En primer lugar, este contenido encuentra su origen hace tres años, al ser el objeto de trabajo del grupo Pintacoda durante ese curso. El curso de Ansó y de la felicidad. En ese momento nos introdujimos en las posibilidades pedagógicas de esta disciplina, la conocimos, intentamos adquirir conceptos e ideas básicas, …, y la pusimos en práctica en nuestras escuelas: escuelas de Hecho, de Ansó, unitarias como Jasa (creo que no me equivoco), o más grandes como la escuela San Juan de la Peña de Jaca. El vídeo editado de la coreografía final de mis alumnos de Ansó es un recuerdo que me acompañará siempre y que me emociona cada vez que lo veo.
Este curso he aplicado la unidad con el grupo de primer ciclo (nueve niños) y con el de segundo ciclo (catorce niños), y ha constado de unas dieciséis sesiones.
En primer lugar, la organización de la actividad es ciertamente costosa, debiendo movilizar mil y un materiales cada sesión, además del sistema de sonido propio del Paleozoico inferior que costaba montar un verano (mejor vean la foto).
Los elementos trabajados han sido aro, cinta, cuerda, y pelota. Las mazas implican un trabajo muy específico y un riesgo que evitamos. Además, durante la primera sesión y media hora robada a un recreo, los niños observaron vídeos de gimnastas en acción, de forma que pudieran representar mentalmente las nociones básicas de la motricidad en la que íbamos a nadar posteriormente.
A partir de allí, cada sesión abordaba cuestiones importantes en la progresión didáctica pertinente (sentido estético, búsqueda de la dificultad, dominio de distintos ritmos de ejecución, encadenamiento de acciones, …). Finalmente, las dos últimas sesiones sirvieron para preparar una coreografía que se mostró a los compañeros (de la propia clase y del otro ciclo) en la última sesión, y que éstos evaluaron mediante una hoja de observación.
No me entretendré con detalles de las sesiones, pero sí tengo que contar el valor de esta unidad en lo referente a: desarrollo de la sensibilidad y el sentido estético, desarrollo de la motricidad a través de los retos que exigen las habilidades propias de la disciplina, desarrollo de la capacidad reflexiva y del aprender a aprender (metaaprendizaje) consecuencia de la siempre presente necesidad de mejorar actuaciones, planificar acciones, cambiar propuestas, corregirse, etc, a sí mismo o a un compañero. Me quedo con la sensación de alguna clase en la que parecen conjurarse los dioses pedagógicos y todo fluye de manera excepcional: unos niños allá preparando su trabajo, otros practicando alguna tarea que así lo exigía, también unos pocos dialogando entre sí tratando de valorar y aportar ideas sobre lo observado en el compañero, … y todo ello en un ambiente de seriedad, trabajo, respeto, e implicación absoluto. Quizá este curso haya sido la EF el área en la que mayor progreso he tenido como maestro.
Me resulta difícil mostrar con cierta claridad qué ha representado realmente este trabajo, de lo que puede aportar esta área que los propios maestros aún consideran la pobrecica gimnasia. Me conformaré con haber transmitido algunas nociones sobre lo más significativo.
La última unidad de aprendizaje del curso y de mi estancia en Peñarroya de Tastavins será la de bicicleta. También será la última que impartiré en algunos años tal y como las he entendido (a grandes rasgos) hasta ahora. Los dos próximos cursos trabajaré en un centro de educación especial, así que en dos meses habrá que vaciar la mochila y prepararla para un nuevo viaje que, a priori, se presenta lleno de dudas, pero también de motivación por aprender y trabajar del mejor modo posible.
En todo caso, seguro que mi perspectiva de la escuela se habrá enriquecido sustancialmente dentro de dos años, y, por tanto, la mirada ante la vida también habrá ganado importantes herramientas para caminar con algo más de sentido.
¿Y en dos años qué, compañera?, ¿quieres sentir un poco de riesgo?. Cronómetro en marcha.