jueves, 7 de octubre de 2010

LA VIDA NO AVANZA, SE ESCURRE.

Quizá esté entre las hojas del suelo, o entre las copas de los árboles. Quizá en algún agujero. Quizá no exista.


Hoy andaba a media tarde explicando qué es la célula, ese soporte extraño de la vida. Me acordaba, a la vez que hablaba, de documentales, libros, artículos de revistas, y finalmente, mientra les explicaba la grandeza de la célula, mi diálogo interior concluía que no tengo la menor idea sobre la célula. Qué disparate: pasar la vida explicando cosas que apenas conozco y casi nunca comprendo. Pudiera quedar el consuelo de que llegados a cierto nivel casi nadie, o nadie, entiende realmente nada, pero a estas alturas del viaje esto ya no ayuda.

Los días pasan con la impagable compañía de los amigos, con la satisfacción de dar clase en un pueblo, de estar con niños de tres años observando a través de sus ojos que todo lo han de ver aún y, en dos minutos, compartir un pedazo de día con adolescentes que comienzan a sentir el vértigo de la vida de que se avecina, plena de emociones y acontecimientos.

He gastado en un rato de compras el presupuesto escolar de este año y parte del próximo. Quizá debamos declarar la quiebra pedagógica. Necesitamos cientos y miles de artilugios. Necesitamos incluso unas mesas, armarios y estanterías, pero el departamento dice que no dice nada, como la virgen del pilar. Que no tiene dinero porque lo ha gastado en no sé qué cosas.

La vida se escapa entre los dedos y, al intentar sujetarla, sólo consigo que caiga más rápido.