lunes, 25 de septiembre de 2006

LA VIDA EN LA CARRETERA… O EN EL MAR.

El año pasado llegaba sin darme cuenta hasta Huesca, y a partir de Ayerbe, especialmente en la Foz de Biniés, circulaba muy despacio, esperando la salida de un corzo, un jabalí, una gineta, una marta, un tejón, un erizo, o cualquier bicho. Disfrutaba el trayecto.

Ahora ya sé que debo estar dos años sorteando los peligros de la carretera de Castellón. De los camiones que van y vienen, y, sobre todo, de los abundantes coches que el domingo vuelven a la capital después de haber salido el viernes apresuradamente para dejar parte de su estrés en la playa o el pueblo. Estos suelen volver ya nerviosos, fastidiados por las prisas y la semana de trabajo que comienza, por lo que la vida de los demás conductores con los que comparten vía pierde, en ocasiones, parte de su importancia (hordas bárbaras del interior, que decía Koldo).

Cuando uno hace el concurso de traslados, además de su trabajo, su siguiente lugar para vivir, etc., también pone en juego su vida. Y es que en esa carretera que tantas veces recorrerás en todos los sentidos posibles deberás ser afortunado cada día, y que no resulte que tu coche esté donde no debe en el instante inoportuno. Cada fin de semana, diez o doce personas en vilo, pendientes del “he llegado ya, un beso y hasta mañana, que duermas bien”.

El viernes hicimos una clase bien maja. Bajaron los mayores de quinto y sexto y repasamos muchas cosas del cuerpo humano, comparando lo que conocíamos de libros y láminas con los órganos de animales que pudimos traer a clase. Comprobando que sí, que parece que algunas de las cosas que cuentan los profesores ocurren realmente.

Lo más bonito de hoy se refiere a la contraseña poética. Hemos elegido una de Bécquer y todos se partían de risa y se apresuraban a aprenderla al darse cuenta que era una poesía de amor, bien aprovechable para una posible novia, o para alegrar la comida a una madre o un padre. Hemos quedado en eso, en que, sólo los más atrevidos, la recitarán a mitad de comida para comprobar qué efecto de sorpresa genera en la familia.

Leo en “El Convoy de los 927” cosas de pura ciencia ficción. Es la historia de muchos españoles refugiados en Francia tras el avance y éxito del bando nacional en la guerra civil, y de cómo muchos de ellos acaban siendo maltratados, tratados como delincuentes o esclavos, y son deportados al campo de concentración de Mathausen, donde casi todos acaban sus días.

No acabo de creer. En España gente con bigote y puro elucubra sobre la ley más oportuna anti-inmigrantes negros y moros, sucios y pobres. La oposición también aporta su sesudo argumento: ley demasiado blanda. Hace falta más alambrada, con más pinchos. Mientras, a los sucios y pobres negros y moros todo les importa un carajo. Les da igual morir en el mar, porque la otra opción consiste en morir en su tierra y ver morir a toda su gente. Así que si me cogen, ya lo volveré a intentar. Y mientras, los del puro se vuelven a reunir, esta vez en Bruselas, todos juntos, y siguen reflexionando sobre el sexo de los ángeles.

Los testimonios de los republicanos, anarquistas, comunistas,…, españoles refugiados en Francia son terriblemente aplicables a nuestros días. Tal repetición de la jugada parece una broma, tan cerca en el tiempo, con distintos protagonistas. Los testimonios españoles narran su lucha por vivir, el desprecio del país de acogida, las terribles condiciones en los campos de refugiados, la humillación continua cada día. Y hoy todo es igual. Sólo que ahora nuestro país es el que prepara leyes que le protejan de los inmigrantes indeseables (personas de tercera división), y nosotros somos los que miramos para otro lado, refugiados en nuestro feliz día a día, sintiéndonos, en el mejor de los casos, unos filántropos al ver que un empresario permite a esos desgraciados recoger su fruta por cuatro pesetas durante 14 horas al día.

La pena que me da esto ya es suficiente. Creo que lo de Aznar y el perdón que le deben los musulmanes por invadir su España lo dejaremos para otro rato.

(foto de David Alfaro Sequeiros en http://marx.org/subject/art/visual_arts/painting/exhibits/muralists.htm)