Niño intrépido me manda foto. Riesgo, emoción, caída... levantarse y vuelta a empezar.
Desde hace varios años, quizá
desde que comencé a trabajar, cada curso me convierto enseguida en el profesor
arriesgado que hace cosas con los niños que otros maestros ni consideran por el
riesgo que en ello observan.
Escribo sobre este tema en
gran medida porque dar clase de EF a quinientos niños cada semana ha
multiplicado por diez los sucesos que estoy viviendo este año respecto a los
ocurridos los años anteriores. Por cuestiones meramente estadísticas encuentro
diez veces más golpes, más lloros, más lesiones leves y graves, más familias
enfadadas con o sin razón, que en los años anteriores, por lo que el asunto
adquiere una dimensión que obligatoriamente exige reflexionar.
Sin ir más lejos, los asuntos
más graves ocurridos este año ni siquiera han surgido específicamente del
trabajo de clase, sino de aspectos secundarios. Como luego escribiré, el
maestro de EF es seguramente quien asume más riesgos a la vista de su objeto de
trabajo, de la variedad de material empleado, del espacio donde desarrolla su
trabajo, de la complejidad de las relaciones que se establecen en clase entre
los alumnos. En primer lugar, una familia me acusó ante el equipo directivo de
maltratar a su hijo (le sujeté para que no pegara a otros compañeros, y el
asunto acabó al cabo de unos días con la disculpa de la familia por una acusación
tan terrible). En segundo lugar, hace pocos días explicaba unas cuestiones de
la sesión en la pizarra portátil cuando una ráfaga de viento la tiró y golpeó a
varios niños en la cabeza. Uno de ellos al acabar la mañana se mareaba y tuvo
que acudir al hospital para pasar unas horas en observación y prevenir
complicaciones. En este caso casi tuvo que ser la familia quien animara al
maestro por el susto que me di, pero en otras circunstancias, otra familia y
con un poco de mala suerte, quizá el maestro hubiera acabado en una difícil
situación legal (en cualquier caso, una vez comprobado que el alumno está bien,
maldita importancia tiene la legalidad, aunque te acabe llevando a la cárcel).
He pensado unos minutos cómo
enfocar esta entrada, y realmente hay muchos ángulos diferentes:
- La valoración y decisión
posterior del maestro entre riesgos a asumir y beneficios pedagógicos a
alcanzar. Ilustrativamente, el riesgo cero es no hacer absolutamente nada con
los alumnos más allá de tenerles lo más quietos que sea posible y devolverles
cuanto antes con sus familias. Evidentemente, no se hará con ellos ninguna salida
fuera de la escuela ni actividad alguna que pueda implicar una rozadura en el
pie.
- Cómo entendemos nuestra
responsabilidad en proporcionar experiencias importantes a los alumnos que
seguramente de otro modo no alcanzarán. Para el tutor puede pensarse en
actividades de teatro, de salidas a la naturaleza, visitas a museos,
convivencias de varios días… pero en el caso del maestro de EF esta perspectiva
está intensamente presente cada día desde el momento que las experiencias
motrices de los alumnos son cada vez más pobres… ¡y siguen siendo igual de
necesarias! (al respecto puede considerarse un tema que he tratado otras veces:
la prohibición explícita del juego
infantil en la mayor parte de los lugares de la ciudad donde este es
posible (plazas y calles peatonales, etc.) y, en general, un diseño urbano que
obvia completamente a sus habitantes más jóvenes). Así, hay niños que no han
montado en bici, que no han ido en patines, que no conocen una piscina, que no
han salido al campo a caminar, o más terrible, que no tienen otros momentos de
juego compartido fuera de las clases de EF.
-La americanización de nuestra
vida da lugar a presenciar hechos que hace quince años observaba con sorpresa
en la sociedad americana: me refiero en este caso a denunciar en el juzgado en
cualquier asunto de la vida. Muchos maestros temen este tipo de acciones por
parte de las familias y directamente optan por la vía de no tomar ningún
riesgo.
- La asignatura de Educación
Física implica movimiento, y el movimiento implica choques, caídas, roces,
cansancio, esfuerzo… forman parte de su naturaleza. En este sentido el maestro
de EF es el maestro más expuesto ante la problemática de la que estoy escribiendo.
