En la filosofía canina, la falta de respeto no es siquiera una opción posible. En este campo de la ciencia la vida es más sencilla y valiosa. De ahí el prestigio del señor perro como pensador pragmático.
Estoy contrariado. No es
novedad, por otra parte. Quizá la permanencia ilimitada en la contradicción sea nuestra
mayor certidumbre y constancia.
Mientras charlaba con un
compañero a las puertas del centro donde acudo cada día en el intento de
aprender el oficio, una madre se ha acercado hasta nosotros y ha nombrado una
charla que tuve con los alumnos sobre igualdad de sexos, respeto, etc. No he recordado inicialmente a qué se refería. Ocurrió hace semanas cuando empezaba con los alumnos de 4º la unidad de gimnasia rítmica. Algunos
chicos suelen quejarse porque creen que es de chicas, etc., así que aprovecho
para tratar durante unos minutos el tema, nombrarles un par de películas y, en
definitiva, recordarles que si ellos, futuros adultos y jefes de la sociedad,
tienen ya semejantes prejuicios e ideas retrógradas es muy probable que en quince
años formen parte de las juventudes del pepé, tengan un póster en su cuarto de
don José María Aznar (lo escribo rápido, me pinchan los dedos) o peor, quizá
sean alcaldesas de Madrid. Como decía, la madre ha agradecido el esfuerzo y el
objeto de la charla, etc. El halago debilita, como todo el mundo sabe, pero es una sensación
maravillosa sentir reconocimiento de vez en cuando. En esas estaba cuando un
compañero ha venido corriendo para avisarme sobre una familia profundamente
enfadada conmigo. "Ten cuidado no te los encuentres ahora por la calle". Su hijo mantiene un muy mal comportamiento durante las
sesiones, yo lo comuniqué a la tutora y ella lo ha comunicado hoy a los padres. En
primera instancia han negado la posibilidad de tal comportamiento, directamente
lo que yo decía no podía ser cierto. Al irse, se han dado la vuelta y han
preguntado si “estos de gimnasia han hecho magisterio o qué narices han
estudiado”.
El contrapunto a la familia
agradecida ha llegado pronto, he pensado. Es nuestro trabajo, una caricia y una
bofetada, todo seguido, encaja como puedas. La frase y la actitud de la segunda
familia dan para un postgrado entero:
-
¿Cómo puede una
familia con un hijo en quinto no tener clara la formación de los profesionales
que trabajan en el centro?
-
¿Qué papel sigue
atribuyendo una parte importante de la sociedad y de la comunidad educativa al
pobre maestro de gimnasia? No tienen claro qué formación tenemos, por lo que
existe para ellos la posibilidad de que tengamos una formación nula, o al menos
inferior a la de otros maestros. Y en tal circunstancia, ¡no se quejan!
(imaginen cómo valoran entonces el área)
-
No se puede hacer
educados y respetuosos a todos los maestros, familias, etc. Hay que asumir un
porcentaje de maleducados, pero esto no cura la herida que sufrimos cada vez
que alguna de estas personas decide elegirnos como el blanco de su frustración,
carácter agrio, mal momento o razón cualesquiera. No tengo muy clara la actuación
hacia ellos, pero cada vez estoy más convencido de que no merecen ni una
pequeña migaja de atención por parte del centro.
Pronto me reuniré con estas personas, estarán muy enfadadas, pondrán en
duda mis aportaciones, creerán que el mundo no les comprende y buscarán una
instancia más elevada en la que denunciar su desgracia y mi incompetencia. Quizá entonces alguien me pida, para evaluar la situación, criterios de evaluación, indicadores de nosoqué, registros de nosecuál y demás elementos de la pedagogía-ficción que vivimos. Yo tendré que pasar una tarde inventándolos para presentarlos al día siguiente. Quizá incluso descubran mi comportamiento al margen de lo prescriptivo y me expulsen del gremio. Desearé
durante unos minutos ser forestal, estar haciendo un censo de sarrios y
buscando parejas de perdices nivales. Probablemente al poco tiempo entraré en clase con los
niños y disfrutaré de nuevo de mi suerte. Hasta el siguiente halago y la
siguiente queja.