Cada barrio debe tener su dosis de césped y de bancos para que los niños puedan correr si la playstation se ha estropeado. El mío, anexo al rumor sordo de la autovía y sembrado de excrementos perrunos, sirve esta primavera para que una pareja de ánades reales pase un tiempo en su estanque. Allí estaba yo observando sus paseos, acicalamientos, inmersiones, cuando tres cachorros de humano de unos cinco o seis años se han acercado hasta su posición. Patos, se acabó vuestra calma esta mañana, he considerado con esperanza de equivocarme. Justo entonces han comenzado a gesticular y gritar a pleno pulmón “patos asquerosos, inútiles!”. Imaginen a tres niños gritando esto con todas sus fuerzas a uno de los pocos ejemplos de vida que pueden observar en su ciudad. Es terrible y desolador, he pensado. ¿Por qué les dirán asquerosos?, ¿por qué inútiles?, ¿acaso les conocen?, ¿por qué del desconocimiento surge ese odio, esa estupidez atroz y dolorosa?, ¿por qué no les han enseñado a maravillarse con ellos?
El jueves, niños y mayores disfrutaron del espectáculo de Slava Polunin en el teatro. Allí sentimos la mayor vergüenza de los últimos años escuchando a otros tres niños de cuatro o cinco años insultar a los actores con crueldad y mala educación alucinantes ante la pasividad absoluta de sus padres. Os odio, cabrones, os mataré, fueron algunas de sus expresiones. Por otra parte, al acabar la obra, sentimos la necesidad de acudir a la salida de actores, esperar a la niña de rasgos esquimales que aparecía en varios momentos de la obra e irradiaba armonía y belleza con su sonrisa magnífica, y regalarle un retrato humilde de la radiante Lilium martagon del valle de Bujaruelo.
Ayer, en Barcelona, visitamos a Alejandro, un alumno del curso pasado que este año ha tenido que viajar allí con su familia por cuestiones de trabajo. Ya he comentado alguna vez que en mi escuela los tutores realizan un trabajo tan exhaustivo y minucioso que acaban conociendo de un modo muy profundo a cada uno de sus alumnos: procesos cognitivos, hábitos, comunicación, juego, alimentación, emociones, y mil aspectos más son abordados en el trabajo diario, por lo que, en muchas ocasiones, los vínculos afectivos con los niños y la cercanía a sus familias son notables. Alejandro no sabía nada, así que cuando llegamos a su escuela y le dimos la sorpresa comenzó para él un día desbordante de alegría y felicidad junto a una tutora a la que quiere apasionadamente. Como pasamos el día con su familia, pude conocer a sus padres y a sus dos hermanos, que me regalaron uno de los ejemplos más hermosos, si no el que más, de familia unida, educada hasta el límite, cariñosa y, en concreto, de los tres niños que más ganas me han dado en los últimos años de llevarme a mi casa.
De vuelta a casa, de madrugada, mientras en el asiento de atrás curaban el sueño y el cansancio infinito, en los asientos delanteros no apareció señal de sueño a causa de la entretenida conversación sobre la educación especial, la educación física, la praxiología motriz, el currículum, los niños con plurideficiencia y su confinamiento en el olvido pedagógico, o los caminos tomados y por tomar.