No puedo pensar apenas en otra cosa. En una de esas circunstancias casuales por las que un artículo concreto de una revista aparece frente a los ojos y se deja leer, aprendí que el líquido más caro del mundo es el veneno de un reptil americano cuyo nombre no recuerdo. Cotizaba a un buen puñado de miles de euros el mililitro, lo que se justificaba en su escasez y necesidad como materia prima para elaborar el antídoto. La noticia finalizaba indicando que el precio del veneno hacía insignificantes otras cifras, como los siete mil (sí, 7.000) euros que costaron cada una de las botellas de vino de la boda del príncipe de los españoles.
Estoy empeñado en ser mejor persona cada día, lo cual apunta hacia el comportamiento equilibrado, la bondad hacia los otros seres, no criticar bajo ningún concepto (salvo el propio comportamiento para mejorarlo), etc., pero aún no he llegado a un nivel suficiente de control para hacer frente a disparates tales. Por eso, me concederé una pequeña licencia: pienso que gastar siete mil euros por cada una de las muchas botellas que bebieron ese día es un acto infame, y que esta infamia aumenta y se convierte en inmoral cuando proviene de tal persona, entre cuyos representados hay abundantes que no ganan el dinero de una de esas botellas en un año. Más aún cuando el personaje en cuestión aparece con frecuencia en países donde sus habitantes tienen una vida en condiciones calamitosas y él diserta sobre la cooperacón y la ayuda humanitaria.
Por estas y otras razones pienso que lo más razonable sería ir ahorita mismo a su casa de cuatrocientos y pico millones, sacarlo de las orejas y colgarlo de sus reales testículos en la bandera mayor del reino mientras el dibujante de El Jueves le hace un buen retrato para la portada del mes. Dicho esto, intentaré seguir siendo mejor persona.
Estoy empeñado en ser mejor persona cada día, lo cual apunta hacia el comportamiento equilibrado, la bondad hacia los otros seres, no criticar bajo ningún concepto (salvo el propio comportamiento para mejorarlo), etc., pero aún no he llegado a un nivel suficiente de control para hacer frente a disparates tales. Por eso, me concederé una pequeña licencia: pienso que gastar siete mil euros por cada una de las muchas botellas que bebieron ese día es un acto infame, y que esta infamia aumenta y se convierte en inmoral cuando proviene de tal persona, entre cuyos representados hay abundantes que no ganan el dinero de una de esas botellas en un año. Más aún cuando el personaje en cuestión aparece con frecuencia en países donde sus habitantes tienen una vida en condiciones calamitosas y él diserta sobre la cooperacón y la ayuda humanitaria.
Por estas y otras razones pienso que lo más razonable sería ir ahorita mismo a su casa de cuatrocientos y pico millones, sacarlo de las orejas y colgarlo de sus reales testículos en la bandera mayor del reino mientras el dibujante de El Jueves le hace un buen retrato para la portada del mes. Dicho esto, intentaré seguir siendo mejor persona.