viernes, 23 de julio de 2010

ANÉCDOTAS, PRINCIPIOS Y FINALES.

Niña guapa y sonriente



Hace varias semanas que pienso a diario en el primer día de clase. Ese momento supondrá el principio del curso, pero también una especie de final o punto y aparte en un recorrido de varios años jalonado de emociones y desvelos. ¿Qué diré a los niños? ¿qué esperarán ellos de mí y de la escuela? Estoy seguro que será un curso magnífico y ya espero el momento de poner en marcha distintas ideas y lo aprendido de mis compañeros luminosos en los dos años precedentes.



En el viaje a un planeta lleno de diferencias y elementos sorprendentes, los niños han sido los que han capturado mi atención buena parte del tiempo. Son una ventana diáfana para conocer a un pueblo, quizá la mejor forma para hacerlo: sus costumbres, sus escuelas, sus juegos, sus miradas y sonrisas, etc. También dan lugar a anécdotas muy ilustrativas, como la de dos niñas de seis o siete años, descalzas, no demasiado limpias, sonrientes, que paseaban por un muy visitado templo, y que se quedaron mirando a un veinteañero inglés que apareció con sus pantalones a la moda (cintura del pantalón a la altura de las rodillas y entrepierna a la altura de los tobillos); tras un instante comenzaron a señalarlo y a reír a carcajadas. Interpreté esas risotadas y esa situación como la evidencia de que cuando vivimos en la opulencia occidental, cuando tenemos cubiertas todas las necesidades básicas y también todos nuestros caprichos, comenzamos a hacer estupideces. Lógicamente, aquellos que viven con cincuenta dólares al mes no tienen otra opción que reírse de nuestras excentricidades. También recuerdo al estudiante universitario que quedó con nosotros para llevarnos a ver pájaros a las seis de la mañana tras haber estudiado todo el día anterior y haber estado trabajando durante toda la noche para costear los estudios y mantener a su maltrecha familia. En las entradas sucesivas, aprovechando que esos niños viven al margen de las leyes de protección de la imagen del menor y que posaron con mucho gusto y aprobación familiar, añadiré algunos de sus retratos. Me pregunto cómo sería una exposición fotográfica sobre la infancia y la juventud española, y creo que no tendría ni la décima parte de matices, que habrían sido eliminados por la uniformidad y homogeneidad de nuestro progreso y crecimiento.