sábado, 20 de diciembre de 2014

PEDAGOGÍA DE LA PODREDUMBRE.

Pedagogía basada en la muerte y en los seres de la podredumbre

En una tierra crasa y llena de caracoles
yo mismo quiero cavar una fosa profunda,
donde pueda holgadamente tender mis viejos huesos
y dormir en el olvido como un tiburón en la onda.

Yo odio los testamentos y yo odio las tumbas;
antes que implorar una lágrima del mundo
viviente, preferiría invitar a los cuervos
a sangrar todas las puntas de mi osamenta inmunda.

¡Oh, gusanos! negros compañeros sin orejas y sin ojos,

ved cómo hasta vosotros llega un muerto libre y alegre;
filosóficos vividores, hijos de la podredumbre,

A través de mi ruina pasad sin remordimientos,
y decidme si hay aún alguna tortura
para este viejo cuerpo sin alma ¡y muerto entre los muertos!

Vuelvo a Baudelaire porque es quien mejor explica mi cabeza. Incluso mi forma de dar clase. Los testamentos no los comerán ni los gusanos, no los desgarrarán ni los cuervos. Muerto y ya está. Mientras tanto, sortear los obstáculos que nuestra conciencia plantea con el menor daño posible, propio y ajeno. Los papeles son el sentido que los burócratas no encuentran en la existencia. Para ellos todos. 

sábado, 13 de diciembre de 2014

DESDE EL NORTE, ESPESURA BIEN NEGRA.

Hace unos días me sentí como en los peores claustros que he vivido en mi carrera. El equipo directivo nos transmitió las nuevas imposiciones de la administración ante las que no concibo una reacción distinta a la rabia, la frustración, el enfado y, finalmente, la risa. Para los no conocedores, afortunados, hay una moda administrativa consistente en exigir a los maestros el cumplimiento en su labor diaria de un millón y medio de indicadores diversos. En concreto, la administración anda ahora especialmente fascinada por los criterios de evaluación y el desglose de cada uno de ellos (los estándares de evaluación, los criterios de evaluación, los instrumentos de evaluación y todos los miembros que puedan imaginar de esta alegre familia). En concreto, pretenden que cada actividad que realizamos en el aula refleje de antemano sobre qué indicadores de evaluación estamos incidiendo.

Llegados simplemente en este punto, el despropósito ya es grande, pues realizar el documento diario en el que asociar la citada asociación (actividad-indicador del cumplimiento del criterio de evaluación) exigiría un tiempo no incluido en el contrato (yo calculo dos horas diarias para ello), sin considerar que parece cabal aceptar que el grueso principal de nuestro tiempo de preparación de clases debe ir justo a eso: a preparar las mejores actividades posibles. Imaginemos en este punto a un maestro de una escuela unitaria: realiza cada día 30 actividades en las distintas áreas, dirigidas a alumnos de 3 a 12 años. ¿Imaginan la labor de este maestro para preparar actividades adecuadas y pertinentes para cada nivel?, ¿imaginan si tuvieran que asociar cada actividad con los citados indicadores (son decenas para cada área en cada nivel)?. Los maestros contamos con dos horas diarias de trabajo no lectivo, donde hay que incluir reuniones con las familias, reuniones variadas de (des)coordinación con otros maestros, atención a alumnos, etc.

Por otra parte, tras diez años de desempeño profesional, ningún inspector ni técnico variado se ha interesado por lo que realmente hago en clase con los niños. Mientras no pegue a un niño ni haga nada muy llamativo que mueva protestas de las familias, un maestro puede pasar un año fumando puros en clase, leyendo a Epicuro mientras los niños hacen sus cosas o tejiendo calcetines como hacían algunas maestras hace no tantos años. Puedo trabajar tres horas extra cada día e incluso, al contrario, hacer diez horas semanales menos que las que exige mi contrato. Puedo diseñar actividades magníficas que aporten grandes aprendizajes a los niños o puedo cada día coger el libro de texto y mandar ejercicios que entrarán y saldrán de la cabeza de los niños dejándola igual que la encontraron. Jamás he oído acerca de un inspector que se interese por estos aspectos del aula que, por otra parte, para la mayor parte de los vulgares maestros y también para la mayor parte de los autores pedagógicos más reputados, constituyen la clave de lo que aportamos a los niños.

El maestro moderno español podría trabajar en la cadena de montaje de GM Figueruelas. En las partes con menor exigencia de cualificación, claro. Podría revisar tuercas o rellenar listas de verificación. Las mentes brillantes se han marcado el reto de objetivizar el proceso educativo. Quieren que en la escuela entren 30 kilos de harina o toneladas de aluminio y salgan 100 barras de pan o quince coches. El maestro solo es el operario que, lápiz en la oreja, verifica cada eslabón del proceso materializado en forma de ridícula simplificación escrita. La escuela real y posible trasciende este modelo, lo ridiculiza... en la escuela posible pasan millones de cosas que los técnicos no pueden objetivizar y explicitar en dos líneas. En la escuela real y posible, el indicador de evaluación o estándar o como demonios quieran llamarlo... "lee de forma adecuada a su edad..." siempre exigirá un maestro competente y formado que trabaje con dedicación e inteligencia en torno a ese contenido. Lo que la formación del maestro aporta al proceso jamás puede tildarse de "mera conjetura" y quien así opina debería arder en el infierno escolar. En líneas generales los contenidos del currículum han cambiado poco, creo yo, a pesar de los desvaríos y sinvergonzonería política que cambian la ley de referencia cuando alcanzan el poder. Lo que el niño de una edad puede hacer no depende de los técnicos o intereses políticos, sino que depende del desarrollo evolutivo de nuestra especie. Por eso, un maestro muy bien formado, inteligente y trabajador, hacía el trabajo hace veinticinco años tan bien como lo podría hacer ahora. Y un maestro incompetente lo será igual hoy que hace treinta años. Al parecer de este miserable que teclea, el maestro debería ser muy experto en desarrollo evolutivo y en teoría sobre las distintas materias que imparte para así diseñar muy buenas actividades. La evaluación, evaluación de calidad superior, estará presente también en tal caso.

En multitud de ocasiones se menciona que toda la locura para explicitar y verificar lo que ocurre en el aula tiene que ver con justificar a los padres lo que hacemos. Con poder enfrentarnos a sus reclamaciones diciendo "su hijo no ha cumplido el estándar 14.4.2" y de esa manera estar asépticamente del lado de la ley. No tengo la certeza de que esta sea una de las motivaciones, principales o secundarias, de la administración. En cualquier caso, este argumento se esgrime con frecuencia en centros como el manicomio educativo en el que trabajé el curso pasado. Es decir, el argumento está funcionando en la realidad. Así, cubrirnos las espaldas ante posibles reclamaciones se convierte en uno de los ejes, quizá el principal, que vertebra nuestra labor profesional. Siempre he pensado que lo que no pueda justificar con mi trabajo diario, no podré justificarlo con documentos ajenos. Por otra parte, nunca he necesitado papeluchos para justificar nada a ninguna familia, y en diez años ya me he relacionado con unas cuantas... un cuarto ya de las que aproximadamente conoceré en mi vida profesional... si no soy expulsado del cuerpo antes.

