Mientras
escribía un texto sonaba el runrún de fondo de la televisión. En un momento
dado las palabras captan mi atención: el tema recurrente sobre el origen del
sistema educativo en unas condiciones sociales muy diferentes de las actuales,
la inadaptación del sistema actual… ¡lo iban a tratar en Cuarto Milenio!, el
programa dedicado a espíritus, hadas y demás cacharrería paranormal. He dejado
de teclear un momento sin saber si partirme de risa o echarme a llorar. Un
asunto se caracteriza en buena medida por las circunstancias que le rodean. En
el caso de la Educación lo circundante es tremendo. Este tipo de situaciones
mitad desternillantes, mitad deprimentes solo son superadas en la actualidad
por el mundo de la política. De hecho, seguramente habrá una clara conexión
entre el desastre de ambas.
Si
bien hasta el momento actual he estado muy contento en mi clase, esta ha sido
la semana en la que la oscuridad ha comenzado a apoderarse de mis pensamientos.
Dar clase a cinco niveles es extraordinariamente difícil. Esto sí que es el
número de los platillos chinos. Además, conforme vamos trabajando se muestran
más lagunas y desfases curriculares. Es una especie de caída constante en la
que no encuentro suelo firme desde el que comenzar a trabajar. Este desfase
generalizado y severo en algunos casos, junto con lo apremiante de trabajar los
contenidos propios de cada nivel, me han llevado a un atasco mental en el que
pongo en duda las posibilidades de llegar a un punto razonable y digno con el
grupo.
Por
otra parte, he mantenido reuniones individuales con muchas familias. Todas eran
conocedoras del retraso existente, pero en muchos casos desconocían el alcance
real. Por una parte, me sorprende que a una familia le pueda coger por sorpresa
un desfase académico de varios años en algunos casos. Por otra parte, comunicar
y tratar sobre estas situaciones es tremendamente peliagudo y desagradable.
Me
sigue sorprendiendo hasta el extremo el asunto de la evaluación. Mientras la
administración y sus inspectores robóticos desarrollan y exigen un sistema de
evaluación difícilmente aplicable e irreal, la realidad plantea situaciones tan
alarmantes y ajenas a lo que el currículo prescribe como la que observo
actualmente (que tampoco es una excepción, puesto que es algo percibido en cada
centro por el que paso… y van unos cuantos).
Y me
despido con otro runrún televisivo. Campeonato del mundo de ciclismo de
carretera. Cierro el artículo mientras se entregan las medallas en el podio.
Sorprendentemente no hay chicas florero en la ceremonia, quizá sea la primera
vez que contemplo la no presencia de este anacronismo sonrojante. La pena es
que no ocurre precisamente por un desarrollo especial de los derechos de las
mujeres; más bien, no tienen siquiera el derecho de ser mujeres florero.