Ayer llevé a la escuela un erizo. Aproveché la ocasión que el animalillo me brindó para poder mostrarles a los alumnos algunas cosas: su perfecta cubierta de pinchos, su carácter, su dieta, su beneficio para el campo, etc. Al acabar la clase quedamos en el frontón para salir al campo a soltarle. Nadie acudió allí, sino que, impacientes, toda la clase me esperaba en la puerta de mi casa para hacer rápidamente nuestra tarea. En el campo le liberamos de unas cuantas garrapatas y le soltamos, tras más de una hora de mirar, tocar, preguntar. Todo un placer junto a mis alumnos.
En las clases todo se está haciendo muy complicado, ya que los últimos puentes hacen que las semanas sean muy atípicas. La próxima semana será la última semana del curso en la que podremos trabajar todos los días.
En cuanto a mi curioso alumno, hoy se ha alegrado de haber comenzado a estudiar historia. Me ha consultado sobre Carlomagno, sobre Pearl Harbor, y sobre por qué los rusos no descubrieron América antes si estaban tan cerca. Finalmente no ha hecho sino reseñar, una vez más, la necesaria formación del maestro en campos variadísimos.