Uno de los aspectos que me resultan sorprendentes e inasumibles es que todo este embrollo significa la creación de una mentira que se apoya en otra mentira hasta crear un gran entramado donde el 99% de la sustancia es falsa. A los maestros nos imponen medidas que son difícilmente acatables o directamente imposibles. Y que además nadie, ni el más entregado a la causa burocrática, siente como valiosas para lo principal: lo que aportamos finalmente a los niños. Así, cada semana los maestros rellenan con prisa miles de papeles cuyo contenido está inventado, es mentira, o no se tiene la mínima intención de aplicar. El equipo directivo lo recoge y tras darle un poco de lustre, también falso, lo entrega al inspector. Este dedica un tiempo a revisar esta retahíla de mentiras, propone quince o veinte cambios, exige rapidez y pasa a analizar otros papeles. Finalmente los dará por buenos y hará el preceptivo informe para su superior, que quedará temporalmente satisfecho y pondrá el foco en otro aspecto (quizá sea mandar la preparación de evaluaciones iniciales de cuarenta páginas para niños de primero de primaria). Entre tanto el inspector de turno quizá amenace con visitar la escuela y ¡quizá tu clase! para comprobar que se cumple lo recibido en las toneladas de papel (no hace falta el viaje...¡nadie lo cumple, es todo mentira!). En mi frenopático escolar recién pasado, cada maestro verificaba cada trimestre varias centenas de ítems de varias decenas de alumnos. Miles de ítems finalmente. Sesenta maestros haciendo estás tablas la noche anterior a la fecha final de entrega, inventando cada casilla y tratando de no llamar mucho la atención para no tener que rendir cuentas posteriores. Sólo un maestro se plantó ante esta mentira secundada y conocida por todos. Un maestro excepcional en los aspectos formales y mejor aún en sus clases con los niños. Acabó en julio denunciado ante la inspección educativa. Y el centro-frenopático es centro de referencia de la administración en lo concerniente a la aplicación de este tipo de herramientas. 

Otra perspectiva se refiere al rigor con el que están elaborados los documentos. Desde el nivel más alto vinculado a la administración hasta el más concreto desarrollado en las escuelas, todos los papeles forman una línea donde progresivamente se van desarrollando los aspectos vinculados con la escuela. Los que dependen de los maestros se redactan sin ningún rigor, se hacen a salto de mata, se dedica un tiempo un día y se retoma el documento a la semana siguiente en muchos casos (¡o al mes siguiente!). Son elaborados por personas sin interés ni formación en muchos de los campos abordados, con exigencias de ser entregados rápidamente. Y en la mayor parte de los casos, se realizan desde la certeza de que son papeles que hay que hacer para contentar a la administración pero que no sirven para nada. Llevo diez años viviendo este proceder, es increíble que se mantenga intacto. Ya he comentado también que en muchos casos lo que se redacta es directamente mentira (¡y todo el mundo lo sabe pero el sistema se mantiene impasible!). Por parte de los documentos que elabora la administración, en muchos casos el análisis del maestro se topa con aspectos que están escasamente desarrollados o explicados, con incoherencias internas, o con aspectos que simplemente forman parte de una expresión adornada que no aporta nada nuevo y auténtico al proceso. Es muy cansado y desmoralizante el continuo cambio en la terminología para referirse a las mismas realidades. ¿Cómo entender que Conocimiento del Medio se desdoble en ciencias sociales y naturales... sin aportar nada nuevo en lo esencial?, ¿cómo asumir los miles de cambios en la terminología relacionada con la atención a la diversidad?, ¿cómo entender los cambios ridículamente referidos a aspectos formales en la terminología y los procedimientos en torno a las calificaciones de los alumnos?...

La escuela languidece. Quizá sea cierto que estamos mejor, mucho mejor, que hace cincuenta años. ¡Solo faltaba! Pero la escuela y los maestros no se han desarrollado en las décadas posteriores a la dictadura del mismo modo que otras disciplinas. Digamos que mejorar desde la situación de la escuela franquista no es un mérito mínimamente elogiable. La administración establece unos estudios de magisterio que son el hazmereír de los campus universitarios, facilita la llegada a las escuelas de remesas de maestros sin formación, interés ni vocación para compartir cursos con los niños. Una vez que estos maestros toman las aulas, la misma administración establece un marco de actuación donde el maestro es un robot, su formación no importa en absoluto (esto debe leerse varias veces, pues es la clave de nuestra miseria), las actividades del aula tampoco y se debe limitar a constatar que sale el número de tornillos estipulado de la cadena de montaje el cumplimiento de centenares de ítems que las mentes preclaras del sistema establecen como la gran solución para el retraso del sistema educativo español. La mezcla es explosiva: un colectivo tan poco implicado con el oficio está más pendiente de no perder los privilegios con los que cuenta, con no tener que trabajar excepcionalmente cinco minutos para preparar mejor su labor con los niños, que a defender la dignidad de su trabajo y el valor de la palabra maestro.

Los buenos maestros que conozco, los mejores, los que son muy inteligentes, cuidan su formación y están dispuestos a trabajar muy por encima de lo que su contrato exige porque sienten que su auténtico compromiso está con los niños... todos sin excepción están frustrados, resignados y tristes con esta parte de su oficio consistente en que la administración ningunee la profesión y nos imponga medidas estúpidas que van formando una gran pirámide de mentiras y que en ningún caso revierten en el beneficio de los niños. Peor aún, restan valioso tiempo y esfuerzo al que dedican a la preparación del tiempo diario en el que tienen que ser muy valiosos para los niños. La concepción idealista del oficio está a merced de las fuerzas de estos pocos maestros.

sábado, 22 de noviembre de 2014

EL GRAN PARQUE TEMÁTICO MEDIEVAL.



Los cambios en la fabricación y en los hábitos de los usuarios en torno al pan, la alta cocina, los políticos y la gestión del desarrollo curricular en las escuelas son cuatro de las principales evidencias que manejan los antropólogos, tertulianos y sacerdotes para constatar el seguro cataclismo de la civilización actual y la inminente llegada del apocalipsis más oscuro que la gama cromática permite imaginar.

Bien conocen los dioses de la escritura que no atravieso mi período más fructífero; por esto debo agradecer la aparición en prensa de imágenes como las superiores (no se asuste el observador novato, es excepcional y suelo adornar el blog con imágenes tendentes a la belleza y la armonía), que indican que la Edad Media está ahí cerquita, a la vuelta de la esquina, a un puñado de generaciones de camino. No concibo sonrisa más odiosa que aquella que surge del sufrimiento ajeno... y si el sufrimiento es la propia muerte... me resulta incomprensible. Si además aderezamos con dinero, corrupción, soberbia y poder paleto... ¡Es España, bienvenidos!

