jueves, 23 de agosto de 2007

BACTERIA QUE COGE, BACTERIA QUE MATA. VIVIR A CONTRAPELO.


"Bacteria que coge, bacteria que mata", así de malísimo es el cloro zaragozano según el jefe del Servicio de Ciclo Integral del Agua del Ayuntamiento de Zaragoza. Y eso son argumentos técnicos.

Me sorprende lo del agua en Zaragoza (aquí otro ilustrativo artículo): la irracionalidad de una ciudad desmesurada como ésta provoca hechos tan increíbles como que su agua sea apenas bebible, y que tenga que pasar unos procesos previos que parecen de Star Trek. Por otra parte, y a la vez que dicen que el agua zaragozana es muy rica y se echan frente a los fotógrafos un gran trago, glup, glup, glup, cual Fraga en pleno baño playero, también dicen que se va a coger agua de Yesa para que estemos todos más tranquilos. Ésta es buena, pero ya cogemos otra. El crecimiento de la ciudad hace venenosa el agua circundante y la solución consiste en coger otra. Me sorprende. ¿A alguien se le ocurre pensar que algo falla en el modo de vida cuando el agua está de este modo?; ¿alguien piensa en que quizá no todo vale cuando los efectos relacionados con un elemento vital como el agua son éstos?; ¿qué pasará cuando las grandes plataformas logísticas o industriales (todas son las más grandes de Europa, qué bien) funcionen a todo trapo?. Por otra parte, al alcalde en funciones estos días, el señor Gimeno, también canta aleluyas por este sistema de canalización desde el Pirineo. Justo de esos sitios donde viven esos que hace poco su compañero llamaba pueblerinos. Y finalmente, sobre las implicaciones de todo esto en el recrecimiento de Yesa: respecto al mismo, "nuestro problema es garantizar el abastecimiento" (de Zaragoza, se entiende). No obstante, anotó que "nunca el Ayuntamiento de Zaragoza ha estado en contra del recrecimiento, y seguimos en esa línea". Esto es sensibilidad y solidaridad. El enésimo rizo del rizo.

Para la escuela, ya estamos haciendo algunos fichajes. Hay negociaciones con un par de personas que aportarán grandes cosas a mitad de curso, con unos cuantos libros que no rebajan sus pretensiones económicas, y con un programa, cortesía de Guillermo, que nos permitirá viajar a unos cuantos años luz de la tierra y bailar con las estrellas. También hemos iniciado trámites virtuales para que los niños se acerquen de una manera nueva a las palabras.

He de hablar con él. Parece una confabulación de ambos, sabedores de mis dudas existenciales. Estoy seguro que inicialmente esos libros tenían otro contenido, pero, al acercarme a ellos y abrir sus páginas, rápidamente las palabras se diluyeron y transformaron en aquellas que yo quería, y no debía, leer. Supongo que el señor Osuna, a bordo del OCCIDENTE, será amigo de Cipriano Algor, el alfarero: “(…) pero te equivocas. Éste no es mi mundo en absoluto. Yo soy ajeno a esto; me siento aquí como un inmigrante forzoso, un desterrado. (…) Yo no soy de hoy. Aunque sigo pisando la misma tierra ibérica no soy de esta España. Mi tierra natal, la de mis raíces y donde crecí, no es ésta. (…) Les pasa a muchos, pero se adaptan al molde en que nos meten, como zapatos en horma, y acaban por no darse cuenta. Incluso procuran reeducarse. Yo, en cambio, cultivo la diferencia, la conservo. (…) Mira Martinillo, aprende que todos los que vivimos a contrapelo, en un ambiente a disgusto, nos vemos forzados a llevar una doble vida. (…) Ya estoy viejo para actuar y me resigno a que la bota me pise el cuello, pero al menos no beso esa bota y protesto cuando puedo porque hay que seguir en las batallas aún sin esperanza de victoria, como repite siempre mi amigo Kolhaas” (extraído de La Senda del Drago, de José Luis Sampedro).