lunes, 12 de diciembre de 2011

LEJANAMENTE REAL.

Perro mira la Luna y duda que sea la misma de otros lugares

Hace cinco días preparé la mochila con un poco de comida y ropa y me dirigí hacia el monte.

Comencé ligero, pues el atardecer llegaría a una de las horas más tempranas del año. Conforme ascendía los ritmos se iban acompasando: el latir del corazón, la respiración, la disminución de luz, la sucesión de paisajes (bosques, prados, canchales…), las sensaciones visuales que la altura ganada ofrecía, …todos los elementos se acompasaban y se entremezclaban formando una sustancia mental pastosa e intensa. Y necesaria. Estas semanas ando buscando argumentos que incluso no existen y creo que esta narración es uno de ellos.

Justo cuando la luz entraba en el tiempo mágico entre la claridad y la oscuridad llegué a mi destino. El crepitar de la nieve bajo los pies era el único obstáculo para el silencio inmenso entre moles colosales de piedra. Ya sólo quedaba preparar un poco de comida y disfrutar de una noche en la que entre la nariz y las estrellas únicamente mediaban la atmósfera y un pedazo de Universo. Sin techos, molduras, ni lámparas de araña. La noche fue fría y clara, por lo que el pausado y circular baile de las estrellas resultó magnífico. Las manos no reunieron el calor ni el coraje necesario para intentar captar esta danza.

Una vez concluida la noche, quedaba captar otro puñado de emociones en el amanecer, abrir los ojos y contemplarse uno mismo en medio de un paisaje extraño, ajeno y propio a la vez. Y tras algunas vueltas, bajar y volver a la vida que cada día me resulta más difícil considerar real.

En un punto de las alturas, abarcando una gran amplitud visual, estuve un buen rato intentando entender qué hacía allí. Mi vista alcanzaba grandes cumbres, pero también valles con pueblos donde la vida comenzaba un nuevo día. Miles de historias en cada ángulo de visión.

En unas pocas horas cogería mis papeles y caminaría un centenar de pasos para abrir la puerta de la escuela a los niños. Hablaríamos de poesía, de videoconferencias con los niños del CEE Jean Piaget, y practicaríamos unos finales de ajedrez. También observaríamos unos vídeos de mimo e intentaríamos hacer cosas parecidas con nuestro cuerpo.