De forma recurrente, pienso y escribo sobre el complicado papel del maestro que se pone frente a los adultos del futuro y que observa, a la vez, una sociedad donde no tendrán demasiado fácil tener una vida feliz y digna. Al mismo tiempo, las secciones de educación pertinentes nos acribillan con normativas y desarrollos que no merecen estar ni en un vertedero. Por una parte, por alojarse en un lugar distinto al real. Por otra parte, por estar redactados con prisa y exigiendo mayor velocidad aún en su desarrollo (¡con razón, pues su vigencia suele ser equiparable a la vida de un insecto!; es fácil imaginar el resultado final). En tercer lugar, por estar cada vez más cerca de un modelo bien lejano respecto del humanismo, de la autonomía personal e independencia, del espíritu crítico, de la libertad de pensamiento en los alumnos. Hace unas semanas leía a un maestro en Heraldo Escolar criticar a los docentes que en clase simplemente se limitan a seguir el libro de texto... cuando su obligación y la riqueza de su oficio, señalaba, se referían a dominar y aplicar con escrupulosa precisión los referentes curriculares que la administración establece (escribía sobre los estándares de evaluación, elemento que los genios pedagógicos de la "objetivización del proceso educativo" establecen como la piedra angular de la educación actual). Me sorprendió este señor tan convencido del asunto. Me ocurre que hablo cada semana con compañeros de distintos centros educativos que viven con rabia, resignación y frustración las sucesivas imposiciones administrativas, siempre sentidas como elementos que no aportan absolutamente nada en lo importante... ¡AQUELLO QUE FINALMENTE APORTAMOS A LOS NIÑOS!

Sobre los pobres ciervos con la lengua envuelta en sangre, los constructores que juegan a soldados y beben gintónics, la doble vida escolar... sobre estos asuntos daba vueltas en esta tarde de sábado cuando he cruzado con esta entrevista sobre un colectivo, ¡este sí!, realmente inspirador y modelador de prácticas docentes auténticas. Doy fe de ello con un nuevo "gracias, Mariano".

domingo, 19 de octubre de 2014

RITMOS.

Siempre he sentido que puedo mantener dignamente en marcha un par de asuntos. Cuando se presenta un tercero o un cuarto tengo la certeza de que debo establecer prioridades o algunos de ellos va a sufrir escasa atención. Es lo ocurrido con la escritura durante este curso.

Trabajo y vivo en uno de los lugares más asombrosos y deslumbrantes de todos los posibles. La persona que mejor me conoce dice siempre que tengo mucha suerte, bien sea para aparcar, bien para asuntos menos mundanos. Y seguramente tendrá razón. Tras un tiempo de otras cosas, vuelvo a sentir cada día los ritmos naturales: la luz menguante, el frío que gana espacio, las noches estrelladas y silenciosas, el agua que corre cada día ajena a Bankia y otros productos de la marca España. 





viernes, 12 de septiembre de 2014

PAPEL QUE JUSTIFICA... O ACUSA.

Un médico escasamente competente (podemos pensar que simplemente atravesaba una mala época, se le torció el matrimonio, perdió la vocación, etc.) es el encargado de establecer un protocolo de actuación en su unidad hospitalaria. Al cabo de un par de años cambia de lugar de trabajo y llega un nuevo profesional. Al observar los protocolos establecidos comprueba que no son eficaces, incluso irreales e inaplicables, y lo traslada a sus superiores. Le informan que su obligación es cumplir el protocolo y que se estudiará para el siguiente año. Hasta entonces los pacientes sufrirán las consecuencias de un procedimiento previo mal elaborado, pero los profesionales estarán tranquilos porque están cumpliendo con lo oficialmente impuesto.

Un cirujano amigo del doctor de la historia anterior tiene que realizar una operación importante. Para prepararla sus superiores le mandan leer Crimen y Castigo y reparar las molduras de la sala de espera del centro. Por otra parte, debe realizar un trabajo indicando los objetivos de la operación, las técnicas que utilizará, en qué conocimientos se apoyará para realizarla, cómo evaluará el resultado, etc, justificando cada apartado pormenorizadamente. Al principio se muestra incrédulo y trata de justificar que estas loables tareas no implican un mejor desempeño en la operación. Sus superiores indican que ellos son los encargados de la tarea intelectual, que no se complique con pensamientos que no le atañen.

Estos primeros días de curso he hablado con compañeros de varios centros y el elemento común es el desasosiego antes los cambios legislativos impuestos de forma apresurada. En principio el cambio supone en muchos elementos un simple cambio en la terminología, pero en cualquier caso está obligando a rehacer cientos de papeles con sus tablas y justificaciones. Muchos acabamos el junio pasado peleando contra documentos que nos imponían, cuyo sentido pedagógico casi ningún maestro consigue vislumbrar. Ahora, dos meses después, buena parte de esos documentos son inservibles y se deben rehacer para dentro de dos o tres años tirarlos también a la basura. Incluso una compañera se mostraba desconcertada porque en su centro la prioridad del comienzo de curso era rellenar algunos de estos papeles, obviando que en unos pocos días los niños estarán en el aula y otras tareas parecen las prioritarias.

Ya he escrito otras veces que nuestro oficio es uno de los pocos, realmente no encuentro otro, en el que nuestra formación no sirve para nada a los ojos de los superiores, pues buena parte de nuestra jornada semanal se invierte en justificar cada una de nuestras acciones: ¿por qué este contenido?, ¿por qué esta evaluación?, ¿por qué…? Porque SOY MAESTRO parece que no sirve a estas personas, que entienden que nuestra formación no nos capacita para absolutamente nada (quizá no sea demasiado falso, pero este es otro problema). Incluso en algunas publicaciones sobre currículum y acción docente redactado por alguno de los citados superiores se indica de manera muy clara, a mi entender, que tantas imposiciones y trámites son necesarios porque buena parte de los maestros no sabemos hacer nuestro trabajo. Siguiendo con la analogía médica, que me parece tan evidente, es inimaginable que un médico invierta una buena parte de su carga profesional semanal a redactar justificaciones y protocolos sobre su trabajo, siendo buena parte de ellos irreales o irrealizables. La cuestión me parece muy clara: se confía en la formación del médico, que le habilita para su desempeño profesional, y no se confía en la formación del maestro, que debe ser fiscalizado en cada uno de sus pasos y armado con miles de protecciones burocráticas para “cubrirle las espaldas” en el caso de que cometa algún despropósito, cosa probable dada su incompetencia general. ¿Por qué no cargar el esfuerzo en una formación inicial adecuada que nos permita la necesaria autonomía en el desempeño de este oficio?

viernes, 5 de septiembre de 2014

VUELOS.

