jueves, 26 de enero de 2006

He pasado buena parte de la tarde jugando con mis alumnos en el frontón. En Educación Física estamos en una Unidad Didáctica relacionada con las raquetas. Espero que lo que aprenden y lo que disfrutan sea un estímulo suficiente para que tengan una nueva opción para jugar, para relacionarse con los compañeros, y para ocupar su tiempo libre.
Además, un padre de un alumno me planteaba unas dudas sobre el comportamiento y la atención en clase de su hijo. Para mí el niño es un gran alumno, disciplinado, con interés, esfuerzo, etc. La cuestión es que en años pasados otros profesores tuvieron alguna queja sobre la atención del niño en clase.
Esto me da pie para pensar en el mayor inconveniente, a mi juicio, de la escuela rural: la poca estabilidad del profesor. Los alumnos no poseen la estabilidad necesaria, sino que todo cambia cada año, el profesor no puede acometer ningún proyecto a medio plazo, porque sabe que no estará allí en el futuro, los padres reciben de profesor opiniones, formas de trabajar, que parten de un criterio ante la escuela y ante la vida totalmente distinto cada año, etc.
A principios de curso intuía dudas en algunas miradas de los padres. Bien pudiera ser mi mentalidad bastante dada a ver algunos de estos fantasmas, pero la cuestión es que me planteo ser padre en un lugar como este y tener que estar expectante cada año para comprobar qué tipo de personaje llega para estar con mi hijo, y educarle (ya que está), durante 9 meses, y el asunto no es para tomarlo a la ligera. A mí me daría mucho miedo.