Hoy hemos celebrado el día de la ciencia en el CRA.
Éste, como todos los demás “Día de…”, me genera importante escepticismo. Me temo que lo celebrado estos días suele ser más propio de tratar los otros trescientos sesenta y cuatro días restantes del año, cosa que no suele ocurrir. Mejor celebrar los no cumpleaños, como hacía el personaje de Alicia en el País de las Maravillas. En todo caso, sí parece que un día como hoy supone un buen punto de partida dado el interés y curiosidad que despiertan entre los niños los experimentos y actividades realizadas.
Como posible ejemplo de lo que pretendo decir: cuando los correspondientes grupos de niños (desde infantil hasta sexto de primaria) iban pasando por mi clase para realizar los talleres de los que yo me encargaba respondían primero algunas dudas que les planteaba; a la pregunta ¿qué es la ciencia? han respondido mayoritariamente la palabra magia. Éste creo que es el efecto conseguido si las actividades de un día como éste se quedan en simples experimentos que los niños no asocian con situaciones y contextos reales de aplicación, lo que, por otra parte, supone un proceso costoso y largo.
Algunas de estas ideas me llevan a meditar sobre la formación científica (en sentido amplio, no sólo aplicado a las áreas tecnológicas y biológicas; quizá sea suficiente con decir formación) requerida en un maestro de primaria. No hace falta mi opinión. Suele ocurrir, me parece, que, dado el menor nivel y la menor especificidad de los conocimientos presentes en la etapa, desde el exterior, y también en el propio interior de la escuela, se acepta como normal que el maestro tenga un dominio general y básico de lo que enseña. A la escasa exigencia que el temario a impartir genera en el maestro habría que unirle la más escasa aún formación en contenidos que la formación inicial ofrece.
Me despediré con algunos de los científicos que mis alumnos han sabido citar como referencias importantísimas al tratar este tema: Hubble, J. Goodall, Carl Sagan, S. Hawkings, Galileo Galilei, Copérnico, Miguel Server, o S. Ramón y Cajal. Añadiré yo otro: cada uno de los niños que mantienen viva su curiosidad ante la vida y su espíritu de descubrir e indagar acerca del mundo. Creo que no consiste en otra cosa la ciencia: cosa formada por personas adultas que han podido mantener bien vivo, a pesar de todo(s), ese espíritu (los que escalan los pelillos del conejo, otra vez, Pablo).
Por cierto, ¡lectores del mes! (ya les diré).
Éste, como todos los demás “Día de…”, me genera importante escepticismo. Me temo que lo celebrado estos días suele ser más propio de tratar los otros trescientos sesenta y cuatro días restantes del año, cosa que no suele ocurrir. Mejor celebrar los no cumpleaños, como hacía el personaje de Alicia en el País de las Maravillas. En todo caso, sí parece que un día como hoy supone un buen punto de partida dado el interés y curiosidad que despiertan entre los niños los experimentos y actividades realizadas.
Como posible ejemplo de lo que pretendo decir: cuando los correspondientes grupos de niños (desde infantil hasta sexto de primaria) iban pasando por mi clase para realizar los talleres de los que yo me encargaba respondían primero algunas dudas que les planteaba; a la pregunta ¿qué es la ciencia? han respondido mayoritariamente la palabra magia. Éste creo que es el efecto conseguido si las actividades de un día como éste se quedan en simples experimentos que los niños no asocian con situaciones y contextos reales de aplicación, lo que, por otra parte, supone un proceso costoso y largo.
Algunas de estas ideas me llevan a meditar sobre la formación científica (en sentido amplio, no sólo aplicado a las áreas tecnológicas y biológicas; quizá sea suficiente con decir formación) requerida en un maestro de primaria. No hace falta mi opinión. Suele ocurrir, me parece, que, dado el menor nivel y la menor especificidad de los conocimientos presentes en la etapa, desde el exterior, y también en el propio interior de la escuela, se acepta como normal que el maestro tenga un dominio general y básico de lo que enseña. A la escasa exigencia que el temario a impartir genera en el maestro habría que unirle la más escasa aún formación en contenidos que la formación inicial ofrece.
Me despediré con algunos de los científicos que mis alumnos han sabido citar como referencias importantísimas al tratar este tema: Hubble, J. Goodall, Carl Sagan, S. Hawkings, Galileo Galilei, Copérnico, Miguel Server, o S. Ramón y Cajal. Añadiré yo otro: cada uno de los niños que mantienen viva su curiosidad ante la vida y su espíritu de descubrir e indagar acerca del mundo. Creo que no consiste en otra cosa la ciencia: cosa formada por personas adultas que han podido mantener bien vivo, a pesar de todo(s), ese espíritu (los que escalan los pelillos del conejo, otra vez, Pablo).
Por cierto, ¡lectores del mes! (ya les diré).