Hoy corría por un bosque que en otro tiempo cercano me hubiera hecho sentir en conexión mística con el Universo. No sentía nada, quizá me sentía incluso extraño. Pensaba, mientras subía, resbalaba y me torcía los tobillos, en la escuela y en algunas situaciones que muy probablemente son disparatadas. Seguía subiendo y seguía sin estar allí, como ahora seguramente no estoy aquí.





domingo, 31 de agosto de 2014

CUATRO LAMENTOS Y MEDIO PARA (VOLVER A) COMENZAR.

Brumas en el pensamiento

Lanzo las últimas miradas a la casa. Tiene el sonido hueco por estar ya casi vacía y porque no ha sido un lugar especialmente pleno en sentimientos. En unas horas estaré trabajando en un nuevo lugar. No estoy seguro si es por la vejez acuciante, por el elevado número de mudanzas y cambios en poco tiempo, por otras razones desconocidas o por todas juntas, pero cada vez se hace más complicado cerrar una vida y empezar otra. Quizá haya un número preestablecido de cambios vitales y yo lo haya agotado. Creo que he superado el límite vital de descarga de datos y cambios trascendentes y por eso ahora estoy viviendo con la mínima velocidad de mantenimiento en la conexión, sin saber siquiera si puedo obtener un bono extra para ir tirando unos meses. Releyendo lo anterior me sorprendo porque quizá esté dando explicación y diagnóstico a una extraña enfermedad que me afecta desde hace un tiempo en los meses finales del año, que me deja sin energía y me hace vivir a mitad de velocidad: he agotado mi tarifa de experimentación de circunstancias vitales y solo puedo vivir con la cuota de velocidad mínima. Si las inmorales compañías de telecomunicaciones valoraran esta opción no dudarían en explotarla. He aquí una buena idea para desarrollar en un libro sobre la alienación del tiempo presente.

Buscar casa en un pueblo me resulta siempre una circunstancia ingrata y este año no es diferente. Cuando el lugar es frecuentado por turistas, la mayor parte de casas están dedicadas a ellos, pues se cobra en un mes el alquiler equivalente de una persona normal durante casi el año completo. Por eso, la frustración de buscar y preguntar sin obtener fruto es una de las primeras sensaciones. Por otra parte, en los pocos espacios que quedan disponibles para trabajadores simples y llanos como yo, sin ánimo de dejarme paga y media por cubrir mis huesos casa noche, existe algún tipo de regla misteriosa en virtud de la cual cada año te piden un alquiler más caro. Así ha ocurrido en cada lugar desde hace diez años cuando comencé a trabajar como aprendiz de maestro. Curiosamente esta regla no considera que cobro lo mismo cada año, incluso menos que cuando comencé. Es evidente que para los pueblos el turismo es una vía de salvación, pero estoy seguro que este recurso crea desajustes muy importantes que quizá los organismos públicos deberían atender: para una familia de economía normal es muy difícil ir a vivir a uno de estos lugares porque los precios de venta de las casas siguen siendo tan desproporcionados como hace unos años. Por su parte los alquileres son igualmente difíciles de asumir y además se tiende a que prácticamente todos estén dedicados al turismo. Muchos de estos pueblos dependen en un porcentaje cercano al 100% del turismo, estando en vías de desaparición actividades del sector primario y siendo inexistente el sector secundario. Y esto me crea una sensación extraña de que se están convirtiendo en gigantes centros de interpretación donde se habla de lo que se hacía, lo que se comía, de lo que allí sucedió… pero vacíos en lo referente al presente. Esto es una impresión muy personal y mal expresada que enfadaría a muchas personas que viven con esfuerzo en estos lugares.

Cansado, triste, angustiado y enfermo comenzaré el curso 2014-2015. Y en nada estaremos despidiéndolo. Buen comienzo para todos los maestros de bien hastiados por la burocracia.

viernes, 22 de agosto de 2014

AÑO NUEVO.

Despegando

Hoy es tres de enero de 2015. En vistas de que el año en curso estaba resultando tan grotescamente desafortunado, decidí ponerle fin y comenzar uno nuevo lleno de buenos propósitos y ese tipo de cosas que las personas solemos hacer en estas fechas. De momento han sido tres días buenos. Y en el peor de los casos, poco costará saltar al dos mil dieciséis. 

Quizá he entendido tan escasamente lo que ha ocurrido en los meses pasados porque dejé de escribir, aunque lo más probable es que dejara de escribir justo porque no entendía ni lo más elemental que ocurría alrededor. 

En apenas nueve días estaré trabajando en una nueva escuela. Una escuela pequeña y sencilla, como mi cerebro. Por ello espero encontrar la sintonía habitual con estos lugares. Comenzaré con algo ganado y es que habré abandonado el anterior centro escolar, que probablemente se insertará en mi historial personal como el lugar de trabajo con el ambiente más represivo y degradante. Un centro en plena armonía con los tiempos actuales, donde la presión de la burocracia, de las medidas dictadas siguiendo la última ocurrencia, del "hacer por cubrirse las espaldas", están poniendo en apuros enormes cualquier intento o maestro centrado en aportar algo de valor a los niños. 

Espera una clase con unos pocos niños y casi todo por hacer, una vez más.

miércoles, 14 de mayo de 2014

SOBRE UN MAESTRO INÚTIL QUE SE BUSCA A SÍ MISMO.

Pedagogía de(l) vértigo

No sé con certeza si estoy curado. Al menos soy la sustancia que era antes con un grado de fidelidad cercano al setenta y cinco o setenta y siete con seis por ciento. No sé si esto bastará. Resulta curioso decir estas cosas con una temperatura corporal tan calurosa.

Me gustaría escribir sobre un tema divertido, trascendente y, además, hacerlo de forma brillante. En lugar de esto, apenas tengo en mente un par de asuntos demasiado particulares, sin importancia, y que voy a expresar con grisura. Otro día igual sale algo divertido escribiendo sobre la corriente pedagógica en la que los maestros dan clase mientras intercambian con su gente mensajes de guasap.

Para acabar el trimestre, el curso, y mi período en el centro penitenciario llamado escuela en el que trabajo, realizo con mis tres cursos respectivas unidades de patinaje y bicicleta. La logística que implican ciento cincuenta bicicletas y cien pares de patines es tan curiosa como laboriosa, pero lo más negativamente sorprendente, como siempre en mi caso, son las familias. Entre doscientas cincuenta posibilidades ha de haber desacuerdos y enfados, no preverlo sería de necios, pero no dejan de doler y desgastar. Seguramente en el momento del curso en el que más trabajo realizo, riesgos asumo, beneficios podemos conseguir, ..., he experimentado las peores situaciones del año: familias que se han negado a traer el material (teniéndolo), material en un estado deplorable que directamente afecta a la seguridad de los niños (y cuyo estado no depende apenas del dinero sino del interés; petición hecha con siete meses, y también dos semanas, de antelación), personas que se han quejado por variadas cuestiones y, especialmente, siempre hay una guinda que adorna el conjunto, con un padre que generó la siguiente anécdota:

