Tras pasar a la consulta, en unos pocos segundos certificó mi problema: con apenas cruzar un par de miradas comprendió que mis neurotransmisores no neurotransmitían de la manera exigible a estos cacharros internos. Calculó sus pócimas y brebajes y me las dio a beber. Eran ya casi las once y no había tiempo para negarme. Ahora vivo con los neurotransmisores aún averiados, con el colocón del brebaje y con una percepción de mi cuerpo de la que desconfío profundamente. Siempre había dudado de la existencia, de la realidad, del sentido de la vida y de esas cosas típicas con las que uno queda muy bien dudando, pero nunca de mi cuerpo. Siempre había creído en él con fervor.
Bien, lo único que quería contar es que en la sala de espera me encontré con el querido cuadro que nos acompañó en clase de Peñarroya de Tastavíns durante dos años: el magnífico retrato de Ramón y Cajal junto a su microscopio. Esperando al neurólogo romántico en compañía de mis neurotransmisores averiados recordé cómo don Santiago ocupo el lugar del crucifijo y la foto del rey de España para aportar un poco de sensatez a ese lugar donde iban a pasar tanto tiempo menores indefensos ante símbolos difíciles de explicar. Lo bien que nos cuidó don Santiago durante esos dos años. El retrato también incluía la célebre cita sobre el cultivo del conocimiento (hace noventa años ya se intuía, imagino, nuestro afán enladrillador y expoliador), y que hoy está perniciosamente de actualidad al considerar el trato que nuestro país da a las personas que se forman e investigan para que nos podamos curar, suframos menos, tengamos una vida más cómoda, o nuestro planeta sea un poco mejor para los que vengan después. O dicho resumidamente, al observar el trato dado a la educación:
"Se ha dicho hartas veces que el problema de España es un problema de cultura. Urge, en efecto, si queremos incorporarnos a los pueblos civilizados, cultivar intensamente los yermos de nuestra tierra y de nuestro cerebro, salvando para la prosperidad y enaltecimiento patrios todos los ríos que se pierden en el mar y todos los talentos que se pierden en la ignorancia". Madrid 1º de Mayo de 1922.