lunes, 13 de marzo de 2006

Dos dudas me acompañan:

El domingo ayudé un poco a mi hermanillo a estudiar lengua. Le he explicado muchas veces que aunque no vea sentido a algunas asignaturas, o crea que no le serán de utilidad, de una manera u otra le ayudan: le permitirán crear esquemas de razonamiento aplicables a otras situaciones, le ayudarán a crear diferentes maneras de entender las cosas, darán pie a nuevas realidades que podrán abrirle miles de caminos, etc. Pero luego, tras leer el contenido de su control de lengua, me cuestiono si mis palabras tienen sentido o sería mejor que se olvidara de la lengua, marchara a jugar unas partidas al futbolín y luego leyera un buen libro. En el Florido Pénsil eran curiosísimas e increíbles esas retahílas de palabras que debían aprender los niños sin saber muy bien por qué ni para qué ("...los gallegos son listos, precavidos, ...; los vascos son nobles, tímidos, ..."). Pues eso mismo me recordaban los valores morales presentes en la Celestina (libro que probablemente ya no leerá nunca), o las mil y una reglas de formación del género y número en los sustantivos.

Y segunda: cenando una de esas cenas que sólo una madre puede improvisar en 5' a unas horas escandalosas, estaba pensando sobre el curso, el trabajo, etc. En esas andaba cuando caí en la cuenta de algo: creyéndome como me creo integrante de un oficio milenario, un trabajo relevante en las diversas sociedades, algo lo diferenciaba de otros actualmente. Pensaba en los antiguos oficios artesanos donde la figura del aprendiz se acompañaba inexorablemente de la figura de su maestro. Más fácil aún: en cualquier empresa, por cutre que sea, el novato tiene al lado alguien que le enseña, o, al menos, le pega un palo cuando hace mal el trabajo. De repente sentí la gran importancia de este hecho, que por ser tan común no me había despertado gran reflexión hasta ahora. Así de claro, los maestros somos tan buenos, nuestra formación inicial tan genial, nuestros medios tan soberbios, nuestra implicación tan ejemplar, y bla, bla, bla, que estoy haciendo toda esta parte inicial del camino sin un maestro con 40 años de experiencia a mi lado. Ya sé que hay prácticas y esas cosas, pero entonces no era maestro. En la gestión de la escuela creo que hay procesos y aplicaciones que sólo se dan en ésta y que, por lo ineficientes o carentes de sentido, no se dan en ningún otro orden de la vida.