Siendo tan radicalmente diferente lo que llevamos dentro de nuestras cabezas, me maravilla cualquier atisbo de entendimiento entre dos personas. Es un milagro.
El libro que ahora les citaré comienza con las reflexiones de su autor al contemplar el cerebro del antropólogo, cirujano y neurólogo Paul Broca en un bote de formol colocado sobre un estante del almacén de un museo parisino. El hombre que con tal avidez había estudiado la anatomía cerebral y las relaciones con su función, había acabado teniendo su cerebro allí, en otro tenebroso bote amarillento. En el amasijo grisaceo que escrutaba a través del cristal, quizá la configuración neuronal íntima reflejara aún algunas de las ideas que salieron del órgano todavía vivo un siglo atrás, su teoría sobra la afasia, o incluso las últimas palabras compartidas con su amigo Víctor Hugo, pensaba el observador.
Es todo tan curioso y extraño.
"Se han producido en épocas muy recientes asombrosos descubrimientos en la exploración de planetas, el papel que desempeñan una serie de minúsculas proteínas en nuestra vida emocional, las colisiones de continentes, la evolución de la especie humana (y la medida en que nuestro pasado prefigura nuestro futuro), la estructura última de la materia (y la cuestión de si podremos ir encontrando indefinidamente partículas más elementales), la posibilidad de comunicarnos con civilizaciones instaladas en otros planetas o estrellas, la naturaleza del código genético (que predetermina nuestra herencia y fija nuestros lazos de parentesco con todas las plantas y animales que habitan nuestro planeta), y las interrogaciones fundamentales sobre el origen, naturaleza y destino de la vida, nuestro mundo y el universo contemplado como un todo. Los logros más recientes sobre estos temas puede comprenderlos a la perfección cualquier persona inteligente. Y, en tal caso, ¿por qué se discute tan poco sobre ellos en los medios de comunicación, en las escuelas o en nuestras conversaciones cotidianas?"
Existe una curiosa cualidad en algunos libros para hablar sobre el presente, ajenos a la época en que fueron escritos. En este caso, el fragmento de Carl Sagan (El cerebro de Broca), de hace cuarenta años, parece hablarnos de hoy mismo. Y yo no sé responder a su pregunta final. De todos modos, me maravilla imaginar medios de comunicación, escuelas, y conversaciones cotidianas, donde esos temas fueran habituales.