miércoles, 16 de agosto de 2006

En ocasiones, cuando veo un edificio en ruinas, siento unas extrañas sensaciones.
Especialmente cuando el edificio mantiene intactas algunas de sus paredes mientras que otras están caídas o rotas, por lo que puedes asomarte a su interior y contemplar lo que allí hay.
En ese momento siempre pienso en que en esa estancia, entre esas paredes, sobre ese suelo, hubo hace poco o mucho tiempo vida: personas que se querían, sufrían, discutían, hacían sus quehaceres diarios, ...; justo en ese mismo agujero que mis ojos ahora contemplan vacío y hueco. Me resulta extraño y triste. Me parece como una especie de ilusión óptica de la vida, o quizá del tiempo.
En este caso, el edificio es una escuela. Está fotografiada en nuestra aventura mediopirenaica. En la imagen aún se aprecian parte de las letras. Creo que no hace falta ni siquiera considerar mi oficio para sentir una pena especial. Una escuela en ruinas es una imagen que simboliza no sólo muchos niños y maestros acallados ya por el tiempo, sino también mucha gente, y especialmente un pueblo, que suele contemplar como la decadencia de su escuela no es sino un indicio de su abandono y el aviso de su próxima desaparición.
(Jaime on holidays).