sábado, 10 de abril de 2010

UN NIÑO YA NO ESTÁ.


Después de tantos días sin escribir en este lugar, un buen puñado de acontecimientos especiales han hecho que la vida parezca más un sendero zigzagueante que una carretera recta.

En la vida escolar, que es buena parte de la vida, la muerte de un alumno de la escuela ha marcado trágicamente este mes y el curso entero. Su salud era débil, pero cuando un niño deja de estar en este mundo es siempre un hecho inconcebible. Yo estaba con ella tres horas a la semana. Sus padres, de los ejemplares, señalaban que estaban tranquilos porque había vivido cada día como un regalo, habían disfrutado y aprendido mucho juntos, habían conocido a personas maravillosas gracias a su hija, la pequeña les había aportado muchísima felicidad, y ellos habían hecho todo lo que estaba en su mano para dar la mejor vida posible a la niña. Ejemplos para aprender a vivir.

Tras el anterior párrafo, lo que sigo escribiendo no tiene valor alguno. Entiéndase de ese modo lo posterior.

Cuando van a cumplirse cinco años desde que conseguí la oportunidad para aprender a ser maestro, y después de repetir miles de veces mi pertenencia espiritual a las montañas y las tierras sencillas, mi incapacidad fisiológica y filosófica para la vida urbana actual, después de cientos de meditaciones, reflexiones, discusiones, enfados, argumentaciones, opiniones, … el destino provisional para el próximo curso es Ansó. Para quien lleva cuatro años diciendo a la gente que es ansotano, habiendo vivido casi toda su vida en la Granciudaddesarrollada, debería haber sido una alegría leer en la pantalla de este monitor tal destino, pero no fue así: tras el enorme descanso sentido una vez tomé la decisión de concursar y hube presentado la documentación necesaria para ello, el sentimiento experimentado al ver en la pantalla CRA Río Aragón, Puente la Reina de Jaca, mi primera y anhelada opción, resultó una mezcla extraña tras la cual apagué el ordenador, me puse las zapatillas y marché corriendo hacia las pequeñas montañas que me suelen ofrecer cobijo en la urbe hasta que mi corazón alcanzó unas pulsaciones que impedían pensar, sentir, disfrutar o sufrir. Quizá de valientes, como algunos dicen, quizá de estúpidos inconscientes, como otros afirman, la decisión significa demasiadas emociones revueltas como para poder asumirla con calma y repidez. En todo caso, maldición, hace sufrir a quien no debe.

El descanso laboral me permitió volver a vivir con el ritmo de la naturaleza: despertarme con el sol o con la lluvia, dormir bajo los pinos que crecen bajo las estrellas imperturbables desde hace décadas, hacer fuego para secar la ropa y las goteras del espíritu, contemplar hipnotizado por la magia cósmica Orión, la Osa menor y mayor, Sirio, Arturo, …caminar con el único ánimo de vivir. Además, esta vez la compañía no fue sólo del perrico Tastavín, por lo que la experiencia es probablemente la mejor que pueda vivir nunca.