viernes, 29 de octubre de 2010

SIN PÁJAROS EN LA CABEZA.

Quién fuera sarrio


¿Es importante la escuela para un pueblo pequeño? ¿hasta qué punto? ¿debe dedicar algún tiempo la familia a su hijo cada tarde? ¿cuánto? ¿qué debe pensar un alumno adolescente sobre diseño inteligente y creacionismo?

Buceo entre materiales recopilados de años pasados para intentar dar un poco de sentido a las programaciones de cada área y fundamentalmente llego a dos conclusiones-sensaciones: tengo una gran frustración al comprobar que podría mejorar notablemente en cada área con un poco más de tiempo, un poco más de trabajo, y con unos cuantos recursos materiales y personales que no tengo; crece el respeto y la admiración por los dos o tres maestros de referencia que hay en mi cabeza y de los que manan la casi totalidad de ideas que aplico en clase, puesto que conforme leo y busco no hago sino ser más consciente del trabajo ingente, brillante y generoso que hay tras ellos.

Especialmente me mantiene acobardado la EF, pues sé qué camino tomar en busca de la mayor coherencia curricular y beneficio pedagógico para los alumnos, pero no encuentro el material teórico necesario para aplicar las ideas en la práctica diaria.

Mientras esto sucede, en el pequeño pedazo de naturaleza que la ciudad aún no ha destrozado (en ello está), donde se puede oír al críalo y al cuco, al búho reál, tropezar con un jabalí, ver un picado de un halcón peregrino o el arponazo de una garza imperial, uno de los muchos que jamás debería tener un arma entre las manos (¿alguien sí?) ha cometido una acción tristísima para los que muchas tardes de invierno hemos aguardado con ilusión infantil el canto del macho en celo llamando a su compañera.