El alumno trajo tres días consecutivos su bici rota y me repetía que su padre le decía que la arreglara el maestro. Yo le respondía que no tenía ni el tiempo ni las herramientas, hasta que al tercer día ya consideré la necesidad de hablar con la familia. A mitad de la clase de este tercer día el alumno se cayó y en medio de los lloros expresó con un gran grito un "ha dicho mi padre que o me arreglas de la bici o te va a denunciar". Al mediodía hablé con la familia, la madre dijo algo similar a "ya lo sabía yo, siempre estoy en medio de todo", me confirmó que el niño había escuchado esas palabras y me pidió una cita para tratar el asunto. Con el padre en cuestión no había intercambiado nunca ningún comentario, no nos conocíamos absolutamente nada. Tras saludarnos, con la madre como espectadora, indicó ideas como que a la gente como yo había que pararle los pies cuanto antes, con denuncias y medidas de choque similares, que era un incompetente, que no estaba capacitado para hacer mi trabajo y que así lo denunciaría al equipo directivo y en el juzgado, que para perder el tiempo él en arreglar la bici de su hijo, que lo perdiera yo porque su tiempo era más valioso que el mío. Al cabo de veinte minutos se fue muy enfadado con su mujer tras él llorando. En ese tiempo apenas desvié y respondí mínimamente las acusaciones tan tremendas que me lanzó.

Una de las preocupaciones de la familia, en un niño de NUEVE años, se refería a qué pasaría con la nota si el alumno si no traía el material. Esta preocupación exclusivamente centrada en la calificación, que obvia absolutamente el proceso, el aprendizaje, las necesidades de mejorar, la encontramos con frecuencia alucinante en este centro. No sé si es cuestión de esta escuela, de escuelas de este tamaño, que implica en las familias una variedad de pensamientos y acciones tremendas, o es una tendencia general entre las familias en el conjunto de las escuelas. En cualquier caso, es terrible en niños tan pequeños (hay casos similares en primer ciclo e incluso infantil!), el pensamiento exclusivamente centrado en el indicador final, sin importar nada a qué apunte ese número. Cada vez escucho más, yo mismo lo he practicado, la situación en la que, llegados a un punto de desacuerdo determinado, el maestro pide a los padres que le indiquen qué nota quieren para sus hijos, que será puesta tal cual. No me imagino yendo al médico en veinte minutos y cuestionando el antibiótico que me va a recomendar. Aunque hay una distancia infinita entre ambos oficios, claro está. Hace unos artículos me refería a un precioso proyecto de un profesor de biología en bachillerato que en la valoración final criticaba amargamente la concepción alarmantemente utilitarista (al margen del su valor intrínseco, solo centrada en la selectividad) de tal etapa educativa. Si este profesor echara un vistazo a este tipo de problemas surgidos ya en primaria... supongo que quedaría muy sorprendido... y resignado.

Por otra parte, hacer en casa un juicio de valor tan duro sobre un maestro delante de los hijos, aunque fuera cierto, es una desgracia añadida, pues el niño no tiene las herramientas mentales para gestionar esa información y cuando al día siguiente esté delante de su maestro se va a sentir en una posición muy difícil de manejar. Además, ese maestro incompetente va a ser la persona de la que dependa el niño en mil situaciones durante el curso (curriculares, sociales, afectivas...), por lo que la consideración por parte del niño de que su maestro es un inútil al que se puede humillar y gritar no ayudará demasiado en tales situaciones donde la confianza y el respeto tienen cierto valor.

Como he escrito al principio, un simple asunto particular de los que me dejan maltrecho, con mil dudas, anímicamente mareado. A ver si consigo ahora poner verde al médico e increparle por su diagnóstico y tratamiento.


Buen día para todos.

miércoles, 16 de abril de 2014

TSUNAMIS Y OTRAS CATÁSTROFES.


Muchas semanas después de la última entrada, vuelvo a teclear por estos lugares virtuales y extraños, o extraños por virtuales.

En este tiempo ha ocurrido una buena cantidad de cosas muy especiales. Asuntos que pasan una o dos veces en la vida se han concentrado en un período muy corto y han provocado un efecto similar al de un tsunami que sucediera en el cerebro, en las emociones y en las pocas certezas con las que me mantenía vivo. Todo está tirado ahora. Las actividades que me han mantenido activo en los últimos años: ejercicio, leer, escribir, subir montañas... son justamente las que no deseo realizar, por lo que el desconcierto es mayor.

Una de las lecciones más interesantes tiene que ver con el poder de las emociones. Unos entes de naturaleza indescifrable, especialmente si no eres neuroquímico, que son capaces de hacerte olvidar la necesidad de comer, de dormir, e incluso de mantener el trabajo. Respecto a este último, se han sucedido las anécdotas terribles propias de un lugar y de un tiempo donde reina la sinrazón educativa, donde lo último a considerar son los niños, pero no me ha importado especialmente. Incluso vivo una relación dura y difícilmente comprensible con un cargo directivo de mi centro, pero igualmente poco me ha afectado. Las emociones son capaces de establecer un velo mágico alrededor del cuerpo en el que chocan y se resbalan algunos problemas que en otro momento hubieran provocado honda amargura.

Colecciono otro destino más en mi colección de escuelas en las que he trabajado, pero esto será materia de otro escrito y de un buen puñado de sentimientos de complicada gestión.

Retomamos, al menos, la escritura.

lunes, 10 de marzo de 2014

HUMOR DE PERROS.

Supongo que esta expresión surgió hace mucho tiempo. Consultado el perro Tastavín, me expresa su enfado ante la injusticia de la frase, pues “hay perros con todo tipo de temperamentos, igual que las personas”, ha apostillado.

Llevo una década dando clase a centenares de niños. He pensado siempre que mi principal virtud se refiere a la buena relación que establezco con ellos, lo que permite alcanzar buenas dosis de complicidad, motivación y confianza que finalmente redundan muy beneficiosamente en las clases, en el aprendizaje real de los niños.

Conseguir esa buena relación no es cuestión de ningún truco, simplemente ocurre de forma natural y, de hecho, no concibo mi trabajo de otro modo. Es lo mejor del oficio con muchísima diferencia y si fuera de otra forma me plantearía buscar otra profesión. Un ingrediente fundamental para esta receta es el sentido del humor. Es un ingrediente tan bueno como el azafrán, pero en vez de potenciar el sabor, potencia las sonrisas. En el sentido del humor caben las exageraciones, las bromas, las ironías, los dobles sentidos, las imitaciones, las comparaciones disparatadas y dos mil recursos más. Permite mantener a los niños atentos más tiempo, estimula y engrasa su maquinaria cerebral y, lo más importante, nos hace sentir la escuela como un lugar agradable al que apetece volver al día siguiente.

