lunes, 30 de octubre de 2006

ALBORECA, COMPRAS, LIBROS.

Venía muy contento del CRIET de Alcorisa, casi sintiéndome ya del Matarraña, pero siempre hay un tonto dispuesto a cruzarse en el camino.

Quizá todo sea teatro, que no es poco. En un momento de la obra “Ojalá estuvierais todos muertos”:

- Agresivo ejecutivo ejerciendo de turista (AEEDT) (pongamos por caso a cualquier visionario de ARAMÓN): “¿Qué haces siempre parado?. Yo pescaría sin descanso todo lo que pudiese.
- Habitante de la isla (HDLI): ¿Y para qué?.”
- AEEDT: “Pues para pescar toneladas y toneladas, y con eso comprar un barco.”
- HDLI: “¿Y para qué?.”
- AEEDT: “Para pescar más peces, y con el beneficio comprar más barcos, y con mi propia flota pescar aún más.”
- HDLI: “Pero…, y después qué?.”
- AEEDT: “Estúpido isleño ignorante, con los millones ganados montaría mi propio astillero, y sería multimillonario, y cientos de personas dependerían de mí, y ganaría más y más dinero.”
- HDLI: “¡Sí!, pero…¿después qué?.”
- AEEDT: “¡Arrrgggg!...pues (¡rrrggggg!),..., ¡ya habría conseguido todo!, y me sentaría y descansaría.”
- HDLI: “¡Pero hombre!, ¡si eso es justo lo que hago yo!: ¡me siento y descanso. ¿Para qué todo lo anterior?.”

Marcelino, la luz que nos guía, seguro que pensaría que el isleño infeliz no sabría hacer ni mermelada.

Para mí ilustra fielmente la desmesurada estupidez humana orientada hacia ninguna parte: el ganar dinero como meta en sí misma, el acaparar poder, construir y crecer, construir …y crecer. Y todo sin saber aún quiénes somos.

Emilio es tío de mi novia Paula. Y le guardo respeto por diferentes razones:

En primer lugar, por el mero hecho de haber vivido cincuenta años más que yo. En segundo lugar, por ser una de esas personas de las que nunca sale nada malo: ni una protesta, ni una queja, ni un lamento. Nunca una mala cara y siempre dispuesto a ayudar y agradar. En tercer lugar, y esto me provoca admiración y nostalgia a partes iguales, ha vivido gran parte de su vida en el campo. Un campo duro, donde trabajo se escribía con mayúsculas. Y, por último, compartimos una visión muy similar de la vida.

Emilio suele afirmar que ahora todo es mentira. Y esta frase para mí supone un auténtico y exhaustivo tratado sobre la vida y las cosas que la adornan. Recuerda cuando dormían en el monte varias noches con la cosecha para que no la robaran, cuando comer pan suponía viaje va y viaje viene con la harina a cuestas, o cuando, simplemente, pasar el invierno era un importante reto. Esta vida le hace evocar sentimientos puros, nobles, reales y auténticos. Para bien o para mal, pero auténticos. Sin embargo, la vida parece que ha llegado a un punto en el que nada es lo que parece (ya no te puedes fiar ni de los tomates) y donde esa vida del pueblo, tan cercana, es a menudo caricaturizada. “Ahora es todo mentira”. Este blog nació cuando en mi cabeza rondaban muy vivamente estas ideas, tras leer a José de la Mula, en el libro de Severino Pallaruelo.

El sábado me intentaron engañar. Intentaron llevarme a comprar a Grancasa. Estoy seguro que el demonio vive allí. Me senté en un banco con unos abuelos (pobres, ahora no les dejan ni tomar el sol en un parque) y observé como entraban las oleadas de compradores a las tiendas. Cogían un cinturón, lo miraban desde distintos ángulos, lo ajustaban a su ropa, meditaban la trascendente decisión, …etc. Me preguntaba cuánto de lo que compraban necesitaban realmente, y me costaba quitarme de la cabeza la idea de una ciudad personificada, una especie de troll gigante, que generaba los mecanismos adecuados para hacer que sus inquilinos se moviesen al ritmo que ella marcaba. Los ritmos del cerebro en off, del tiempo de usar y tirar, de comprar y gastar. Amo el silencio que ahora mismo siento.

Para mis ya queridos alumnos de Peñarroya compré siete libros en un rastrillo benéfico de Zaragoza por once euros. Hará falta una poca de cola de carpintero, pero seguro que sus fotos y textos sobre animales nos ayudarán mucho y provocarán frecuentes exclamaciones de sorpresa. También he traído El Árbol Sabio. Don Gustavo, mi maestro de 3º, 4º, y 5º de EGB, nos leía un trocito cada día hace ya casi veinte años (madre mía…). Me gustaron tanto que los compré (mi madre los compró, claro) y los leí mil veces cada uno. Hace poco los encontré y me quedé paralizado. Ahora yo los recogía. Viajarían conmigo a Peñarroya e intentaría sembrar la misma semilla que Don Gustavo ya cultivaba hace tantos años. Cada día de escuela recuerdo a muchos de mis maestros.

(¡Viva Alboreca!).