La vida sigue su curso.
Empezaré por una cuestión de las llamadas de Perogrullo: si preparas las clases... las clases funcionan mejor. Yo me entiendo: he comentado alguna vez que en este segundo trimestre, entre algunas ideas nuevas que estamos poniendo en marcha, trabajo que se empieza a acumular, papeles que se amontonan, etc., iba un poco apurado. Pero intento dedicar el tiempo necesario a planificar cada día porque compruebo cada momento que esa planificación tiene repercusiones en todos los sentidos (aprovechamiento del tiempo, control del grupo, satisfacción final con lo realizado, etc.).
Recuerdo una de esas fotografías que la memoria va almacenando: curso pasado, un poco de sueño, esquivando coches y viendo niños escondidos fumando el primero del día. Yo alegre a buscar a los niños de 3º para hacer Ed. Física, "hola hermana Teo, ¿qué tal va todo?". Su tutor, Antonio, con su mesa, y casi él, cubierta de cuadernos, notas, cartas, papeles, carpetas. Cada día que pasaba más papeluchos por todas partes.
Y este año, igual que esa especie de "ilusión de lo ya vivido" que me asalta en el patio recordando Campo, también me voy muchas veces de mi clase y aparezco en esa clase de la Anunciata, pensando que al profesor se le apoderan los papeles. Y entonces algún alumno me llama, vuelvo, y comprendo (porqué mi mesa está como está). Déjà vu.
Algún día habrá que hablar de Cristian. De nuestro amigo de Campo. De cómo la suerte y el azar (y 10 días de calor y enfados), en buenas dosis, deparan caminos tan dispares, tan insospechados. De tribunales donde un fantasma ha abducido al presidente.
Tenemos en marcha un experimento psicológico. Intentaremos conocernos un poco mejor a través de la ayuda de los compañeros. El primer voluntario es el que esto escribe.
Empezaré por una cuestión de las llamadas de Perogrullo: si preparas las clases... las clases funcionan mejor. Yo me entiendo: he comentado alguna vez que en este segundo trimestre, entre algunas ideas nuevas que estamos poniendo en marcha, trabajo que se empieza a acumular, papeles que se amontonan, etc., iba un poco apurado. Pero intento dedicar el tiempo necesario a planificar cada día porque compruebo cada momento que esa planificación tiene repercusiones en todos los sentidos (aprovechamiento del tiempo, control del grupo, satisfacción final con lo realizado, etc.).
Recuerdo una de esas fotografías que la memoria va almacenando: curso pasado, un poco de sueño, esquivando coches y viendo niños escondidos fumando el primero del día. Yo alegre a buscar a los niños de 3º para hacer Ed. Física, "hola hermana Teo, ¿qué tal va todo?". Su tutor, Antonio, con su mesa, y casi él, cubierta de cuadernos, notas, cartas, papeles, carpetas. Cada día que pasaba más papeluchos por todas partes.
Y este año, igual que esa especie de "ilusión de lo ya vivido" que me asalta en el patio recordando Campo, también me voy muchas veces de mi clase y aparezco en esa clase de la Anunciata, pensando que al profesor se le apoderan los papeles. Y entonces algún alumno me llama, vuelvo, y comprendo (porqué mi mesa está como está). Déjà vu.
Algún día habrá que hablar de Cristian. De nuestro amigo de Campo. De cómo la suerte y el azar (y 10 días de calor y enfados), en buenas dosis, deparan caminos tan dispares, tan insospechados. De tribunales donde un fantasma ha abducido al presidente.
Tenemos en marcha un experimento psicológico. Intentaremos conocernos un poco mejor a través de la ayuda de los compañeros. El primer voluntario es el que esto escribe.