martes, 25 de abril de 2006

Un nuevo martes tras un largo puente. Durante estos últimos años siempre ha habido varios temas recurrentes de los que discutía con Jaime o con otros compañeros. Estos temas solían partir de visiones inocentes de los problemas, pero aún hay algunos temas de los que aún puedo mantener un discurso parecido al de hace bastante tiempo.

Uno de estos asuntos se refiere a la formación del profesorado. Pero no a la formación oficial, sino a la personal. Y para no hablar demasiado, simplemente traigo aquí unas palabras leídas en el artículo de Javier Lacueva en el Heraldo Escolar: “la Real Provisión de 1771 recogía, entre otros aspectos, la necesidad de que el maestro poseyera un certificado de buena vida y costumbres”. Así pues, ya pensaron en esto antes que nosotros. Es divertido imaginar su aplicación actual.

Y hoy dos problemas en la escuela.

El primero es la historia de unos niños que cayeron en manos de los padres equivocados, y cómo esos niños van sufriendo penalidades hasta que su vida ya es demasiado complicada. Ni siquiera adiós pudimos decirnos.

El segundo cuenta el momento en el que los papeles del maestro y algunos otros elementos paraescolares sufren un cortocircuito, y el primero pasa a defender frente a los segundos algo que precisamente los segundos deben defender a toda costa. O lo que es lo mismo: pónganse casco, por favor.

Mañana tengo una reunión con una señora inspectora para hablar del desarrollo del proyecto de los Tablet PC. Le pediré el cargador y los bolis de repuesto, el amplificador de la señal wi-fi, y algunas otras cosas. Quizá tras siete meses esperándolo haya suerte.