Comenzando por lo mundano, hoy hemos sufrido el terrible robo de nuestros gusanos de seda. Unos gusanos que habían viajado conmigo miles de kilómetros por no dejarlos solos dos días y así evitar su muerte por inanición. Gusanos por los que Paula me increpó duramente por hacerles dormir bajo nuestro mismo techo. Esos gusanos han desaparecido. Quedan sus hojas y su caja. Considerando que nuestros gusanos no eran escaladores, ni osados aventureros del espacio exterior, sino que su instinto gusanil les obligaba a permanecer junto a la comida, ¿alguien entiende quién sustrae, y por qué, veinte gusanos de seda?.
Hace unos meses comenté mi sorpresa cuando la mayor parte de los niños de la escuela, creo que todos, no acudieron a las clases el día siguiente, no recuerdo si fueron dos los días, a la conclusión de las fiestas del municipio. Me dio la impresión que los niños tenían que curar los excesos propios de las fiestas adultas. Un extraño reposo infantil. Ayer algunos niños comulgaron, y resulta que buena parte de ellos han guardado también hoy fiesta. Quiero pensar que el esfuerzo espiritual ante la (re)entrada de Dios en sus carnes debió ser mayúsculo, pero observando que la mayor parte de esta celebración gira, en la mayor parte de los niños, en torno a la fiesta y los regalos posteriores, tampoco comprendo qué argumento motiva su no asistencia a las clases de hoy. Discrepo del ejemplo para los niños que subyace en estas curas de reposo tras sus fiestorros, paganos o no.
Hoy he tratado en la escuela una especie de problema que ya resulta recurrente. El asunto tiene que ver con los juegos de los niños en el recreo, y con poder ampliar sus opciones con el material de educación física. La mayor parte de los alumnos suelen jugar a fútbol, lo que excluye sistemáticamente a muchos compañeros no interesados en el asunto, y empobrece un tiempo libre que podía contar con una riqueza mucho mayor. El meollo del asunto, o una parte, tiene relación con la naturaleza de un CRA, con cómo gestionar la necesaria, o legal y oficial, homogeneidad entre los pueblo que lo forman, a la vez que se respetan, o incentivan, las iniciativas y peculiaridades de cada uno de esos pueblos, o de los maestros que allí trabajan. Mi conclusión tras mi breve experiencia dice que se suele apostar por asegurar esa uniformidad en detrimento de los otros aspectos, de forma que muchas iniciativas caen en el olvido en aras de no suponer una nota discordante dentro de la orquesta. Creo que este procedimiento castiga buena parte de las inquietudes de los maestros, y limita extraordinariamente su capacidad de acción. La unidad del CRA me parece estupenda, pero a mí se me ha vendido toda la vida que esto era una manera de rentabilizar recursos materiales, humanos, …, salvar el problema de la despoblación rural, ..., y no una necesidad de hacer en cada pueblo las cosas lo más parecidas posibles.
El jueves acudieron Ricardo (podéis leer su crónica de estos días) y Pablo (espero que también pronto cuente sus sensaciones con los niños) a nuestra clase. Comenzamos la mañana emprendiendo viaje al Más del Buñol, el observatorio de aves necrófagas situado en Valderrobres. El Viaje fue realizado gracias a la ayuda de las familias. Salirme del guión tan claramente, con la excursión, con los invitados, las actividades, …, me tenía preocupado. Ya en el observatorio las primeras exclamaciones de sorpresa de los niños me tranquilizaron. Todo iba bien. Fueron dos horas preciosas donde miraron, escucharon las silenciosas explicaciones de la naturaleza, fotografiaron, y rellenaron su cuaderno de campo. Al salir iniciamos la excursión a una pequeña chopera junto al Matarraña. Comimos, algunos más de lo necesario, y jugamos a toros, y investigadores, y a cuarenta mil cosas más. Ya Ricardo y Pablo eran personajes muy queridos y sufrieron en primera persona la desbordante energía de los niños. Por supuesto, la oportunidad de enseñanza que el lugar deparaba no se desaprovechó, y nuestros invitados nos acercaron a algunos de nuestros vecinos, como el andarríos, el martín pescador, el milano negro, el alcaudón, …, además de mostrarnos la increíble riqueza presente en un trocito de agua (caracolas de río, renacuajos, ditiscos, los insectos que recogen burbujas de aire para respirar bajo el agua, larvas de diferentes especies, …). Todo ello aderezado con el implícito beneficio que supone cualquier salida para lo relacionado con la autonomía personal y las relaciones entre los compañeros. De vuelta, al encuentro de los padres, nuevas sorpresas ante las visitas de algunos animalejos, unos tragos en la fuente, más juegos, y a descansar a casa con un amplísima sonrisa.
