Mamá y papá pato sobre el Ebro.
Coscorrón es una palabra maravillosa (plena de sonoridad y de sentido; de hecho, creo que sería significativa aún sin significado) que, además, forma parte del vocabulario gestado en etapas infantiles de la vida, entre juegos, carreras, moraduras y bocadillos de queso con tomate. Hoy he evocado esta palabra y me ha recordado la importancia de la seguridad en determinadas prácticas de educación física. Afortunadamente, en el propio cuerpo. Desafortunadamente, en los tiempos modernos al coscorrón se le llama traumatismo craneoencefálico leve. Coscorrón gordo, al fin y al cabo.
Hace unos días pensaba en mis años de estudios universitarios, en sesudas clasificaciones y organizaciones conceptuales, en hondas reflexiones, en decenas de trabajos y cientos de hojas llenas de letras y letras que intentaban abarcar y delimitar el hecho pedagógico. Y pensaba todo esto durante los casi cuarenta y cinco minutos de sesión piscinera en los que me dediqué a dar infinitas vueltas a la misma con un niño en brazos mientras le daba besos en la oreja para que se calmara y relajara mínimamente.
Paréntesis. La pasada semana visitó Zaragoza José María Aznar. Me hubiera gustado anunciarlo en el blog, e incluso acudir a la presentación de su libro con firma de ejemplares incluida. Para verle la cara, a ver si es de verdad. Para observar también los alegres rostros de quienes entregaban sus libros dispuestos a recibir su firma.
Y también la animada semana pasada, acudieron a la escuela unos alumnos de otro centro Zaragozano que, junto a su terapeuta, nos enseñaron a jugar a boccia, deporte similar a la petanca adaptado a las personas con graves limitaciones de movimiento. Resultó impactante e impresionante observar a los participantes jugar y tomar absolutamente todas las decisiones relativas al juego. Y verles sonreír satisfechos cuando comprobaban que el aplauso recibido no era gratuito, sino que se debía a una acción que auténticamente habían desarrollado ellos, lo cual constituye un pequeño tesoro en el universo de la educación especial. Escribiré sobre este asunto con mayor detalle.
Y despedida con los libros: la biblioteca escolar comienza a tomar forma. Con ideas prestadas de unos y otros se va poniendo en marcha un espacio que acaba de nacer, donde no hay apenas ni muebles, y que en poco tiempo ha de convertirse en un lugar de referencia en el colegio, en un pequeño rincón que genere importantes recursos pedagógicos para cada una de las, tan diferentes, aulas.
Coscorrón es una palabra maravillosa (plena de sonoridad y de sentido; de hecho, creo que sería significativa aún sin significado) que, además, forma parte del vocabulario gestado en etapas infantiles de la vida, entre juegos, carreras, moraduras y bocadillos de queso con tomate. Hoy he evocado esta palabra y me ha recordado la importancia de la seguridad en determinadas prácticas de educación física. Afortunadamente, en el propio cuerpo. Desafortunadamente, en los tiempos modernos al coscorrón se le llama traumatismo craneoencefálico leve. Coscorrón gordo, al fin y al cabo.
Hace unos días pensaba en mis años de estudios universitarios, en sesudas clasificaciones y organizaciones conceptuales, en hondas reflexiones, en decenas de trabajos y cientos de hojas llenas de letras y letras que intentaban abarcar y delimitar el hecho pedagógico. Y pensaba todo esto durante los casi cuarenta y cinco minutos de sesión piscinera en los que me dediqué a dar infinitas vueltas a la misma con un niño en brazos mientras le daba besos en la oreja para que se calmara y relajara mínimamente.
Paréntesis. La pasada semana visitó Zaragoza José María Aznar. Me hubiera gustado anunciarlo en el blog, e incluso acudir a la presentación de su libro con firma de ejemplares incluida. Para verle la cara, a ver si es de verdad. Para observar también los alegres rostros de quienes entregaban sus libros dispuestos a recibir su firma.
Y también la animada semana pasada, acudieron a la escuela unos alumnos de otro centro Zaragozano que, junto a su terapeuta, nos enseñaron a jugar a boccia, deporte similar a la petanca adaptado a las personas con graves limitaciones de movimiento. Resultó impactante e impresionante observar a los participantes jugar y tomar absolutamente todas las decisiones relativas al juego. Y verles sonreír satisfechos cuando comprobaban que el aplauso recibido no era gratuito, sino que se debía a una acción que auténticamente habían desarrollado ellos, lo cual constituye un pequeño tesoro en el universo de la educación especial. Escribiré sobre este asunto con mayor detalle.
Y despedida con los libros: la biblioteca escolar comienza a tomar forma. Con ideas prestadas de unos y otros se va poniendo en marcha un espacio que acaba de nacer, donde no hay apenas ni muebles, y que en poco tiempo ha de convertirse en un lugar de referencia en el colegio, en un pequeño rincón que genere importantes recursos pedagógicos para cada una de las, tan diferentes, aulas.