miércoles, 26 de febrero de 2014

LOS NIÑOS SON NIÑOS. LOS DEMONIOS Y LA DESOBEDIENCIA CIVIL.

Afortunadamente, ellas siguen haciendo de la vida algo maravilloso.

Cuando releo lo escrito a lo largo de los años constato la reiteración pertinaz en torno a unos pocos temas: las mismas ideas del derecho y del revés con escasas variaciones atribuibles al envejecimiento de los dedos. Uno de esos tópicos, que ahora haré aún más tópico, se refiere a la gran relación que hago de forma natural con los niños frente a los problemas y trompicones que encuentro con muchos de los adultos que viven en las escuelas. 

Mientras discutíamos un tema desagradable una maestra ha indicado "al final los niños son niños", queriendo significar que formaba parte de su "naturaleza de niño" no cumplir con lo establecido, ser irresponsables, fallar a la confianza depositada en ellos, mentir, etc. Como ya estaba muy enfadado por otras razones, que contaré cuando escriba sobre ciencia ficción, he respondido a esta maestra de forma tajante "que eso era una patraña, que ser niño no tenía nada que ver con lo anterior, más bien al contrario, y que si había algún culpable en el asunto tenía claramente la mayoría de edad cumplida". Creo que es más correcto "al final los adultos son adultos". Me crispa hasta la médula la visión demonizada de los niños como seres en los que no se puede confiar, inmaduros, incoherentes, etc. Ningún año había disfrutado con la intensidad del curso actual de mis clases con ellos. Me brindan constantemente sesiones llenas de trabajo, seriedad, buen ambiente, complicidad, sonrisas, alegría, humor. Cada día con ellos estoy sintiendo el profundísimo privilegio de ser aprendiz de maestro. Incluso en el mayor momento de tristeza personal en los últimos cincuenta o cien años no dejo de sentirme feliz en cada clase. Sin embargo, en lo relativo a la organización del centro, a las relaciones que se establecen con los compañeros de trabajo, concluyo cada jornada deseando la llegada del apocalipsis y de todos los demonios del averno. Esta ambivalencia en los sentimientos constituye un hecho curioso que me sorprende a mí mismo y provoca un desasosiego constante.

Serán los años en los que me habré planteado con insistencia la relación entre el deber oficial y la obligación moral. Ambos conviven en la escuela en constante contradicción. Los imperativos legales nos indican la obligación de acatar determinadas órdenes, pero nuestra ética profesional, forjada con distintos profesores universitarios, maestros múltiples, reflexiones y visiones, lecturas... muchas veces apunta en dirección contraria. Y en este cruce de caminos es cuando uno ha de valorar las ganas de buscarse problemas y de luchar en áridas batallas. El problema se complica cuando los héroes personales tienen que ver en muchos casos con el valor para la desobediencia que permitió superar distintas barreras sociales. 

El problema aún presenta otra vertiente y es que legitimar la desobediencia de la autoridad en base a preceptos morales individuales justifica que otros puedan actuar bajo el mismo planteamiento y esto, imagino, conduce a una organización difícil de asimilar y gestionar en un centro de trabajo. Más aún cuando el colectivo es infinitamente dispar en formación e intereses. ¿En qué punto la desobediencia civil es legítima aún desde el punto de vista más personal? Supongo que es una pregunta sin respuesta, pues algunos establecerán el umbral muy abajo y otros beberán el veneno gustosamente, o perjudicarán a un niño, si eso dicta la ley, aún injusta o irracional. En cualquier caso, este embrollo apunta a la radical importancia de la formación de las personas que ostentan los puestos de mando.

Y con estas ideas rondando por la cabeza nos iremos a dormir. Buenas noches.

sábado, 15 de febrero de 2014

CUATRO O CINCO SENTIMIENTOS HECHOS JIRONES.

Sobre el alma en los perros y los humanos. Diálogos con mi amigo en el bosque encantado.

Miro por la ventana y veo un edificio antiguo en primer plano; al fondo, sobre el edificio antiguo, brillan en una maraña confusa miles de luces que dan testimonio del movimiento de la ciudad. Pienso si estoy cerca de la quietud del primero o del torbellino de las segundas y no tengo respuesta. Parece que la búsqueda de la calma acerca irremisiblemente hacia la tempestad.

Hace unos años, cuando trabajaba en la escuela de Peñarroya de Tastavíns, escribí de forma oscura y atormentada ante lo que me parecían injusticias y desatinos constantes en la escuela. Seguramente yo mismo fui injusto en buena medida y, sobre todo, no fui discreto ante temas que requerían mayor prudencia. Al menos aprendí que las letras, igual que las palabras, hay que utilizarlas con cuidado. Espero no cometer el mismo error.

