jueves, 20 de diciembre de 2012

NEUROTRANSMISORES Y PROBLEMAS DE CULTURA CENTENARIOS.


Hace unos pocos días esperaba mi turno en la consulta del neurólogo. Eran más de las diez de la noche y aún quedaban otros pacientes después de mí, así que imaginé al doctor absolutamente loco o como un romántico de las neuronas y sus sinapsis. De esos que casi no quedan.

Tras pasar a la consulta, en unos pocos segundos certificó mi problema: con apenas cruzar un par de miradas comprendió que mis neurotransmisores no neurotransmitían de la manera exigible a estos cacharros internos. Calculó sus pócimas y brebajes y me las dio a beber. Eran ya casi las once y no había tiempo para negarme. Ahora vivo con los neurotransmisores aún averiados, con el colocón del brebaje y con una percepción de mi cuerpo de la que desconfío profundamente. Siempre había dudado de la existencia, de la realidad, del sentido de la vida y de esas cosas típicas con las que uno queda muy bien dudando, pero nunca de mi cuerpo. Siempre había creído en él con fervor. 

Bien, lo único que quería contar es que en la sala de espera me encontré con el querido cuadro que nos acompañó en clase de Peñarroya de Tastavíns durante dos años: el magnífico retrato de Ramón y Cajal junto a su microscopio. Esperando al neurólogo romántico en compañía de mis neurotransmisores averiados recordé cómo don Santiago ocupo el lugar del crucifijo y la foto del rey de España para aportar un poco de sensatez a ese lugar donde iban a pasar tanto tiempo menores indefensos ante símbolos difíciles de explicar. Lo bien que nos cuidó don Santiago durante esos dos años. El retrato también incluía la célebre cita sobre el cultivo del conocimiento (hace noventa años ya se intuía, imagino, nuestro afán enladrillador y expoliador), y que hoy está perniciosamente de actualidad al considerar el trato que nuestro país da a las personas que se forman e investigan para que nos podamos curar, suframos menos, tengamos una vida más cómoda, o nuestro planeta sea un poco mejor para los que vengan después. O dicho resumidamente, al observar el trato dado a la educación:

"Se ha dicho hartas veces que el problema de España es un problema de cultura. Urge, en efecto, si queremos incorporarnos a los pueblos civilizados, cultivar intensamente los yermos de nuestra tierra y de nuestro cerebro, salvando para la prosperidad y enaltecimiento patrios todos los ríos que se pierden en el mar y todos los talentos que se pierden en la ignorancia". Madrid 1º de Mayo de 1922.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

CLASES PARA WERT.

Anda por el ciberespacio un movimiento de defensa de la escuela pública que mantiene una postura enfrentada con la futura ley de educación del ministro estrella Wert. Una de sus iniciativas son vídeos donde diferentes maestros defienden sus posturas en torno a diferentes ámbitos curriculares. Pongo a continuación dos que me parecen llamativos. 

Hace unos años, en este blog, escribí sobre un preámbulo de una ley de convergencia europea en educación donde se hablaba de la educación como poderosa herramienta para el mantenimiento del sistema y el poderío económico europeo. Una vez más, todo es filosofía y todo depende de qué mundo vea, o quiera ver, cada uno a través de sus pupilas. A mí, una escuela convertida en herramienta al servicio de la economía me resulta difícil del aceptar. Lo terrible llega cuando esa economía predominante representa un sistema injusto, depredador, inmoral, que está generando dolor y daño en el planeta entero, a lo largo de cada uno de sus habitantes y lugares a los que no tocó la lotería de nacer o estar en el sitio afortunado. En fin, todo es muy difícil desde la mirada de un pesimista convencido.

 



Añado un tercer vídeo. Habla en este caso el pedagogo F. Tonucci. Criticado desde sectores de la pedagogía más tradicional, en cualquier caso sus reflexiones me parecen de valor.

martes, 11 de diciembre de 2012

LIGADURAS CON LO YA VIVIDO.


Como hemos escrito de su pueblo, ha pedido aparecer en el retrato

Hace unos pocos días pude continuar las visitas a los pueblos donde he trabajado y a los antiguos alumnos con los que en esos lugares compartí algún curso. Si sigo con el carácter docente nómada como hasta la fecha, dentro de unos pocos años tendré que invertir una buena cantidad de gasolina para mantener vivo el recuerdo. Quizá sea un problema de personalidad que apunte a la dificultad para romper vínculos y seguir hacia adelante. Quizá vuelvo a buscar esa parte de uno que inevitablemente se reparten como botín los niños de cada escuela cada año. Como siempre, quién sabe.

Por una parte me resulta terrible recorrer las calles de un lugar del que un día fui parte. Ver las calles que utilicé a diario, la casa en la que viví, las personas que fueron mis vecinos… con los ojos de un turista dominguero es desagradable. Me siento ajeno, un intruso que invade un territorio que ya no le pertenece.

