El cuarto del maestro del pueblo que le hizo comprender que uno es de donde se siente. Y ella se hizo de Gistaín.
Acabaremos el curso en buena forma.
Está a punto de ser una gran semana. Todas las clases de cada uno de los días han sido buenas clases, lo que no había ocurrido aún. Así pues, mañana será un gran viernes al que llegaré habiendo entregado casi todas las fuerzas con que contaba al empezar la semana.
También cada noche de la semana los sueños han visitado la escuela: creando algunas ilusiones, experimentando algunos conflictos, repasando alguna actividad realizada durante la mitad real (¿real?) del día, o previendo ciertos contenidos complicados.
Programar los contenidos no es sino organizar de qué manera la energía que uno tiene el domingo acaba siendo repartida a cada uno de sus sesenta alumnos durante la semana. Ser maestro no es sino participar en primera línea del intercambio de energía que gobierna el funcionamiento de nuestro planeta y de la vida en el mismo.
Así, uno llega al viernes ligero, absorbido, deshinchado, pero con la sensación bien presente de una semana donde hemos bailado en siete u ocho fiestas, hemos metido los pies en el lago de un parque, hemos subido a las montañas más altas de la ciudad, hemos visitado una casa-cueva, y, una vez más, hemos contemplado cientos de sonrisas y sido testigos privilegiados de la vida floreciente de nuestros alumnos.
Que tengan buen viernes.
Acabaremos el curso en buena forma.
Está a punto de ser una gran semana. Todas las clases de cada uno de los días han sido buenas clases, lo que no había ocurrido aún. Así pues, mañana será un gran viernes al que llegaré habiendo entregado casi todas las fuerzas con que contaba al empezar la semana.
También cada noche de la semana los sueños han visitado la escuela: creando algunas ilusiones, experimentando algunos conflictos, repasando alguna actividad realizada durante la mitad real (¿real?) del día, o previendo ciertos contenidos complicados.
Programar los contenidos no es sino organizar de qué manera la energía que uno tiene el domingo acaba siendo repartida a cada uno de sus sesenta alumnos durante la semana. Ser maestro no es sino participar en primera línea del intercambio de energía que gobierna el funcionamiento de nuestro planeta y de la vida en el mismo.
Así, uno llega al viernes ligero, absorbido, deshinchado, pero con la sensación bien presente de una semana donde hemos bailado en siete u ocho fiestas, hemos metido los pies en el lago de un parque, hemos subido a las montañas más altas de la ciudad, hemos visitado una casa-cueva, y, una vez más, hemos contemplado cientos de sonrisas y sido testigos privilegiados de la vida floreciente de nuestros alumnos.
Que tengan buen viernes.