Instante feliz
Ha ocurrido inesperadamente. Cuando me disponía a reencontrarme con los espíritus de la oscuridad en su horario habitual como fruto del ritmo natural y no de las ensoñaciones febriles, se me han abierto los ojos comos dos grandes rodajas de sandía y por el escenario teatral que existe en alguna parte de la cabeza han comenzado a transitar y danzar atropelladamente imágenes e ideas cautivadoras y sugerentes. Sin darme cuenta he ido hilando ideas y encadenando posibilidades hasta llegar a un punto en que me encontraba tan alejado del punto de partida que el latir sobresaltado del corazón me ha hecho buscar la calma y volver a la realidad. A la realidad y al sillón donde escribo estas letras que ahora mismo surgen; escritura intempestiva e impetuosa que también hacía mucho tiempo no sucedía. Qué extraordinario el poder de las palabras y de las imágenes. Y el de la imaginación. Paula se levanta y me pregunta qué demonios hago. No lo sé, ciertamente.
Mis dos últimos escritos han surgido de un estado febril delirante y del despertar impulsivo y obsesivo de los primeros sueños de la noche. Quizá sea esto interpretable en algún sentido, positivo o negativo.
Por cierto, mientras esas ideas ligeras y bellas se arremolinaban, saltaban, reían, sugerían, acariciaban y prometían, sonaba Divenire, de Ludovico Einaudi. Les aseguro que sonaba allí adentro la sexta o séptima composición de Divenire, y eso, forzosamente, ha de ser buena señal de algo, vaya que sí. Para que me crean, hagan el favor, escuchen Divenire, de Ludovico Einaudi.
Si me aceptan considerar esto como un sueño, hoy sí que he soñado algo por lo que empezar a trabajar mañana mismo. Que duerman bien.
Mis dos últimos escritos han surgido de un estado febril delirante y del despertar impulsivo y obsesivo de los primeros sueños de la noche. Quizá sea esto interpretable en algún sentido, positivo o negativo.
Por cierto, mientras esas ideas ligeras y bellas se arremolinaban, saltaban, reían, sugerían, acariciaban y prometían, sonaba Divenire, de Ludovico Einaudi. Les aseguro que sonaba allí adentro la sexta o séptima composición de Divenire, y eso, forzosamente, ha de ser buena señal de algo, vaya que sí. Para que me crean, hagan el favor, escuchen Divenire, de Ludovico Einaudi.
Si me aceptan considerar esto como un sueño, hoy sí que he soñado algo por lo que empezar a trabajar mañana mismo. Que duerman bien.