Los asuntos tratados en los artículos anteriores me hacen recordar, más todavía, una especie de dilema, que no es tal, iniciado hace tres años durante una campaña de Semana Blanca en Villanúa.
Allí acudí como acompañante de los niños del Doctor Azúa de Zaragoza (por aquel entonces era monitor de comedor; una suerte de trabajo, lo aseguro). Esa semana coincidimos con muchos otros colegios y centros de secundaria, y compartíamos albergue con muchos de ellos. Por eso, conocí a muchos maestros y profesores de otros centros.
Ascensión era una señora que daba Educación Física en un instituto de Zaragoza. Una de las ideas que defendía se refería a que trataba de delimitar con rectitud la diferencia entre ser profesora y ser amiga. Ella era profesora y no amiga de los alumnos. Es decir, en resumen, su comportamiento en las clases era consecuencia única del lazo profesional que se establece con los alumnos por ser elementos necesarios del proceso, del trabajo, totalmente alejado de cuestiones sentimentales, amistosas, etc.
Por otra parte, mi trabajo con niños hasta ahora está siendo todo lo contrario. Desde la época como monitor de comedor, hasta ahora como maestro, pasando por cualquiera de los 32 trabajos anteriores, mi relación con los comensales, alumnos, deportistas, ..., siempre ha sido satisfactoria mucho más allá de lo puramente profesional: me han contado problemas personales, ilusiones, alegrías, enfados, anécdotas, y yo también les he contado a ellos. De hecho, aún intercambio correos con algunos de ellos (niños de 11 años, que me envían acertijos, y otros que rondan los 70), y creo que en cosas como ésta, o como las (tan bonitas) que cuenta Mariano Coronas, se encuentra aquello que puede hacer tan especial el oficio de maestro. Eso pienso de momento.
Una idea similar intenté defender en la última prueba de las oposiciones. Ahora comprendo que en ese momento es muy importante (quizá lo único importante) explicar bien qué entiendes por Escuela y Educación. En su momento, puesto que yo aún no lo veía, un benefactor lo vio por mí y me ayudó para que pudiera expresarlo.
De todos modos, no dejó de considerar que las escuelas son muy distintas entre sí, muy distintas de los institutos, muy distintos los alumnos, …, y gran parte de la relación que se establece con los alumnos viene determinada por algunas de estas cuestiones (quizá Ascensión no tuviera otras opciones). Creo que ahora mismo mis condiciones son idílicas (zona rural, tutor, problemas inexistentes en el alumnado, …) para aspirar a tener una gran relación con mis alumnos. Y en ello estoy.
Allí acudí como acompañante de los niños del Doctor Azúa de Zaragoza (por aquel entonces era monitor de comedor; una suerte de trabajo, lo aseguro). Esa semana coincidimos con muchos otros colegios y centros de secundaria, y compartíamos albergue con muchos de ellos. Por eso, conocí a muchos maestros y profesores de otros centros.
Ascensión era una señora que daba Educación Física en un instituto de Zaragoza. Una de las ideas que defendía se refería a que trataba de delimitar con rectitud la diferencia entre ser profesora y ser amiga. Ella era profesora y no amiga de los alumnos. Es decir, en resumen, su comportamiento en las clases era consecuencia única del lazo profesional que se establece con los alumnos por ser elementos necesarios del proceso, del trabajo, totalmente alejado de cuestiones sentimentales, amistosas, etc.
Por otra parte, mi trabajo con niños hasta ahora está siendo todo lo contrario. Desde la época como monitor de comedor, hasta ahora como maestro, pasando por cualquiera de los 32 trabajos anteriores, mi relación con los comensales, alumnos, deportistas, ..., siempre ha sido satisfactoria mucho más allá de lo puramente profesional: me han contado problemas personales, ilusiones, alegrías, enfados, anécdotas, y yo también les he contado a ellos. De hecho, aún intercambio correos con algunos de ellos (niños de 11 años, que me envían acertijos, y otros que rondan los 70), y creo que en cosas como ésta, o como las (tan bonitas) que cuenta Mariano Coronas, se encuentra aquello que puede hacer tan especial el oficio de maestro. Eso pienso de momento.
Una idea similar intenté defender en la última prueba de las oposiciones. Ahora comprendo que en ese momento es muy importante (quizá lo único importante) explicar bien qué entiendes por Escuela y Educación. En su momento, puesto que yo aún no lo veía, un benefactor lo vio por mí y me ayudó para que pudiera expresarlo.
De todos modos, no dejó de considerar que las escuelas son muy distintas entre sí, muy distintas de los institutos, muy distintos los alumnos, …, y gran parte de la relación que se establece con los alumnos viene determinada por algunas de estas cuestiones (quizá Ascensión no tuviera otras opciones). Creo que ahora mismo mis condiciones son idílicas (zona rural, tutor, problemas inexistentes en el alumnado, …) para aspirar a tener una gran relación con mis alumnos. Y en ello estoy.