Hace unos días escribí una nota a los niños. Se refería a un sistema de préstamo de material de educación física para jugar en el recreo y al terrible hecho de tener las zonas comunes muy sucias con frecuencia. Redacte la nota para entregarla a los tutores y que ellos me hicieran el favor de leerla a los seiscientos y pico niños implicados en ambas cuestiones. La redacté tal cual la hubiera explicado yo mismo de viva voz. Intercalando dos o tres bromas que tenían la humilde intención de captar la atención de los niños para que estuvieran muy atentos a la parte principal del mensaje. Una de estas bromas decía que si veían a un compañero que no devolvía el material a su lugar o tiraba basura al suelo, debían acercarse para explicarle el sistema (pensando que seguramente sería algún niño despistado de los cursos inferiores) y que, si no les hacía caso, entonces les podían dar “un buen puñetazo”. Seguramente me equivoqué al infravalorar la austeridad verbal hacia los niños de algunos compañeros. Al poco tiempo de entregar la nota fui llamado a prestar declaración ante mis responsables que me pidieron explicaciones indicándome que varios compañeros habían acudido alarmados ante mi escrito. Mi pregunta, al hilo del sentido del humor y dejando al margen otras cuestiones que merodean por el pensamiento, es cómo demonios puede un maestro ser tutor de un grupo de niños de seis, siete, ocho, nueve, diez u once años, pasar con ellos cientos de horas en un ambiente de pulcra seriedad sin un mínimo guiño de humor surgido de la convivencia y las miles de experiencias compartidas; cómo se puede leer mi nota y no entender que es una triste broma, que la deben leer enfatizando la exageración y aprovechar la reacción de los niños para que el mensaje tenga mayor impacto. Trabajo castrense, rendimiento objetivo (¿?) y pruebas de valoración, el resumen de un curso compartido.

Siempre he defendido que el trabajo riguroso y esforzado no está reñido con el buen ambiente. Lo contrario con frecuencia estrecha peligrosamente los límites entre la disciplina y el miedo, lo cual tiene poco de educativo. Por otra parte, cuando reprimes durante horas muchos de los impulsos naturales de los niños tan pequeños (reír, compartir, preguntar, …), puedes considerar que eres un genio en el manejo de grupos, pero sería estupendo poder echar un vistazo a los apuros del compañero que recoge entonces a los alumnos y que debe contener las emociones encorsetadas de veinticinco niños que llevaban dos horas respirando despacito para que el maestro no se enfadara.

miércoles, 26 de febrero de 2014

LOS NIÑOS SON NIÑOS. LOS DEMONIOS Y LA DESOBEDIENCIA CIVIL.

Afortunadamente, ellas siguen haciendo de la vida algo maravilloso.

Cuando releo lo escrito a lo largo de los años constato la reiteración pertinaz en torno a unos pocos temas: las mismas ideas del derecho y del revés con escasas variaciones atribuibles al envejecimiento de los dedos. Uno de esos tópicos, que ahora haré aún más tópico, se refiere a la gran relación que hago de forma natural con los niños frente a los problemas y trompicones que encuentro con muchos de los adultos que viven en las escuelas. 

Mientras discutíamos un tema desagradable una maestra ha indicado "al final los niños son niños", queriendo significar que formaba parte de su "naturaleza de niño" no cumplir con lo establecido, ser irresponsables, fallar a la confianza depositada en ellos, mentir, etc. Como ya estaba muy enfadado por otras razones, que contaré cuando escriba sobre ciencia ficción, he respondido a esta maestra de forma tajante "que eso era una patraña, que ser niño no tenía nada que ver con lo anterior, más bien al contrario, y que si había algún culpable en el asunto tenía claramente la mayoría de edad cumplida". Creo que es más correcto "al final los adultos son adultos". Me crispa hasta la médula la visión demonizada de los niños como seres en los que no se puede confiar, inmaduros, incoherentes, etc. Ningún año había disfrutado con la intensidad del curso actual de mis clases con ellos. Me brindan constantemente sesiones llenas de trabajo, seriedad, buen ambiente, complicidad, sonrisas, alegría, humor. Cada día con ellos estoy sintiendo el profundísimo privilegio de ser aprendiz de maestro. Incluso en el mayor momento de tristeza personal en los últimos cincuenta o cien años no dejo de sentirme feliz en cada clase. Sin embargo, en lo relativo a la organización del centro, a las relaciones que se establecen con los compañeros de trabajo, concluyo cada jornada deseando la llegada del apocalipsis y de todos los demonios del averno. Esta ambivalencia en los sentimientos constituye un hecho curioso que me sorprende a mí mismo y provoca un desasosiego constante.

Serán los años en los que me habré planteado con insistencia la relación entre el deber oficial y la obligación moral. Ambos conviven en la escuela en constante contradicción. Los imperativos legales nos indican la obligación de acatar determinadas órdenes, pero nuestra ética profesional, forjada con distintos profesores universitarios, maestros múltiples, reflexiones y visiones, lecturas... muchas veces apunta en dirección contraria. Y en este cruce de caminos es cuando uno ha de valorar las ganas de buscarse problemas y de luchar en áridas batallas. El problema se complica cuando los héroes personales tienen que ver en muchos casos con el valor para la desobediencia que permitió superar distintas barreras sociales. 

El problema aún presenta otra vertiente y es que legitimar la desobediencia de la autoridad en base a preceptos morales individuales justifica que otros puedan actuar bajo el mismo planteamiento y esto, imagino, conduce a una organización difícil de asimilar y gestionar en un centro de trabajo. Más aún cuando el colectivo es infinitamente dispar en formación e intereses. ¿En qué punto la desobediencia civil es legítima aún desde el punto de vista más personal? Supongo que es una pregunta sin respuesta, pues algunos establecerán el umbral muy abajo y otros beberán el veneno gustosamente, o perjudicarán a un niño, si eso dicta la ley, aún injusta o irracional. En cualquier caso, este embrollo apunta a la radical importancia de la formación de las personas que ostentan los puestos de mando.

Y con estas ideas rondando por la cabeza nos iremos a dormir. Buenas noches.

sábado, 15 de febrero de 2014

CUATRO O CINCO SENTIMIENTOS HECHOS JIRONES.

Sobre el alma en los perros y los humanos. Diálogos con mi amigo en el bosque encantado.

Miro por la ventana y veo un edificio antiguo en primer plano; al fondo, sobre el edificio antiguo, brillan en una maraña confusa miles de luces que dan testimonio del movimiento de la ciudad. Pienso si estoy cerca de la quietud del primero o del torbellino de las segundas y no tengo respuesta. Parece que la búsqueda de la calma acerca irremisiblemente hacia la tempestad.

Hace unos años, cuando trabajaba en la escuela de Peñarroya de Tastavíns, escribí de forma oscura y atormentada ante lo que me parecían injusticias y desatinos constantes en la escuela. Seguramente yo mismo fui injusto en buena medida y, sobre todo, no fui discreto ante temas que requerían mayor prudencia. Al menos aprendí que las letras, igual que las palabras, hay que utilizarlas con cuidado. Espero no cometer el mismo error.

