lunes, 11 de diciembre de 2006

DICIEMBRE ACUSADOR.

Diciembre es el mes en el que compruebo que soy un muy mal maestro.

En diciembre mi mesa es una montaña llena de libros, hojas sueltas, cuadernos sin corregir, notas con asuntos pendientes.

En diciembre, además, discurre mi tercera unidad de Educación Física, que trata la Expresión Corporal. Mi experiencia me demuestra que el contenido que mejor dominas (mi especialidad en este caso) suele ser el peor parado en la lista de prioridades a atender. Y si se da el agravante de encontrarme ante un contenido poco dominado como la citada expresión corporal, el resultado me deja disgustado cada día. Evidentemente las clases funcionan bien, los alumnos realizan un importante trabajo, …, pero mi labor se parece poco a algo organizado, sin una dirección e intención claras.

Conozco soluciones, lo que no es difícil (… más trabajo…), pero aún así llega un punto donde intentar hacer una programación personal para conocimiento del medio (una de verdad, no la de broma de los libros de texto), otra para el área de lengua (una que genera ganas de leer y escribir, no de lo contrario…), otra para educación física para mi clase, otra para educación física para segundo ciclo, leer la prensa diaria (el País, Heraldo de Aragón, Diario de Teruel, El Mundo, …) para que mis alumnos conozcan las noticias, intentar gestionar y animar el sistema de préstamo de libros que he improvisado, …, me supone una carga que llegados a este punto del calendario comienza a desmoronarse irremisiblemente. Añádase la claustrofobia de los miércoles. Y lógicamente debo leer, visitar, observar, estudiar, …, para poder encontrar por ahí, por los rincones del espíritu, algo que ofrecer a los alumnos.

Bien está que esto se parezca al vuelo de una mariposa, pero es que mi mariposa en diciembre vuela caótica y desorientada. Será el cambio climático.