viernes, 30 de marzo de 2007

LA ALEGRÍA, EN UNA PELÍCULA Y EN UN SALUDO. LA TRISTEZA, EN LA ESPECIE HUMANA.

El miércoles vimos en la escuela La Historia Interminable. Esta película, además, incluye el estímulo de girar en torno a las aventuras que se desencadenan a partir de la lectura de un libro, por lo que el mensaje implícito también tiene su interés. Tuve ciertas dudas sobre la capacidad de los pequeños de seis y siete años para verla sin aburrirse o sin entenderla, pero no hubo ningún problema y todos salieron de la escuela esperando encontrarse con su dragón blanco de la suerte. Comprobar la ilusión y sentimientos que se desataron en sus mentes tras una historia fantástica como ésta devolvió un poco de color al deslucido maestro gris en que andaba convertido estos días. Aprovechamos para realizar unas cuantas actividades de escritura con el pretexto de la película, describiendo en ellas a los personajes, los momentos que más les gustaron, o inventando una historia que partiera de una situación similar.

A mí me encanta la película, la he visto muchas veces, y su banda sonora me traslada en un instante a mi feliz infancia. Me gusta especialmente un recurso utilizado en otros libros y películas, consistente en establecer cierto juego comunicativo entre el lector o espectador, un personaje lector, y lo leído. Por ejemplo, me maravilló la ingeniosa relación que el autor establece en El Mundo de Sofía (Sofía, Hilde, el Mayor…).

Hoy he pasado por Beceite. Con este pueblo ya me une la relación de conocer a muchos de sus niños, puesto que estuve con ellos en el CRIET en el primer trimestre. También a sus maestros, como Abel, que alguna vez se asoma a este rincón. He llegado hasta el pueblo únicamente por la ilusión de ver a alguno de esos niños. Tras las primeras casas ya sonaban algunas voces gritonas y alegres. Al volver la esquina he visto a dos niñas, y, cuando he pasado por su lado (iba de incógnito) les he gastado una broma (un concierto en el CRIET que dio para muchas risas y comentarios…). En un momento han caído y han gritado ¡José Luis!. Así que he hablado un poco con ellas, me han preguntado si acudiría en el tercer trimestre y les he dado recuerdos para sus compañeros. En definitiva, he salido de este precioso pueblo con una sonrisa.

Hace tiempo que intento ceñirme a los temas escolares, puesto que es de lo poco sobre lo que tengo algo que contar y para lo que aún tengo fuerzas e ilusión por escribir. De cualquier modo, por la gravedad del asunto, hoy citaré un titular (aunque escondido en esas páginas finales que parecen de relleno y cuya sección tiene el curioso apelativo de Galería, antes también conocida como Cultura) de Heraldo de Aragón: “Carbonell augura la extinción de la mitad de la especie humana en el siglo XXI; basa su pesimismo en el comportamiento de la humanidad”. El señor en cuestión es el codirector del yacimiento de Atapuerca, así que algo de criterio se le puede suponer. Me llama la atención que una frase de este calibre pase desapercibida entre las páginas de variedades. Si se le atribuye rigor y valor, merece la portada, y si se toman como las palabras de un agorero, pesado, y alarmista…, sí, entonces quizá estén en el sitio oportuno.

Esta semana otro par de pajaritos y algunos mamíferos me siguen provocando complicados pensamientos. Cada vez contemplo con mayor confusión los límites entre la vida y la muerte. Ya apenas puedo distinguir lo uno de lo otro. No entiendo qué significan ambas, ni los motivos de su existencia.