domingo, 5 de febrero de 2006

Bendita televisión. Cualquier problema y... Alehop!, todo solucionado.

Hoy que estaba yo un poco espeso, pues visto y no visto; 2' de zapping e, ipso facto, distintos temas sobre los que hablar.

Mi querido y desaparecido profesor de física comentaba eso de que ahora los jóvenes eran muy distintos, y el problema radicaba en comprender si realmente eran distintos ellos o desfasado el profesor.

Lo que me ocurre ahora es que viendo los productos que la televisión ofrece a los jóvenes, soy yo el que se siente totalmente alejado. En otro planeta (pero de otra galaxia).

Algunas delicias que mi memoria ha podido capturar: "tranquilo coño, que esta noche mojamos el churro", "a esas pavas nos las ventilamos esta noche", "¿porros?, pues claro que fumo, y se los recomiendo a todo el mundo", "perdona Satur, que he ido de putilla sólo para que tú hicieras mi entrevista". Por supuesto, todo aderezado con un instituto de por medio y muchos jóvenes guais, olé, con boinas y cosas raras, a arrasar el mundo, colega (que lo flipas).

Y todo en dos minutos. Palabra del Niño Jesús.

Y no entiendo. No sé quién hace esas cosas, ni por qué las hace, ni para qué. Quiero pensar que aquí no se explica todo con la oferta y la demanda. No entiendo qué tipo de anormalidad tan grande tiene que haber en la sociedad para que esa mierda televisiva sea ya moneda corriente. No comprendo una situación en la que la existencia de tales productos, televisivos en este caso, muestra una falta de inquietudes, de espíritu crítico, de valores, de GANAS DE VIVIR tan desesperantes.

Doscientos cuarenta y cuatro minutos al día de veneno por persona. ¿Es esto lo que llaman país desarrollado?.

Aquí en Ansó una familia con varios niños no tiene televisión en su casa. Esos niños no pueden hablar cada día de los malditos serrano y todos sus secuaces, pero tienen unos padres que se han ganado toda mi admiración.

Estaría divertida una encuesta sobre las series de moda entre los estudiantes de magisterio.