En estos casi dos cursos que llevo trabajando en mi centro actual he vivido situaciones angustiosamente contradictorias y frustrantes. No sólo por la naturaleza gigante del lugar, con las lentas dinámicas que genera, sino por el ambiente de trabajo que impera en el centro, donde la burocracia, las acciones para "cubrirse las espaldas", las reuniones inservibles, el poco espacio para la realización personal del maestro, rodeado de imposiciones de todo tipo, son claves cotidianas. Añoro con profunda nostalgia mi escuela pequeña donde tengo la suerte de juntarme con maestros como Carmen con los que compartir el trabajo cada día genera ilusión y decenas de ideas que esperan impacientes ser aplicadas al día siguiente. También he vivido en esta última etapa la sensación de sentirme constantemente vigilado y obligado a rendir cuentas respecto de los asuntos más disparatados, lo cual me crea un desasosiego permanente y la sensación de tener que emigrar a otro lugar cuanto antes. He comentado con algunos compañeros mi admiración ante su capacidad para trabajar en entornos complicados durante años. Soy débil en esta parcela y mi tendencia suele ser la huida. No soy capaz de estar demasiado tiempo en lugares donde no me encuentro muy bien, lo cual genera una inestabilidad profesional y personal difícil de gobernar. Si doy unas cuantas vueltas a la idea, creo que mi tendencia a la huida y la inestabilidad que se crea es un rasgo personal. No sé si tendrá relación con la incertidumbre ante la vida y la muerte y la angustia consiguiente, con la desconfianza en uno mismo, con un carácter demasiado exigente...

Lo mejor de estos dos cursos que ya se dirigen hacia su final serán, como siempre, los niños. He disfrutado como nunca de los cientos de experiencias que tantos niños juntos proporcionan cada semana. He conocido decenas de niños maravillosos con los que ha sido un gran placer trabajar y niños con dificultades que me han obligado cada día a intentar hacerlo un poco mejor. He disfrutado cada instante con ellos, desde que les he recibido hasta que les he despedido. Me han obligado a reír y estar contento cada día aún habiendo llegado esa mañana a la escuela con la tristeza más profunda. Les he dado una buena porción de mi energía y espero haberles ayudado en alguna medida en el proyecto que casi acaban de comenzar: vivir una vida plena.

Entre las muchas joyas que he recolectado de lectura casuales, hoy he tenido la suerte de encontrarme con el siguiente pensamiento de Ortega y Gasset y que quizá fotocopie y extienda por las paredes de mi centro: "Siempre es más fecunda una ilusión que un deber. Yo no creo mucho en la obligación, como creía Kant, lo espero todo del entusiasmo".


martes, 11 de febrero de 2014

LA INMIGRACIÓN EXPLICADA CON CLARIDAD Y HUMANISMO.

Como un aprendiz de Descartes, buscando un punto de apoyo con el que sostener el pensamiento, desgraciadamente podemos encontrar certezas tan absolutas como abominables. Me refiero a la inmigración, ese asunto por el que nuestra sociedad será condenada al fuego eterno en respuesta a su inacción y connivencia. Sobre este asunto, he quedado aturdido tras conocer al periodista italiano Gabriele del Grande. Si siguen el enlace podrán leer verdades que hacen llorar de vergüenza, además de la admiración que genera el protagonista.

lunes, 10 de febrero de 2014

INCLUSO LOS PERMANENTEMENTE ASOMBRADOS PUEDEN ESTAR CIRCUNSTANCIALMENTE DESCONCERTADOS.

Una niña me manda un escrito que ha preparado para poner en el blog de la escuela, unos padres me piden cita para abordar el curioso caso del comportamiento desatinado de su hijo, otros solicitan tutoría porque están muy preocupados con el desarrollo motriz, social y afectivo de su hija. A otra familia la cito yo para señalarles algunos acontecimientos muy preocupantes en torno a su hija (como era esperable, apenas me prestan atención). Los libros de filosofía para niños que descubrí (que me descubrieron) hace ya tantos años pasan de familia en familia dando lugar a reflexiones más o menos atinadas. Preparo varias unidades de aprendizaje para los distintos cursos. Hoy el viento se llevaba los conos, los cuadernos, y casi hasta a los niños, qué difícil trabajar así. Cada día relaciones con 60 compañeros. Cada día 150 niños con sus sonrisas, fuerza, temores, mil enfados y mil formas de afrontar la solución.

Cinco intensas horas diarias donde afortunadamente es imposible no dejarse arrastrar por el torbellino de energía que desprenden, o absorben, los niños. Luego llega el silencio y eso se debe afrontar de otro modo, supongo.