Escribir es un bien preciado, así que vuelvo a intentar instaurar el hábito perdido. Que pensar y teclear robaran tiempo a los pasatiempos basura de la vida moderna sería fantástico.
Durante todo el periodo sin escribir, he pensado también menos. Si generalmente solían no gustarme las cosas que yo mismo escribía e incluso sentía pudor al releerlas, ahora me ocurre lo contrario (¡en ocasiones!): releo algunos textos y me sorprendo por haber hilado algunas buenas ideas que ahora mismo no sería capaz de generar y enlazar. El cerebro está fuera de forma.
A punto de acabar un nuevo curso, me he convertido definitivamente en un maestro grisáceo, con los maestros viejos y descreídos que se mueven más por la evitación de problemas que por las férreas convicciones éticas profesionales. Algunas carencias dolorosas han ido horadando ese canal. En general, creo que nos damos mucha más importancia de la que tenemos, que casi nada es demasiado grave y que gastamos una parte muy valiosa del tiempo en asuntos muy poco importantes. Al final será todo muy sencillo y la dificultad real radicará en darse cuenta de ello.
Intentaré volver a escribir sobre montañas, lunas, arrendajos y perros, escuelas e incluso políticos españoles, por incluir alguna pizca de humor. Hasta el próximo texto!
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