El viernes, las primeras dos horas se dedicaron a un señor que vino a hacer unas actividades de catalán. La tercera, de nuevo con nuestros acompañantes, repasamos las fotos del día anterior. Lo hicimos en compañía de los alumnos de tercero, a quienes invitamos. Sirvió para repasar algunas cosas aprendidas, reírnos por algunas imágenes, o volver a admirar algunos grandes milagros. Ricardo se sorprendió de dos cosas: la primera me la reservo, y la segunda tiene que ver con las falsas creencias, mitos, falsedades presentes en las cabezas de los alumnos de tercero: desde sapos que escupen, hasta culebras malas malísimas, casi acercándonos a las ranas que se convierten en princesas. El asunto es ese desconocimiento profundo degeneraba en algunos casos en una actitud violenta desmedida hacia el entorno, con la convicción de tener que aniquilar a todo bicho que asomase el hocico. Ricardo y Pablo se esmeraron en desmontar algunos mitos, pero quedó la triste sensación de no poder luchar con la mayor parte de esas tan arraigadas como infundadas creencias. Aquí sonó la representativa exclamación del niño que gritó “pues vaya, ¡todo lo que sabemos es mentira!. Saquen sus conclusiones.
Por la tarde dos talleres. Con Ricardo taller pajarero, con egagrópilas, plumas, libros, y muchas palabras por el camino. Con Pablo taller microscópico, donde conocieron esa herramienta milagrosa, cómo hacer unas preparaciones, y pudieron observar desde glóbulos rojos, a una sección de pulmón, o unas células vegetales extraídas previamente de una amable cebolla. En suma, una invitación y un acercamiento de los niños a la ciencia, al mundo que les rodea, a la vida. Finalmente, cánticos a los visitantes, fotos, abrazos, besos, promesas de otra visita, y agradecimiento por su generosidad.
La sensación final es realmente positiva, habiendo indagado en una dimensión de la enseñanza aún poco conocida por mí, inestable, pero esperanzadora y llena de posibilidades. Seguramente constituirán parte de los recuerdos que los niños conseguirán guardar de este curso.
Leo La Naturaleza Humana, de J. Mosterín, y Cara a Cara con la Vida, La Mente, y el Universo, de E. Punset. Son dos libros fascinantes, que no hacen sino generarme mayor inquietud, no me dan las respuestas que necesito, pero siento la necesidad de leerlos. Alguna desviación ya enfermiza, quizá.
Hoy en lengua hemos comenzado nuevo tema filosófico: la muerte han elegido. Ya me siento con unas pocas fuerzas, así que no he puesto reparos. He introducido el capítulo, por lo que comenzaremos el tema sobre el que estos niños de mi clase saben exactamente lo mismo que el mayor sabio: nada.
