raúl le dije que se asomara por aquí, que pondría alguna foto de las que nos hicimos, así que le saludo y le envío un gran abrazo.

Y ya en la escuela, los niños han seguido poniendo el color a este papel viejo y aburrido: Sandra, a quien desafortunadamente no doy clase (es una gran persona), me ha hecho un par de regalos por mi cumpleaños. A mi maestro particular leí hace unos meses que cuando alguien te escribe te da el mejor de los regalos, el de ocupar su tiempo, sus pensamientos, sus palabras, en ti. Algo así ha ocurrido; dedicar ese tiempo en esos detalles es un gesto de una gran generosidad, y crea una complicidad y un cariño que hacen por unos instantes a esta profesión la elección más afortunada de una vida.

Y en similar línea de felicidad, Pilar Plana, la maestra de Barbastro a quien di clase de gimnasia, me ha vuelto a escribir. Tras casi cuatro años, Pilar me felicita puntualmente el cumpleaños y las navidades y se interesa por mi vida. Pilar es otra persona de la que tendré que tener siempre bien presente su ejemplo, y reservarle un hueco bien espacioso en el lugar donde habitan los sentimientos de agradecimiento y gratitud.

Y por la tarde he ido de cumpleaños. Más sorpresas, risas, anécdotas, niños jugando y siendo felices.

A pesar de todo, aún se escapa alguna lágrima traicionera.