martes, 26 de septiembre de 2006

MONTAÑAS E INMIGRANTES DESGRACIADOS.

En la página de la Plataforma en Defensa de las Montañas de Aragón leo esta opinión: “Soy ganadero de montaña, uno de los que no somos "la totalidad de ganaderos en contra del oso", como comentan los que dicen representarnos en la absurda "Mesa del Oso". En mi valle hay oso y yo estoy orgulloso de ello (…). Escribo estas líneas porque lo del otro día colmó el vaso de la ignorancia. Una osa y su osezno han sido vistos por Castanesa y Montanuy. Y leo con estupor el titular: “El ganado y el oso son incompatibles”. Lo he oído muchas veces, pero lo que diga gente dispuesta a que destrocen su precioso valle, ampliando Cerler, y construyendo todo lo que se pueda... es una pena. Eso sí que es incompatible con la ganadería. Pero, por lo visto, les da igual. Pueden estar tranquilos con el oso porque, por desgracia, nunca podrá vivir allí”.

Respecto a la inmigración, ayer me quedé con las ganas de comentar la posición suiza; no lo hice porque el artículo ya era demasiado largo. En referéndum, los suizos han aprobado unas nuevas leyes relacionadas con la inmigración. Seré breve. La ONU la considera “racista y xenófoba”, y, además, la ley limita la inmigración de ciudadanos extracomunitarios a personas altamente cualificadas y que demuestren que su actividad “servirá a los intereses económicos de Suiza”. Considero inconcebible señalar de forma tan manifiesta estas dos categorías de inmigrantes, y prohibir, tal cual, la entrada al grupo de los desgraciados.

Se agrava ese sentimiento que tuve el año pasado de ser el protagonista de ese número de circo consistente en mantener girando simultáneamente varios platillos sobre unas picas, o palos. Con criaturas tan pequeñas, mi labor en período lectivo se resume en girar un platillo con suficiente fuerza para que dure un buen rato, y, corriendo, volver a girar los otros platillos que están a punto de pararse. La cuestión es que estos platillos duran muy poco tiempo girando, comparados con los más mayores del año pasado, y, de momento, algunas clases están acabando con tales platillos todos rotos por el suelo.

Las actividades duran mucho menos de lo que tengo previsto a priori, y a ello se suma que los ritmos y grado de comprensión de los alumnos son extremadamente diferentes. Esto implica que me resulta muy complicado atender lo que cada alumno demanda en cada momento, plantear tareas apropiadas, ajustarme a sus niveles de atención, etc.

El jueves acudo a Fraga a las Jornadas provinciales de educación física. Tengo una gran ilusión de reencontrarme con compañeros del año pasado, y disfrutar un par de días de ese placer consistente en escuchar a otros en vez de hablar y hablar uno mismo sin parar.