Definitivamente este será un muy mal año, creo que el peor. El año en que algunos momentos de la cena concluían con los comensales callados, cabizbajos, pensativos, con lágrimas reprimidas, y miradas tan tristes como ausentes. Mi madre me dio la bolsa con un poco de fruta, unas pocas latas, y una garra de pollo de las que sólo ella hace. Aunque es un ritual antiguo, creo que ambos pensábamos en ella, en su amor infinito expresado con unas bolsas de macarrones, unas conservas, unas verduras, unas magdalenas, y un sal pronto, llama cuando llegues y cierra bien la puerta. Los sentimientos siguen intactos.
Hace unos meses comenté mi sorpresa cuando la mayor parte de los niños de la escuela, creo que todos, no acudieron a las clases el día siguiente, no recuerdo si fueron dos los días, a la conclusión de las fiestas del municipio. Me dio la impresión que los niños tenían que curar los excesos propios de las fiestas adultas. Un extraño reposo infantil. Ayer algunos niños comulgaron, y resulta que buena parte de ellos han guardado también hoy fiesta. Quiero pensar que el esfuerzo espiritual ante la (re)entrada de Dios en sus carnes debió ser mayúsculo, pero observando que la mayor parte de esta celebración gira, en la mayor parte de los niños, en torno a la fiesta y los regalos posteriores, tampoco comprendo qué argumento motiva su no asistencia a las clases de hoy. Discrepo del ejemplo para los niños que subyace en estas curas de reposo tras sus fiestorros, paganos o no.
Hoy he tratado en la escuela una especie de problema que ya resulta recurrente. El asunto tiene que ver con los juegos de los niños en el recreo, y con poder ampliar sus opciones con el material de educación física. La mayor parte de los alumnos suelen jugar a fútbol, lo que excluye sistemáticamente a muchos compañeros no interesados en el asunto, y empobrece un tiempo libre que podía contar con una riqueza mucho mayor. El meollo del asunto, o una parte, tiene relación con la naturaleza de un CRA, con cómo gestionar la necesaria, o legal y oficial, homogeneidad entre los pueblo que lo forman, a la vez que se respetan, o incentivan, las iniciativas y peculiaridades de cada uno de esos pueblos, o de los maestros que allí trabajan. Mi conclusión tras mi breve experiencia dice que se suele apostar por asegurar esa uniformidad en detrimento de los otros aspectos, de forma que muchas iniciativas caen en el olvido en aras de no suponer una nota discordante dentro de la orquesta. Creo que este procedimiento castiga buena parte de las inquietudes de los maestros, y limita extraordinariamente su capacidad de acción. La unidad del CRA me parece estupenda, pero a mí se me ha vendido toda la vida que esto era una manera de rentabilizar recursos materiales, humanos, …, salvar el problema de la despoblación rural, ..., y no una necesidad de hacer en cada pueblo las cosas lo más parecidas posibles.
El jueves acudieron Ricardo (podéis leer su crónica de estos días) y Pablo (espero que también pronto cuente sus sensaciones con los niños) a nuestra clase. Comenzamos la mañana emprendiendo viaje al Más del Buñol, el observatorio de aves necrófagas situado en Valderrobres. El Viaje fue realizado gracias a la ayuda de las familias. Salirme del guión tan claramente, con la excursión, con los invitados, las actividades, …, me tenía preocupado. Ya en el observatorio las primeras exclamaciones de sorpresa de los niños me tranquilizaron. Todo iba bien. Fueron dos horas preciosas donde miraron, escucharon las silenciosas explicaciones de la naturaleza, fotografiaron, y rellenaron su cuaderno de campo. Al salir iniciamos la excursión a una pequeña chopera junto al Matarraña. Comimos, algunos más de lo necesario, y jugamos a toros, y investigadores, y a cuarenta mil cosas más. Ya Ricardo y Pablo eran personajes muy queridos y sufrieron en primera persona la desbordante energía de los niños. Por supuesto, la oportunidad de enseñanza que el lugar deparaba no se desaprovechó, y nuestros invitados nos acercaron a algunos de nuestros vecinos, como el andarríos, el martín pescador, el milano negro, el alcaudón, …, además de mostrarnos la increíble riqueza presente en un trocito de agua (caracolas de río, renacuajos, ditiscos, los insectos que recogen burbujas de aire para respirar bajo el agua, larvas de diferentes especies, …). Todo ello aderezado con el implícito beneficio que supone cualquier salida para lo relacionado con la autonomía personal y las relaciones entre los compañeros. De vuelta, al encuentro de los padres, nuevas sorpresas ante las visitas de algunos animalejos, unos tragos en la fuente, más juegos, y a descansar a casa con un amplísima sonrisa.
