Por pura coherencia estoy obligado a hacer una mínima referencia a lo de El Jueves, periódico secuestrado y censurado por la Casa Real de las españas variopintas y variadas. Me parece peor que lo de las viñetas de Mahoma, puesto que aquí nos creemos a la cabeza de la libertad, y a similar altura que cuando hace unos meses el querido monarca supuestamente mató en Rusia a un oso maltratado y borracho, por lo que censuraron toda noticia al respecto. Señores censores, a mí me encanta la portada. Para mí, lo malo, la pena auténtica, es que no es un chiste: el principito no pega palo al agua, como los familiarcetes navegantes y empresarios, tiene una casa de ciento veinte plantas y nosecuantosmil millones, y se permiten el lujo de secuestrar la única revista de humor gráfico satírico que queda en la España del tomate, el qué me dices, el hola, y la madre que las parió a todas. Las gracias debería dar, que ha salido favorecido. Guardaré los archivos, por si llegan hasta aquí las autoridades y provocan algún estropicio (supongo que la noticia correrá como la pólvora por la red, y las mentes despiertas de palacio habrán dado una repercusión al asunto inalcanzable de otro modo; infelices).
Y mientras a Rocío Jurado le dan el premio, o la medalla de oro, o algo similar, por su encomiable trabajo de toda una vida. No pongo ni el enlace. La medalla de oro se la damos aquí a las personas como Dana, la camarera del Hotel Isabel de Segura de Teruel que hace turnos de 24 horas, acudió a España en busca de una vida mejor, compatibiliza cuatro trabajos que serían de dedicación exclusiva para cualquiera de nosotros, cría a dos hijos, habla cuatro o cinco idiomas, ya piensa en cambiar de aires y vivir en Inglaterra, y, ante todo, siempre te atiende con amabilidad y una gran sonrisa. Y los de siempre con sus premios, con el público mirando hipnotizado. Esto sí que es una caricatura... de país.
Precisamente esta mañana buena parte del problema ha girado en torno a la libertad de expresión y a la censura (entre otras cosas). Alguien ha dicho que le parecía estar retrocediendo 40 años en el tiempo. Cuando tenga claro qué hacer, ya les explicaré.
Ha sido un mes terrible. Si el objetivo era que no dejara heridas demasiado profundas, he de confirmar los peores pronósticos: las heridas llegan hasta el tuétano.
Al llegar a casa he encontrado las cartas que los niños de Peñarroya me han ido mandando. Dentro, en unas pocas hojas y con Palabras Sencillas, he encontrado un poco de ánimo, y algunos argumentos para seguir pensando que la escuela tiene más que ver con la mirada limpia e ilusionada ante la vida de esos niños que con indiferencia, desfachatez, e incompetencia absoluta mostradas por la administración educativa durante este mes. No lo puedo comprender.
El ser maestro, bajo ciertas condiciones, se torna cada día un poco más oscuro.