miércoles, 11 de enero de 2006

Tengo cierto problema moral.
Hace unas fechas Jaime hablaba sobre las horas complementarias, sobre el trabajo del profesor una vez acabadas las clases.
El dilema se me plantea cuando me doy cuenta que en la preparación de las clases, por poder, se puede invertir el tiempo que cada uno quiera, sin límite alguno: el trabajo nunca se acaba, siempre hay cosas pendientes, otras por completar, asuntos por pensar.
Y la cuestión es que, más allá de lo estrictamente legal, ¿dónde puedo poner el límite de lo "moral"?; un límite que no se contradiga con un buen compromiso profesional.
Esta cuestión puede parecer estúpida y sencilla: el límite cada uno lo pone donde puede y quiere y ya está. Pero no. Me confunde no tener un trabajo donde al final del día compruebas que has sacado adelante la producción exacta marcada para ese día; al contrario, al acabar el día se plantean multitud de cuestiones a solucionar, variados caminos de ampliar el trabajo realizado hasta la fecha.
En definitiva, estoy en pleno proceso de fijar hasta dónde estoy dispuesto a comprometerme con mi trabajo. Si además la vida cada año te lleva a un lugar, unas veces te aleja de la familia, otras veces te acerca a la naturaleza, etc., aún es más complicando dar, cada año, a cada parcela personal un lugar y una importancia racional.
Cambiando de asunto, veo en una página de un colegio fotos de excursiones donde muchos niños aparecen con puntos blancos sobre su cara. ¿Alguien podría explicarme cuál es el sentido de esta ley de protección de la imagen del menor?. ¿Qué es lo que se protege?. Yo lo entiendo como un sinsentido más de los muchos que rigen, cada vez más, nuestra vida, que, a la vez, aleja sus preocupaciones de los asuntos auténticamente importantes.
Respecto a las clases, estamos intentando diseñar lo que será un trabajo ("proyecto") de conocimiento del medio para este trimestre alejado del libro de texto, es decir, alejado de contenidos aburridos, repetidos cada año, y ejercicios mecánicos mas aburridos aún.
Ayer mandé a una niña copiar quince o veinte veces algo así como "una alumna tan educada como yo no debe decir palabras tan malsonantes durante la clase". Hoy su madre me ha devuelto las copias firmadas y con una interrogante: ¿los padres también deberíamos copiar 100 veces las palabras tan malsonantes que decimos en casa con los niños?. Yo añado: ¿los padres deberían dejar de fumar si en la escuela se hace un gran esfuerzo por transmitir hábitos saludables a los niños?; ¿los padres deberían dedicar un pequeño rato cada día a leer con sus hijos si en la escuela se hace un gran esfuerzo por fomentar este hábito?. Y tantas otras. ¿Respuestas?.