El viernes, las primeras dos horas se dedicaron a un señor que vino a hacer unas actividades de catalán. La tercera, de nuevo con nuestros acompañantes, repasamos las fotos del día anterior. Lo hicimos en compañía de los alumnos de tercero, a quienes invitamos. Sirvió para repasar algunas cosas aprendidas, reírnos por algunas imágenes, o volver a admirar algunos grandes milagros. Ricardo se sorprendió de dos cosas: la primera me la reservo, y la segunda tiene que ver con las falsas creencias, mitos, falsedades presentes en las cabezas de los alumnos de tercero: desde sapos que escupen, hasta culebras malas malísimas, casi acercándonos a las ranas que se convierten en princesas. El asunto es ese desconocimiento profundo degeneraba en algunos casos en una actitud violenta desmedida hacia el entorno, con la convicción de tener que aniquilar a todo bicho que asomase el hocico. Ricardo y Pablo se esmeraron en desmontar algunos mitos, pero quedó la triste sensación de no poder luchar con la mayor parte de esas tan arraigadas como infundadas creencias. Aquí sonó la representativa exclamación del niño que gritó “pues vaya, ¡todo lo que sabemos es mentira!. Saquen sus conclusiones.
Por la tarde dos talleres. Con Ricardo taller pajarero, con egagrópilas, plumas, libros, y muchas palabras por el camino. Con Pablo taller microscópico, donde conocieron esa herramienta milagrosa, cómo hacer unas preparaciones, y pudieron observar desde glóbulos rojos, a una sección de pulmón, o unas células vegetales extraídas previamente de una amable cebolla. En suma, una invitación y un acercamiento de los niños a la ciencia, al mundo que les rodea, a la vida. Finalmente, cánticos a los visitantes, fotos, abrazos, besos, promesas de otra visita, y agradecimiento por su generosidad.
La sensación final es realmente positiva, habiendo indagado en una dimensión de la enseñanza aún poco conocida por mí, inestable, pero esperanzadora y llena de posibilidades. Seguramente constituirán parte de los recuerdos que los niños conseguirán guardar de este curso.
Leo La Naturaleza Humana, de J. Mosterín, y Cara a Cara con la Vida, La Mente, y el Universo, de E. Punset. Son dos libros fascinantes, que no hacen sino generarme mayor inquietud, no me dan las respuestas que necesito, pero siento la necesidad de leerlos. Alguna desviación ya enfermiza, quizá.
Hoy en lengua hemos comenzado nuevo tema filosófico: la muerte han elegido. Ya me siento con unas pocas fuerzas, así que no he puesto reparos. He introducido el capítulo, por lo que comenzaremos el tema sobre el que estos niños de mi clase saben exactamente lo mismo que el mayor sabio: nada.
Definitivamente este será un muy mal año, creo que el peor. El año en que algunos momentos de la cena concluían con los comensales callados, cabizbajos, pensativos, con lágrimas reprimidas, y miradas tan tristes como ausentes. Mi madre me dio la bolsa con un poco de fruta, unas pocas latas, y una garra de pollo de las que sólo ella hace. Aunque es un ritual antiguo, creo que ambos pensábamos en ella, en su amor infinito expresado con unas bolsas de macarrones, unas conservas, unas verduras, unas magdalenas, y un sal pronto, llama cuando llegues y cierra bien la puerta. Los sentimientos siguen intactos.