domingo, 20 de agosto de 2006

Leo aquí un nuevo desastre en torno a las oposiciones de educación.

Hace pocos meses fueron los candidatos a bomberos de la DGA los que vieron cómo estaban obligados a hacer la última prueba de sus oposiciones sin conocer los criterios de evaluación.

Aún recuerdo cuando mi presidente de tribunal en las oposiciones de secundaria me decía que “no me preocupara, que era mejor que no conociera los criterios de evaluación” que iban a aplicar en una determinada prueba.

Para educación primaria, la primera prueba, la que elimina de un plumazo al 80% de opositores, es justo la más subjetiva, la que apenas permite diferenciar lo muy bueno de lo muy malo. Tribunales agotados, aburridos, adormecidos, maltratados. Temario de hace mil años, con temas sin aplicación alguna e, incluso, temas que tratan conceptos superados y que ya no existen.

Sinsentidos eternos, injustificados, que se amparan en la dificultad de juzgar con total ecuanimidad a todos los aspirantes, o en la inercia de un procedimiento que lleva años así, o por qué sé yo.

Sí, más bien lo último, qué sé yo cómo se puede consentir un procedimiento nefasto aplicado a unas pruebas en las que van dos cosas de, supongo, cierto valor:
- La vida entera de algunas personas que llevan años preparando una prueba, luchando por su vocación en ciertos casos.
- La educación de generaciones enteras, condenados a soportar a personas sin vocación ni preparación que ese estúpido filtro no es capaz de detectar; a la vez que no pueden beneficiarse de otros tantos que se quedan en el camino preguntándose incrédulos y aturdidos qué es en lo que han fallado.

He hablado con mucha gente de esto. Recuerdo ahora una charla con José María y David, del CRIET de Calamocha. El caso es que siempre coincidimos en que el asunto es complicado, pero que se podía hacer un poquico mejor…

¿De quién depende?, ¿por qué no se introduce nunca un mínimo cambio en el proceso?, ¿por qué ni se estudia el problema?, ¿por qué los propios maestros lo admitimos como normal y no hacemos nada?, ¿POR QUÉ?.

Pronto vuelvo a mi tierra. En cinco días estaré en Ansó. Y nadie sabe lo feliz que me hace ese reencuentro.