jueves, 10 de febrero de 2011

DOS O TRES COSAS ESCOLARES UN JUEVES ANTES DE DORMIR.

Las montañas y Orión

Les nombré hace unas semanas un libro de Gregori Luri, La escuela contra el mundo, que me había desestabilizado dos o tres de las tres o cuatro ideas que creía tener medio claras acerca de mi trabajo en la escuela. Hace poco escuchaba de un curso para docentes sobre cómo intervenir en el proceso de duelo de los niños tras la muerte de sus familiares. Otro curso trataba sobre mediación (¿ya se hacía mediación antes de que esta palabra se pusiera de moda?). Los títulos y los temas tan dispares ofrecidos en los cursos de formación para docentes darían para un escrito bien divertido. Hoy un familiar me manda un vídeo donde un señor inglés maldice la educación mundial por ahogar y eliminar la creatividad y el arte con el que todo niño viene al mundo,…, y así podría seguir un buen rato. Ya saben que es un tema recurrente tratar la escuela como el origen de muchos males, como el lugar donde otros tantos problemas han de solucionarse, y, por otra parte, para mayor curiosidad, socialmente la educación no está especialmente valorada (observen el prestigio de los estudios de magisterio en nuestras universidades). En principio, estos temas no me preocupan demasiado, pero, finalmente, la realidad es que contribuyen a crear una atmósfera de confusión en la que no sabes si acudir cada mañana a la escuela con una simple tiza, con una bandera arcoiris, o con un conjunto de artilugios variados con navaja suiza de cincuenta aplicaciones incluida.

La anterior introducción no tiene valor alguno, y simplemente ha servido para dar pie a contarles que hoy, esta semana incluso, ha sido uno de esos días en los que los alumnos están especialmente conectados y sientes que estás llegando a lugares afortunadamente alejados de las zarandajas mediáticas y polémicas. En una clase con bonitas vistas, en un pueblo al que hipnóticamente tuve que volver, con un grupo de diez alumnos con los que compartes el treinta y tres por ciento del tiempo que cada día pasas despierto, de repente, se forma silencio espectral y los rostros reflejan atención absoluta en lo que estás contando (mientras sientes que es un momento solemne y debes hacerlo muy bien)

Uno de estos momentos Nestcafé (copyright de la expresión para el maestro al que me refiero en el siguiente párrafo) es la lectura que esta semana mantiene las mentes bien despiertas y nuestros nervios en tensión. Supongo que me jubilaré leyendo cada curso Palabras de Caramelo y los otros libros de Gonzalo Mouré.

Por otra parte, algunas iniciativas emprendidas hace tiempo comienzan a cuajar y a dar sus frutos en cada área: chicos participando en talleres de escritura voluntariamente, chicos descargando Stellarium en sus casas y comprobando dónde encontrar a Orión la próxima semana, otros mejorando notablemente en parcelas en las que mostraban dificultades, etc. Y es sorprendente que algunos maestros son tan buenos que hacen que otros, en momentos puntuales, parezcamos buenos con el único mérito real de copiarles y seguir la huella que afanosamente abrieron.

Para acabar con los momentos Nescafé de esta semana, una de las experiencias más bonitas, y es que hoy hemos mantenido en clase una videoconferencia con una de las aulas de la escuela Jean Piaget. Desde el comienzo de curso mantenemos una pequeña colaboración donde nuestro papel inicial consiste en fabricar algunos juegos y herramientas que puedan ser de utilidad a niños con discapacidad motriz. Esta colaboración da pie a intercambio de cartas y otras propuestas como la realizada esta mañana. Así, mis alumnos han podido saludar y conocer en persona a tipos tan excepcionales como Eduardo, Ana, Alba, Aimara o Abel. Al acabar han surgido muchas preguntas y, de nuevo, he intentado estar a la altura de las circunstancias y transmitir todo el conocimiento y la sensibilidad que el tema exige, aunque he sentido grandes dudas sobre cómo abordar algunas cuestiones. Me quedo pensando. Que tengan buen viernes.