lunes, 9 de enero de 2006

S- ¿Ya habéis pasado la pantalla amarilla?
D- Yo esa ya la he pasado hace horas!.
Profesor- D, ¿cómo eres tan mentiroso si sólo llevamos aquí 20'?.
D- Pero, ¿es que a ti cuando estudiabas para ser profesor no te enseñaron lo que es el sarcasmo (con gran aplomo, gesto firme y convencido)?.
Ya avisé hace unas semanas que DIS es un genio. Y la verdad es que no, en magisterio no me enseñaron mucho acerca del sarcasmo, ni de tantas otras cosas.
No pensaba hablar de ello, pero ya que estoy: ¿por qué he oído tantas veces quejas y burlas acerla de la calidad de nuestra formación inicial y nunca he oído propuestas sobre necesidad de cambiar y ampliar esta formación?. Quizá sean problemas míos de selección auditiva.
Y no sé los demás, pero ahora que tengo tiempo de leer me avergüenzo de las lagunas que poseo en tantos y tan importantes contenidos. No ya sobre aspectos culturales generales (de esos ni hablamos, que me da la risa), sino de aspectos totalmente propios de mi trabajo. No conozco nada de Ramón Acín, nada de Joaquín Costa, nada de la ILE, nada de las misiones pedagógicas, nada de la escuela y la república, nada de la escuela del Florido Pénsil, nada de nada, o poco.
¿Alguien tiene alguna explicación a estas carencias (mías)?, ¿las puedo justificar de algún modo?.
Hoy hemos vuelto a las clases. He llevado varios de los libros que me encargaron los niños, desde algunos de dragones hasta otros de historia, tal cual, a palo seco. Y en ellos se han sumergido ya muchos de ellos. La Niña del Pelo corto y el Niño del Tren, la esperanza de Reverte, y mía.
Además, todo ha sido acompañado de un agujero tremendo en la pared, con el que esperamos podamos comunicar nuestra clase y la de infantil (para que en caso de alguna urgencia, el profesor no tenga que dejarlos solos ni un segundo), y de un increíble y maravilloso día de nieve. Aquí es donde uno comprende qué es la estética, qué es un paisaje sobrecogedor.
Otra cosa me sorprende desde el día en que llegué, y no es menos importante que cualquiera de los otros aspectos que tanto alabo. En la escuela de Ansó, si necesitas una caja, un palo, una mesa, una silla, un armario, un radiador, una mesa de ping-pong, un niño, un loqueseacuandosea, sólo tienes que hablar con el encargado de mantenimiento del ayuntamiento (con quien me cruzo 5 veces cada día) y pedírselo. Al día siguiente ya lo tienes preparado. Aquí la gran civilización aún no ha exportado sus complejos, burocráticos, tecnológicos, y ciberautomáticos sistemas de resolución de problemas. Aquí las cosas aún se hace del modo sencillo, personal, y natural. Y sí Jaime, me llama la atención. Yo no elegí donde nacer, y tuve mala suerte.