En estos casi dos cursos que llevo trabajando en mi centro actual he vivido situaciones angustiosamente contradictorias y frustrantes. No sólo por la naturaleza gigante del lugar, con las lentas dinámicas que genera, sino por el ambiente de trabajo que impera en el centro, donde la burocracia, las acciones para "cubrirse las espaldas", las reuniones inservibles, el poco espacio para la realización personal del maestro, rodeado de imposiciones de todo tipo, son claves cotidianas. Añoro con profunda nostalgia mi escuela pequeña donde tengo la suerte de juntarme con maestros como Carmen con los que compartir el trabajo cada día genera ilusión y decenas de ideas que esperan impacientes ser aplicadas al día siguiente. También he vivido en esta última etapa la sensación de sentirme constantemente vigilado y obligado a rendir cuentas respecto de los asuntos más disparatados, lo cual me crea un desasosiego permanente y la sensación de tener que emigrar a otro lugar cuanto antes. He comentado con algunos compañeros mi admiración ante su capacidad para trabajar en entornos complicados durante años. Soy débil en esta parcela y mi tendencia suele ser la huida. No soy capaz de estar demasiado tiempo en lugares donde no me encuentro muy bien, lo cual genera una inestabilidad profesional y personal difícil de gobernar. Si doy unas cuantas vueltas a la idea, creo que mi tendencia a la huida y la inestabilidad que se crea es un rasgo personal. No sé si tendrá relación con la incertidumbre ante la vida y la muerte y la angustia consiguiente, con la desconfianza en uno mismo, con un carácter demasiado exigente...

Lo mejor de estos dos cursos que ya se dirigen hacia su final serán, como siempre, los niños. He disfrutado como nunca de los cientos de experiencias que tantos niños juntos proporcionan cada semana. He conocido decenas de niños maravillosos con los que ha sido un gran placer trabajar y niños con dificultades que me han obligado cada día a intentar hacerlo un poco mejor. He disfrutado cada instante con ellos, desde que les he recibido hasta que les he despedido. Me han obligado a reír y estar contento cada día aún habiendo llegado esa mañana a la escuela con la tristeza más profunda. Les he dado una buena porción de mi energía y espero haberles ayudado en alguna medida en el proyecto que casi acaban de comenzar: vivir una vida plena.

Entre las muchas joyas que he recolectado de lectura casuales, hoy he tenido la suerte de encontrarme con el siguiente pensamiento de Ortega y Gasset y que quizá fotocopie y extienda por las paredes de mi centro: "Siempre es más fecunda una ilusión que un deber. Yo no creo mucho en la obligación, como creía Kant, lo espero todo del entusiasmo".


martes, 11 de febrero de 2014

LA INMIGRACIÓN EXPLICADA CON CLARIDAD Y HUMANISMO.

Como un aprendiz de Descartes, buscando un punto de apoyo con el que sostener el pensamiento, desgraciadamente podemos encontrar certezas tan absolutas como abominables. Me refiero a la inmigración, ese asunto por el que nuestra sociedad será condenada al fuego eterno en respuesta a su inacción y connivencia. Sobre este asunto, he quedado aturdido tras conocer al periodista italiano Gabriele del Grande. Si siguen el enlace podrán leer verdades que hacen llorar de vergüenza, además de la admiración que genera el protagonista.

lunes, 10 de febrero de 2014

INCLUSO LOS PERMANENTEMENTE ASOMBRADOS PUEDEN ESTAR CIRCUNSTANCIALMENTE DESCONCERTADOS.

Una niña me manda un escrito que ha preparado para poner en el blog de la escuela, unos padres me piden cita para abordar el curioso caso del comportamiento desatinado de su hijo, otros solicitan tutoría porque están muy preocupados con el desarrollo motriz, social y afectivo de su hija. A otra familia la cito yo para señalarles algunos acontecimientos muy preocupantes en torno a su hija (como era esperable, apenas me prestan atención). Los libros de filosofía para niños que descubrí (que me descubrieron) hace ya tantos años pasan de familia en familia dando lugar a reflexiones más o menos atinadas. Preparo varias unidades de aprendizaje para los distintos cursos. Hoy el viento se llevaba los conos, los cuadernos, y casi hasta a los niños, qué difícil trabajar así. Cada día relaciones con 60 compañeros. Cada día 150 niños con sus sonrisas, fuerza, temores, mil enfados y mil formas de afrontar la solución.

Cinco intensas horas diarias donde afortunadamente es imposible no dejarse arrastrar por el torbellino de energía que desprenden, o absorben, los niños. Luego llega el silencio y eso se debe afrontar de otro modo, supongo.

domingo, 26 de enero de 2014

LA VIDA EN LA ÓRBITA DE UN ESCUPITAJO.

Hace unos cuantos años escribí sobre dos niños que se acercaron a unos patos que nadaban tranquilos en un lago y comenzaron a gritarles insultos variados: "¡patos inútiles, mierda de patos!". El suceso, una mota de polvo en el Universo humano de ignorancia y sinrazón, me conmocionó y estuve mucho tiempo pensando qué demonios tenían esos niños en sus cabezas para actuar de semejante modo: qué cantidad de ignorancia, cuánta de mala leche y odio, o simplemente cuánta falta de respeto.

Ayer paseaba por el mismo parque, por el mismo lago, y allí estaban los mismos patos. Realmente hay mucho más, pues en general el sitio les resulta tranquilo, ajenos a depredadores tan sólo deben lidiar con niños, algún perro y los inoportunos vaciados del lago (que muchos años han coincidido con el período de cría). Seguramente tenía frente a mí a alguno de los ejemplares sufridores de la anécdota inicial junto a algunos de sus descendientes. Mientras el perro Tastavín escaneaba el grado de receptividad sexual de las perras del barrio, yo miraba con calma a las seis o siete parejas de ánades reales acicalarse el plumaje, perseguirse, despegar del agua y aterrizar (no entiendo por qué la RAE no deja amerizar a los patos, pero sí a los hidroaviones y a los aparatos astronaúticos) con absoluto control. En estas andábamos cuando aparecieron en la escena dos niños, uno agarrado de la mano de un hipotético padre y el otro suelto. Ambos tenían en torno a nueve o diez años. Como algunas personas les dan comida de vez en cuando, los patos suelen acercarse un poco cuando alguien se acerca al borde del agua. Así, ocho o diez patos se aproximaban a los tres humanos cuando uno de los pequeños cogió fuerzas y les lanzo un soberbio escupitajo. El típico trueno de los tebeos me atravesó el espíritu y no pude reprimir un grito hacia los tres, indicándoles si estaban locos y si no sabían lo que era el respeto. El adulto se quedó bastante sorprendido y apenas balbuceó un "ahora iba a decirle algo".

