Ahora mismo en el paisaje de la foto se impone un silencio absoluto. Con un poco de ingenio, evitando los resplandores megaurbanos del oeste, puedes salir de paseo bien entrada la noche, sentarte y dejar que el frío se mezcle con la oscuridad y la quietud hasta hacerte sentir cosas tan extrañas como reconfortantes. No sabría explicarles mejor, es un asunto de las emociones.
Siento una enorme afinidad por los desamparados. Por eso, el sábado mientras esperaba sentado en el aeropuerto de Zaragoza a que se resolviera el problema de la alarma nacional, sentía pena por los controladores aéreos. Al fin y al cabo, simplemente nos han fastidiado unos cuantos cientos de minutos (de vacaciones, para la mayoría). Otros gremios, con sus campos de golf, pistas de esquí, euríbores, recalificaciones, corrupciones, ..., están especializados en quitarnos o en romper a diario cosas de mayor valor. Y tampoco nos enfadamos tanto.
Hoy en el recreo, una niña de nueve años ha sacado unas agujas y un ovillo de lana y se ha puesto a hacer ganchillo. Todo es más sencillo. Esta niña era la evidencia incuestionable.