Cuando uno está tan fuera de lugar como yo, no pasa día sin pensar en las ideas propias, sin pensar: “la madre del cordero, ¿por qué no haré las cosas más sencillas?, buena parte del problema tiene que estar en mí”. Por eso consuelan algunos encuentros, charlas, correos o, como en este caso, una breve entrevista a Umberto Eco en la que puedo reconocer muchos pensamientos compartidos: este señor nombra a su abuela, sin cultura alguna, como motor de su pasión por la lectura, y a una maestra, la señorita Bellini, como “una de las personas que más ha influido en su vida” (en un solo año de docencia), y como “la persona que les estimuló para escribir, para contar, a ser espontáneos”. O del profesor de filosofía “que podía interrumpir la clase para hacerte escuchar a Wagner”.
Umberto Eco también compara nuestra época con la caída del Imperio Romano, y afirma que los jóvenes hoy apenas tienen posibilidades para transformar, para provocar cambios, debido en buena parte “a la globalización y la pérdida de las ideologías”, a no ser que ocurra como hace mil quinientos años “con el nacimiento de las órdenes monásticas: te encerraban en el monte, en un convento, e intentabas salvar la espiritualidad y el conocimiento que pudieras mientras el mundo se desmoronaba. Hoy puede haber jóvenes que van al desierto a poner en práctica una vida ecológica. Eso es lo máximo que se puede hacer: no cambiar el mundo, sino retirarse del mundo”.
Me hace sentir cierto escalofrío comprobar cuánto se identifica este blog con esta idea de retirada.
Hace unos días repartimos las revistas realizadas en el segundo trimestre. Estas publicaciones supusieron la opción de autofinanciar con un trabajo escolar las iniciativas que estaban en el aire al comenzar el curso y que no contaban con excesivo apoyo de ninguna parte: ordenador para nuestra aula, dotación de libros para la biblioteca de clase, materiales para la idea de las madres lectoras, etc. En todo caso, tuve muchas dudas en mezclar una actividad de los niños con un asunto económico, pero a la vista de las necesidades y las ventajas, repartimos las revistas entre los niños pensando en recibir un euro y medio de cada una. El medio euro sufragaría aproximadamente lo invertido en fotocopias, y con el euro esperábamos comprar seis o siete libros para la clase cada trimestre. El problema lo encuentro cuando cada día recibo a través de los niños más quejas de los familiares por el precio e incluso los hay que no han creído necesario ni quedarse un solo ejemplar como recuerdo de aquello que un día hizo su hijo. Esta actividad, como otras, requiere cierto esfuerzo que parece compensarse al ver el resultado, la motivación de los niños por escribir, las felicitaciones que les dan los vecinos del pueblo, etc., pero cuando, otra vez, parece que nado contra corriente y que lo que yo veo como algo magnífico en la formación de los niños, el resto de implicados lo ven como una pérdida miserable de tiempo, o una tontería, pues ya no sé bien en qué dirección tirar.
Hoy hemos abordado un punto que el currículum deja a decisión del claustro: las asignaturas suspendidas con las que un alumno necesariamente deberá repetir. Evidentemente han surgido opiniones que valoraban la importancia que cada uno atribuye a cada asignatura. Yo he manifestado que consideraba la Educación Física tan importante como cualquier otra, si no la que más. He sido el único con esta opinión, y el resto de maestros la colocaban en las posiciones y prioridades tradicionales. ¿Qué hacemos dedicando tantos ratos a hacer de esta (y otras) asignatura algo digno, algo importante para la vida de los niños, si finalmente todo se resume en saber matemáticas y lengua?. Lo dejaré aquí.
Jaime tuvo que reconocer ayer que por conocer todas las características del virus de la gripe, ésta no deja de doler.
Y actualizo con algo bonito: hace cinco minutos he acabado una clase de Conocimiento del Medio dedicada a Universo. Hemos apurado diez minutos más como casi siempre. Un niño antes de irse se ha acercado, me ha agarrado la cabeza para llegar a darme un beso, me lo ha dado y me ha dicho: gracias José Luis, en esta clase he aprendido más cosas que en todos los años anteriores juntos. Y lo que realmente maravilla es la espontaneidad de un niño para manifestar sus sentimientos.
Umberto Eco también compara nuestra época con la caída del Imperio Romano, y afirma que los jóvenes hoy apenas tienen posibilidades para transformar, para provocar cambios, debido en buena parte “a la globalización y la pérdida de las ideologías”, a no ser que ocurra como hace mil quinientos años “con el nacimiento de las órdenes monásticas: te encerraban en el monte, en un convento, e intentabas salvar la espiritualidad y el conocimiento que pudieras mientras el mundo se desmoronaba. Hoy puede haber jóvenes que van al desierto a poner en práctica una vida ecológica. Eso es lo máximo que se puede hacer: no cambiar el mundo, sino retirarse del mundo”.
Me hace sentir cierto escalofrío comprobar cuánto se identifica este blog con esta idea de retirada.
Hace unos días repartimos las revistas realizadas en el segundo trimestre. Estas publicaciones supusieron la opción de autofinanciar con un trabajo escolar las iniciativas que estaban en el aire al comenzar el curso y que no contaban con excesivo apoyo de ninguna parte: ordenador para nuestra aula, dotación de libros para la biblioteca de clase, materiales para la idea de las madres lectoras, etc. En todo caso, tuve muchas dudas en mezclar una actividad de los niños con un asunto económico, pero a la vista de las necesidades y las ventajas, repartimos las revistas entre los niños pensando en recibir un euro y medio de cada una. El medio euro sufragaría aproximadamente lo invertido en fotocopias, y con el euro esperábamos comprar seis o siete libros para la clase cada trimestre. El problema lo encuentro cuando cada día recibo a través de los niños más quejas de los familiares por el precio e incluso los hay que no han creído necesario ni quedarse un solo ejemplar como recuerdo de aquello que un día hizo su hijo. Esta actividad, como otras, requiere cierto esfuerzo que parece compensarse al ver el resultado, la motivación de los niños por escribir, las felicitaciones que les dan los vecinos del pueblo, etc., pero cuando, otra vez, parece que nado contra corriente y que lo que yo veo como algo magnífico en la formación de los niños, el resto de implicados lo ven como una pérdida miserable de tiempo, o una tontería, pues ya no sé bien en qué dirección tirar.
Hoy hemos abordado un punto que el currículum deja a decisión del claustro: las asignaturas suspendidas con las que un alumno necesariamente deberá repetir. Evidentemente han surgido opiniones que valoraban la importancia que cada uno atribuye a cada asignatura. Yo he manifestado que consideraba la Educación Física tan importante como cualquier otra, si no la que más. He sido el único con esta opinión, y el resto de maestros la colocaban en las posiciones y prioridades tradicionales. ¿Qué hacemos dedicando tantos ratos a hacer de esta (y otras) asignatura algo digno, algo importante para la vida de los niños, si finalmente todo se resume en saber matemáticas y lengua?. Lo dejaré aquí.
Jaime tuvo que reconocer ayer que por conocer todas las características del virus de la gripe, ésta no deja de doler.
Y actualizo con algo bonito: hace cinco minutos he acabado una clase de Conocimiento del Medio dedicada a Universo. Hemos apurado diez minutos más como casi siempre. Un niño antes de irse se ha acercado, me ha agarrado la cabeza para llegar a darme un beso, me lo ha dado y me ha dicho: gracias José Luis, en esta clase he aprendido más cosas que en todos los años anteriores juntos. Y lo que realmente maravilla es la espontaneidad de un niño para manifestar sus sentimientos.