- La sobreprotección de los
niños. Cada vez hay más niños que no saben qué es caerse, qué es hacerse daño…
lo que significa directamente que no juegan, que no se mueven. Se pueden
rellenar miles de páginas sobre la necesidad del movimiento y del juego
(desarrollo de la motricidad, de la autonomía, de la comunicación y la
socialización, hábitos saludables e integración de los mismos en la vida adulta;
forma parte, simplemente, de la naturaleza humana y más específicamente aún de
la del niño). Aquí incluyo una referencia a otro caballo de batalla: la
dinamización de los juegos en el recreo. Muchos maestros están tranquilos si
una mayoría juega a fútbol y los demás deambulan como abueletes en un geriátrico.
Considero que tenemos una responsabilidad importante en este momento escolar,
que, a su vez, se presta para compensar algunas de las carencias citadas
respecto al juego libre, a la relación con los compañeros, a conocer recursos
para utilizar en el tiempo libre de cada tarde. Muchas veces, aportar un matiz
positivo en este asunto no depende de grandes medidas ni grandes recursos: uno
de los juegos más divertidos que han descubierto en el recreo los niños de
segundo consiste en montarse en una caja de plástico (de las usadas para la
fruta) y ser arrastrados por varios compañeros mediante una cuerda. Aunque, por
supuesto, hay que convencer a compañeros que de entrada y por defecto
prohibieron el juego nada más verlo. Otras veces es simplemente la motivación
que aporta el maestro que participa un tiempo en el juego, o poder sacar al
recreo el material que se está utilizando en EF esos días (quieren mejorar un
poco más, comprobar lo aprendido en clase, etc; me refiero a bádminton, bicis,
patines, pelotas para juegos variados, cuerdas, aros, etc.), o cualquier otra
medida que haga del recreo un lugar de mayor dinamismo y aprovechamiento. Respecto
al tiempo extraescolar de los niños, sugerir que pidan regalos que les ayuden a
enriquecer sus actividades de juego y motricidad también puede ser una opción,
e incluso prestar desde la escuela algunos materiales para que practiquen y, en
su caso, valoren si los quieren comprar para disponer de ellos en cualquier
momento. Más aún, una medida relacionada con lo anterior y que estos días me
dedico a llevar a cabo, el profesor de EF puede mantener actualizado un listado
de posibles clubes, asociaciones, o actividades donde los alumnos encuentren
espacios y momentos extraescolares para desarrollar su motricidad, en
particular, y su personalidad, en general.
Pensando en las actividades más
bonitas, más provechosas y de mayor impacto para los niños que he realizado o
en las que he participado desde que soy maestro me acuerdo de las Semanas
Blancas que acompañé a los niños del colegio Doctor Azúa, en los lanzamientos de
niños por el aire a la piscina del Piaget o en sus progresos y tragos de agua
con el buceo, de las carreras en carros con ruedas por los pasillos
piagetenses, en viajes de varios días a distintos lugares sin otros maestros
acompañantes, en rutas con la bici por senderos de monte, en bajadas a buena
velocidad desde Zuriza, en almuerzos desde el escarpe de Juslibol contemplando
la efervescente ciudad bajo nuestros pies, en excursiones que acababan con los
niños de Peñarroya metidos en el río Tastavíns o con los de Ansó en el Veral
(mientras Carmen, la excepcional maestra que aún es ansotana, sufría y me
lanzaba miradas fulminantes), en la escalada en Linza, en dormir en la escuela
de Ansó con nuestros amigos zaragozanos, de cualquier semana CRIET, con maestros
con responsabilidad sobre mil niños en todo tipo de actividades, en actividades
de orientación con niños desperdigados por un amplio espacio y corriendo en
todas las direcciones… estoy seguro que si el principal criterio de valoración fuera
el riesgo asumido, la escuela perdería buena parte de su valor. Sencillamente,
como una parcela más de la vida, donde desde el momento en que te mueves hay
riesgo, pero donde si no te mueves… no hay vida.
Es una de las entradas más extensas que he escrito y, a pesar de ello,
concluyo con la sensación del tratamiento superficial. Escribir de temas muy
complicados en unas cuantas líneas quizá genere más asuntos importantes omitidos
que cuestiones igualmente importantes tratadas.