martes, 13 de diciembre de 2005

Ya está en mis manos "Palabras de Caramelo", de Gonzalo Mouré. Un bonito relato sobre un niño saharaui y su camello. Espero poder leerlo pronto a mis alumnos.

Cuando llegué a este trabajo desconocía casi completamente qué recursos bibliográficos, audiovisuales, etc., podía utilizar con los alumnos, cuáles se adaptaban a sus edades. Por eso ayuda tanto poder recoger la experiencia de otros que ya iniciaron hace tiempo el camino. Por eso, por ejemplo, agradezco testimonios tan emocionados de una lectura como los que se suelen ver en la página de Mariano Coronas.

Después de estos años últimos de prisas, es un auténtico lujo poder visitar una librería (aquellas en las que los libreros conocen los libros que venden; los han leído), comprar unos cuantos, y disponer del tiempo y la calma suficiente cada tarde o cada noche como para leerlos. El único que sufre es el bolsillo.

Además del arriba citado, también compré para un hermano adolescente (...) la Tabla de Flandes, de A. Pérez Reverte, a quién me gusta mucho leer. También espero poder leer a Juan José Millás, que es alguien a quien siempre me ha gustado escuchar. Quedan pendientes dos recomendaciones de Víctor: Pirineo de Boj (Enrique Satue), y No se Fusila en Domingo (Pablo Uriel).

Por lo demás, ahora estamos preparando una obra de teatro para representar ante los padres antes de las vacaciones. Con el poco tiempo que llevo en esto y el odio que ya he acumulado hacia estas actividades. Creo que siempre se convierten en algo rutinario, puro espectáculo, un producto para que los padres graben con sus cámaras, y que aportan poco a los alumnos, además de fastidiar el ritmo de trabajo de la clase, que ya encuentra bastantes obstáculos en forma de fiestas y superpuentes.

También es momento de evaluaciones. Cada día entiendo esto menos. Ayer repasaba los informes de evaluación de los cursos pasados de los alumnos a quienes doy clase, para conocer lo mejor posible su trayectoria hasta este curso, y se me caía el alma al suelo al comprobar los indicadores que debo evaluar en Educación Física de forma "oficial". Son ridículos. Son indicadores que no abarcan la realidad a la que se refieren, y que, además, algunos de ellos, están completamente desfasados y abandonados en las corrientes educativas aceptadas actualmente. Y en dos o tres días... allí estaré, rellenando cosas que creo no existen.

En el resto de asignaturas aún no tengo el criterio necesario para hablar, pero creo que ese mismo afán de reducir la realidad de materias tan amplias y diversas a indicadores concretísimos y cerrados no es más que una artificialización con poco sentido.