lunes, 12 de diciembre de 2005


Ansó...
Enlazo hoy también con algo que ha comentado mi compañero en el artículo anterior:
Se refería a algunas carencias, algunas necesidades, de los maestros en cuestiones como inmigración, interculturalidad, etc. Desde que estudiaba magisterio siempre he pensado que me gustaría escribir en algún lugar sobre algunas cosas relativas a la formación inicial del profesorado. Muchas veces bromeábamos entre varios compañeros sobre la posibilidad de escribir un libro con algunas de las cosas que veíamos en las clases.
La cuestión es la siguiente: según distintos estudios estadísticos, magisterio es una de las opciones universitarias vistas como menos exigentes y poco "dignas" por los propios estudiantes. Del mismo modo, la asignatura de educación física (que me atañe directamente) es aún más desconsiderada y menospreciada (revelador a este respecto por ejemplo el libro sobre Educación física y salud de Sánchez Bañuelos).
A lo que voy: durante mis estudios he visto profesores que no han dado ni una sola clase durante el trimestre (a veces ni se acercaban a la clase), profesores que han impartido asignaturas que desconocían completamente, profesores que trataban contenidos alejados totalmente de cualquier aplicación escolar (ahora me doy cuenta), ... y así hasta mil ejemplos.
A ello le sumaremos que muchos estudiantes comienzan la carrera, la continúan, y la acaban, motivados exclusivamente por ese carácter poco exigente de las asignaturas, lo que hace que el ritmo en las clases, el ambiente de trabajo, de aprendizaje, diste mucho del ideal.
No dejo de recordar también muchos alumnos muy trabajadores e implicados y algunos profesores que ojalá hubieran impartido siete u ocho asignaturas en vez de una.
Desde que tomé la decisión de qué estudiar he tenido multitud de discusiones con amigos y conocidos tratando de justificar tal decisión, tratando de convencerles, y, a veces, de autoconvencerme yo mismo, de que aunque la exigencia en las clases no tuviera nada que ver con algunos de sus nobles estudios, un alumno de magisterio tenía la opción de aprender y estudiar tanto o más que cualquier otro alumno del campus (ahí estaban los estantes de la biblioteca para dar la oportunidad de demostrarlo). Creo que no he llegado a convencer completamente a ninguno de estos compañeros.
En definitiva, ya hemos hablado otras veces de algunos problemas de consideración social negativa de la escuela, de problemas con padres, de inmigración, etc., pero yo sigo pensando que poco se puede exigir a estos elementos externos cuando nuestra propia formación inicial es tan pobrecica y admite tantas situaciones injustificables, y, amparados en lo complejo de los trámites administrativo-universitarios, en la libertad de cátedra, en San Pepe, en las fiestas de los jueves, en..., unos y otros aceptamos que todo siga como sigue.
Evidentemente, hablo con la mayor humildad posible, y con el único ánimo de expresar, ni siquiera denunciar, un hecho que me hace pensar y enfadar desde hace ya varios años.