martes, 20 de octubre de 2009

CUANDO DIEZ ENTRE DOS ES IGUAL A DIEZ Ó A CERO.

Tastavín abraza a su hermana adoptada, que ya vive en la parcela que se ha comprado

Digamos que escribo a unos dos metros del suelo desde una casita de madera con vistas al paraíso.

Si hace unos días me deslumbró el dato del precio de la botella de vino de la boda real, hoy me desconcierta la candidatura de Madrid para las olimpiadas, que ha costado diecisiete millones de euros. Casi tres mil millones de pesetas, para los que pensamos al modo tradicional. Ayer a la hora de comer, una señora rumana llamó a nuestra puerta pidiendo un poco de comida porque estaba muerta de hambre y no tenía trabajo ni medio para valerse, recordando una escena que no era demasiado infrecuente hace unos lustros cuando yo era niño y mi madre solía entregar algún paquete de espaguetis o de arroz. Al bocadillo de pan ansotano con salchichón, tomate y aceite que le entregamos le calculo un coste de un euro y medio, lo que significa que la candidatura de Madrid se podría haber ahorrado el esfuerzo y haber entregado directamente más de quince millones de suculentos bocadillos a personas hambrientas. O invertir en educación, en cultura, en investigación,…; medio mundo languidece y el otro medio se recrea en su fortuna.

Las fiestas del Pilar han concluido. Hace unos días, unas horas antes de su comienzo, me encontraba en un parque haciendo ejercicio mientras escuchaba la radio. El alcalde de Zaragoza se divertía diciendo que sus fiestas eran ejemplo nacional por el civismo de sus disfrutantes. Mientras esto escuchaba, se mostraba antes mis ojos un panorama desolador de latas, escombros, excrementos, cristales, vasos, …que los disfrutantes habían extendido en todo el perímetro de uno de los puntos de interés de las fiestas. Incluso las vallas de cuatro metros que habían colocado para proteger el parque habían sido derribadas por los disfrutantes en pleno apogeo del disfrute cívico. Miraba aquello y no entendía nada. No entiendo semejante muestra de indiferencia hacia lo que es de todos, el destrozo gratuito, los operarios limpiando con rápidez para lavar la cara a la ciudad y considerando cómo colocar las vallas ante la inminente nueva oleada de bárbaros alcoholizados ávidos de destrucción y violencia. Es la fiesta. En otras se desangran animales hasta el delirio de los disfrutantes. Así nos divertimos. En Heraldo se puede leer hoy que la ciudad vuelve a la rutina tras generar cuarenta toneladas extra de basura cada día de fiestas. Es una buena cifra, supongo.

Para acabar, dos eventos a los que acudir: la impresionante muestra de papiroflexia en el centro de historia, y las jornadas sobre educación y libertad en la Facultad de Educación de Huesca.