Ayer me disponía a comenzar el puerto cuando vi un pajarillo muerto en la carretera. Al volver, estaba en el mismo lugar, pero, aún inmóvil, parecía tener un mínimo hilo de vida. Lo cogí y lo llevé a casa. Se trata de una Tarabilla común, un pequeño pajarillo de menor tamaño que un gorrión. Pudo herirse con el impacto de un coche, o por la fuerte tormenta de viento, el caso es que apenas se mueve, no se tiene en pie, y mantiene casi todo el tiempo los ojos cerrados. Cuando sostienes un ser vivo entre las propias manos, sientes sus latidos, su respiración, su mirada asustada, el asunto de vivir penetra en extraños callejones. Espero, en todo caso, que la pobrecita tarabilla no tenga la mala suerte de que un ser humano sea lo último que sus ojos vean.
Esta semana me propuse enseñar a los pequeños hombrecillos lo que era una encuesta. Evidentemente, nos pusimos manos a la obra. Diseñamos unas sencillas preguntas, le dimos la forma adecuada, y hoy han asaltado a toda persona que se movía por las calles del pueblo con el fin de que respondieran a las cinco cuestiones planteadas. Han trabajado por parejas, y para que volvieran a la escuela a la hora necesaria, les indiqué que todos trajeran un reloj. Para muchos, llevar reloj era una novedad, y han pasado el día preguntando a qué hora teníamos una clase, a qué hora empezábamos otra, etc., con el fin de poder contrastar y poder seguir la información en su reloj. Mientras subía las escaleras al lado de Cristian, él iba a clase de catalán, me ha preguntado: “José Luis, ¿hasta qué hora dura catalán?”, indicándole yo que hasta las diez y media. Entonces ha mirado su reloj y, con gran espanto, ha vuelto a preguntar: ¿hasta aquí!!!?, mientras señalaba el correspondiente espacio en la esfera. A continuación, ha lanzado uno de los suspiros más significativos que yo recuerdo. Creo que ha comprendido justo en ese instante lo lentas que transcurrirán para él muchas clases hasta dentro de unos cuantos años. A pesar de todo, Pablo, Paula, ya sabéis, disfrutad cada instante (aunque sea lunes, Pablo).
Y de nuevo, he sido premiado con dos regalos. Una niña de segundo ciclo, no demasiado trabajadora, ha bajado y me ha entregado unas hojas que han resultado ser… ¡poesías!. Me ha contado que le gustaban, y que había escrito ella unas cuantas, además de haber copiado otras que le gustaban especialmente. Las bajaba para que las viera. Lo hemos agradecido, y las ha leído para todos nosotros. Ahora pienso que debería haber aprovechado para mostrarle algún libro de poesía que tenemos en clase. A ver si mañana aún llego a tiempo. Por otra parte, un segundo niño nos ha traído otro par de animalillos disecados. Tener una colección de seres vivos muertos no me parece la mejor opción, pero con las oportunas precauciones nos sirven para algunas cosas. Y lo importante, lo de siempre, el interés de un niño que no es de mi clase por acercarse, prometernos su ayuda, negociar con su familia, y finalmente colaborar y poner su granito de arena para que nos vaya mejor. Gracias a ambos.
Esta semana me propuse enseñar a los pequeños hombrecillos lo que era una encuesta. Evidentemente, nos pusimos manos a la obra. Diseñamos unas sencillas preguntas, le dimos la forma adecuada, y hoy han asaltado a toda persona que se movía por las calles del pueblo con el fin de que respondieran a las cinco cuestiones planteadas. Han trabajado por parejas, y para que volvieran a la escuela a la hora necesaria, les indiqué que todos trajeran un reloj. Para muchos, llevar reloj era una novedad, y han pasado el día preguntando a qué hora teníamos una clase, a qué hora empezábamos otra, etc., con el fin de poder contrastar y poder seguir la información en su reloj. Mientras subía las escaleras al lado de Cristian, él iba a clase de catalán, me ha preguntado: “José Luis, ¿hasta qué hora dura catalán?”, indicándole yo que hasta las diez y media. Entonces ha mirado su reloj y, con gran espanto, ha vuelto a preguntar: ¿hasta aquí!!!?, mientras señalaba el correspondiente espacio en la esfera. A continuación, ha lanzado uno de los suspiros más significativos que yo recuerdo. Creo que ha comprendido justo en ese instante lo lentas que transcurrirán para él muchas clases hasta dentro de unos cuantos años. A pesar de todo, Pablo, Paula, ya sabéis, disfrutad cada instante (aunque sea lunes, Pablo).
Y de nuevo, he sido premiado con dos regalos. Una niña de segundo ciclo, no demasiado trabajadora, ha bajado y me ha entregado unas hojas que han resultado ser… ¡poesías!. Me ha contado que le gustaban, y que había escrito ella unas cuantas, además de haber copiado otras que le gustaban especialmente. Las bajaba para que las viera. Lo hemos agradecido, y las ha leído para todos nosotros. Ahora pienso que debería haber aprovechado para mostrarle algún libro de poesía que tenemos en clase. A ver si mañana aún llego a tiempo. Por otra parte, un segundo niño nos ha traído otro par de animalillos disecados. Tener una colección de seres vivos muertos no me parece la mejor opción, pero con las oportunas precauciones nos sirven para algunas cosas. Y lo importante, lo de siempre, el interés de un niño que no es de mi clase por acercarse, prometernos su ayuda, negociar con su familia, y finalmente colaborar y poner su granito de arena para que nos vaya mejor. Gracias a ambos.