Por otra parte, vuelve a ser magnífico encontrar cariño y complicidad en miradas que no se cruzan con la tuya desde hace años. En concreto, en Peñarroya de Tastavíns pude ver a familias y niños que no veía desde hace más de tres años. En ese pueblo fui oficialmente maestro por primera vez, después del año de prácticas ansotano, por lo que forma parte de muchos de los recuerdos más intensos, tanto para bien como para mal, de mi profesión. La viejera que sin esfuerzo se va acumulando permite también observar la evolución de los niños. Dar clase en la etapa de primaria significa la posibilidad de observar cambios vertiginosos en muy poco tiempo, en lo concerniente a lo físico y a lo mental. Dejar a unos niños de diez años y encontrarlos con catorce o quince, o recordar niños que finalizan primaria y observarlos ahora cercar de acabar bachillerato, es una experiencia bien curiosa. Recuerdo a los niños que conocí y los comparo con los adolescentes que son ahora: la niña que tantos problemas tenía y que ahora tiene más y más gordos (habiendo tenido la esperanza de que hubiera encontrado un poco de orden y claridad); el niño excelente que sigue teniendo la vida de cara; aquel que conserva similares intereses a los que tenía siendo un niño; la niña encantadora a la que se le ha cruzado un curso de la ESO, etc. En general, mi conclusión tiene que ver con el papel relativo, quizá confuso y ambiguo, de la escuela y los maestros, pues buena parte de las dificultades, o las bondades, apuntadas hace unos años no hacen sino confirmarse y aumentar.

Desde hace años he dejado constancia en este espacio de un asunto que me preocupa y que no comprendo en ninguna medida: los problemas cada vez mayores de los adolescentes en secundaria. Primera duda: ¿me ajusto a la realidad al decir “problemas cada vez mayores en secundaria” o simplemente es una percepción sesgada de la realidad por mi parte? Hace no demasiados años, en una clase de 30 alumnos una buena mayoría aprobaba todo, algunos suspendían unas pocas asignaturas y unos pocos alumnos suspendían la mayor parte de las áreas. Desde hace unos años, ¿diez o quince?, los alumnos que aprueban regularmente todas las asignaturas son minoría, y es sencillo encontrar a muchos alumnos que suspenden muchas asignaturas. Más aún, desde que tengo experiencia al otro lado de la barrera, en la docencia, me encuentro con alumnos que en primaria muestran un buen rendimiento, una gran capacidad, y en secundaria arrastran grandes problemas, pasando a ser alumnos mediocres en muchos casos e incluso repitiendo algún curso. No sé si este hecho acepta un enfoque simplista: falta de exigencia en primaria, falta de esfuerzo en secundaria, diferencias acusadas en la metodología, quizá incluso de las finalidades, entre primaria y secundaria, etc. No tengo la menor idea, pero resulta desolador recordar alumnos brillantes en sexto de primaria y encontrarlos atascados e incluso repitiendo en secundaria.

Al margen de lo anterior, palabras tuiteables: mientras el mundo sea tan extraño y confuso, admiraré a aquellos capaces de hacerse entender con diez o quince palabras. Si algunos no lo conseguimos en cien folios…

lunes, 3 de diciembre de 2012

NIÑAS SILVESTRES Y DIENTES DE CABRA.


Ya es diciembre de 2012. Seguimos con vida, así que debemos mantener el intento de aprovecharla.

Hace unos días concedieron un premio al proyecto de colaboración mantenido los dos años anteriores entre la escuela de Ansó y el CEE Jean Piaget. Seguramente servirá como estímulo para mantenerlo. También hace unos días recibí una carta de un querido alumno ansotano. La carta giraba en torno a unas experiencias que había vivido con el tema de la discapacidad de fondo. Este niño es magnífico: la sensibilidad ante cualquier circunstancia en una de sus grandes virtudes, pero considero que la escuela le ayudó a canalizar ese don hacia un contenido que de otro modo quizá no hubiera conocido. “Conduce, cocina, pinta, lee, escribe…, y siempre dice que la discapacidad no está en el cuerpo, sino en la mente y el corazón. (…) Me parece increíble la gran fuerza de voluntad que tiene porque, aún no teniendo pies, en vez de rendirse siguió luchando”. El verdadero reconocimiento del trabajo escolar se encuentra en el crecimiento personal de los niños.

En buena parte motivado por la carta anterior, acudí el fin de semana a ver a mis alumnos del año pasado. Habían pasado cinco meses y ya era momento para superar, o aparcar, el duelo por las montañas, los niños libres y la vida simplificada. En los dos días pude compartir múltiples situaciones. En sintonía con el párrafo anterior, los niños aludieron a libros, noticias, personas…, que de algún modo habían conocido en la escuela, lo que es un motivo de alegría, pues creo que la escuela tiene una notable función en ensanchar el mundo que se representa en su mente y dedico buen porcentaje de los esfuerzos pedagógicos a ello.

Por último, dejaré aquí escrita la memorable anécdota de la niña silvestre que, habiendo perdido su diente, intentó engañar al Ratoncito Pérez con un diente de cabra primero y otro de jabalí después. Lógicamente el pobre ratón escapó anunciando el cese del negocio.

Que tengan una saludable semana.