Una anécdota en el conjunto de miles. Seguro que ayer mismo ocurrirían otras en el mismo lugar, con los mismos patos como protagonistas. Seguro que ayer mismo fueron escupidos, pisados, decapitados, tiroteados, colgados, maltratados... decenas de patos, de sapos, de zorros, de galgos, de aves... y de cualquier bicho viviente que se cruza con nuestra retorcida especie, ignorante, llena de paradojas y contradicciones. No deja de ser curioso que señalemos precisamente la moral como uno de los principales elementos que nos diferencia de los (demás) animales y estemos llenos de conductas inmorales ante el resto de especies. Probablemente no sea la moralidad, sí la inmoralidad, la gran diferencia. Apenas hay que echar un vistazo alrededor.

Me pregunto, desviación profesional, cómo tratará ese niño a sus compañeros de clase, a sus maestros, cómo resolverá sus conflictos. Cómo educará ese padre a su hijo, qué enseñanzas considerará de valor para él, cómo entenderá el trabajo de los maestros, ¿pensará que la escuela es un lugar importante para su hijo?. ¿Qué hará ese niño en conocimiento del medio en la escuela? ¿Saldrán los ánades reales de mi lago en su libro y el maestro le ayudará a conocerlos?

Afortunadamente los patos no han dado demasiada importancia al hecho y siguen su vida de patos, con sus parejas, sus inmersiones, y sus pensamientos ya centrados en el inminente período de cortejo y procreación. Sean patos o no, que tengan una buena semana.

domingo, 19 de enero de 2014

EL ARTE DEL TOREO (BIC, VIVA ESPAÑA): SUERTE DE PICADORES.

El picador está al llegar; además, llueve.

Desde que conocí a Profesor en la Secundaria he tenido la suerte de disfrutar de su pensamiento elaborado, con el que siento enorme sintonía; también creo que compartimos un sentimiento similar (¿complejidad?, ¿desconcierto?, ¿desasosiego?, ...) ante la vida. Firmaría muy gustosamente su última entrada.

A Entrenómadas también la conocí hace ya un buen montón de años. Allí he podido descubrir joyas poéticas, sensibilidad ante las injusticias variadas de nuestro tiempo y una actitud valiente y decidida para afrontarlas. Lo último que debo agradecerle es escribir sobre el poeta Iván Rafael y su página Voz de Tiza. Pueden disfrutar de poemas tan certeros y profundos como Somos tontos, Y así con todo, Un poema no sirve para nada,  o Terroristas. También podemos ver reflejado nuestro mundo de ego y vanidad en La conjugación del verbo yo:

Presente de indicativo:
Yo soy
Yo eres
Yo es
Yo somos
Yo sois
Yo son

Afronto en la escuela, también fuera de ella (serán unos días animados), una semana abrumadoramente difícil. Tras casi diez años de intentar ser maestro, hace unos días, tras distintas desavenencias, por primera vez me entregaron por escrito una serie de imposiciones que atentan contra la más básica razón escolar. Un defecto o virtud personal, según quién valore o cuándo se analice, consiste en mi incapacidad genética para aceptar condiciones que considero claramente injustas. En consecuencia, me negué a aceptarlas y me seguiré negando en los siguientes pasos por los que el proceso me lleve. Ahora mismo, tras acabar estas líneas, comenzaré otras para intentar justificar mi posición. Estoy profundamente convencido de mis razones, pero también muy inseguro: la escuela no es un buen lugar para confiar en lo razonable, en lo pedagógico y en lo real. Más bien es un barco gigante que zozobra a merced de maestros preocupados por trabajar cada día un poco menos, o de personas con poder de decisión que piensan en toda suerte de circunstancias con una excepción, los niños, obsesionadas hasta lo patológico con generar papeles y papeles que no sirven para absolutamente nada, más allá de amargar la vida y desgastar a los maestros. Desconozco a qué tipo de penalizaciones o problemas me enfrento. Será una buena opción para analizar hasta qué punto el sistema se rige en base a preceptos que se justifican por su propia naturaleza normativa, aún en los casos más flagrantes de lejanía respecto a lo razonable y justo. Que tengan una buena y aceptablemente animada semana.

martes, 14 de enero de 2014

GEORGE HERIOT'S SCHOOL.



Es bonito pasear por una ciudad donde existen escuelas de primaria con cuatrocientos años de antigüedad (a pesar de ser un centro elitista en la actualidad, tuvo su germen en una escuela para huérfanos), escuelas que inspiran libros, universidades donde se teoriza sobre partículas subatómicas desconocidas hasta entonces y que conducen hasta el Premio Nobel, salas donde David Hume indagaba entre pensamientos empiristas que al cabo de los siglos trataríamos de comprender muchos estudiantes aturullados, facultades donde estudiaba el mismísimo Charles Darwin, o donde se dieron los primeros pasos en la clonación de mamíferos como la oveja Dolly.

La historia acumulada, los prestigiosos personajes, el valor arquitectónico de los edificios... suponen un buen punto de partida para elucubrar sobre la importancia que se dará en lugares como este al conocimiento. No me imagino a un ministro capaz de ningunear las humanidades teniendo al lado la facultad de filosofía donde se gestó buena parte del empirismo, o al mismo proponiendo recortes mortales para la investigación científica pudiendo leer en bibliotecas donde lo hizo previamente Darwin. Aunque, por otra parte, en nuestra historia no faltan numerosos científicos y pensadores de prestigio internacional. 

¿Cómo se siembra y se desarrolla la semilla de una sociedad que valore el pensamiento y el conocimiento?

jueves, 9 de enero de 2014

LA GARZA DEL NORTE.


La garza estaba en el puerto a la espera. De hecho es una gran especialista en esperar, una profesional de la paciencia. Seguramente la reiterada generosidad de algún pescador había conseguido vencer finalmente el carácter muy cauteloso de esta belleza alada. Hacía frío, anochecía, pero la garza esperaba paciente y solitaria.

La mejor forma, al menos una muy buena, para valorar nuestra fortuna consiste en sufrir su ausencia. Seguramente por esta razón la soledad es una gran experiencia para valorar con justicia la compañía de las personas, la suerte del afecto, de las relaciones cercanas y generosas. La soledad también ayuda a que las ideas surjan con una intensidad especial, a escucharlas más detenidamente, a poder pensar mejor los propios pensamientos.

Este tipo de cosas me rondaban por la cabeza mientras observaba a la garza. Ahora estará durmiendo en el puerto, seguirá haciendo frío y probablemente lloviendo, ella seguirá esperando ajena a nuestra ausencia y a la mayor parte de los asuntos importantemente humanos. Todo sigue sucediendo al margen de nuestra presencia; en ocasiones llegamos a creer que el mundo deja de suceder cuando ya no estamos presentes. La garza ni siquiera sabrá de Montoro o Gallardón, con las patas a remojo simplemente esperará paciente un nuevo amanecer para comenzar con su jornada. Quizá alguien  la fotografíe entonces y escriba al día siguiente sobre su morfología, o sobre la política europea.

Un gran abrazo para mis compañeros de ese día que para mí no fue de soledad, sino de la mejor compañía.