jueves, 15 de mayo de 2008

HACIENDO EL INDIO AÚN (AFORTUNADAMENTE).

Hace tiempo pensé que no era buena idea hablar de temas sociales aquí. Finalmente encontraba tantos desastres, injusticias, y tragedias que me hacían perder el rumbo del objetivo previsto por el blog inicialmente: la escuela.

Así, si alguna vez se me escapa algún tema diferente, es por fuerza mayor. Creo que ahora se podrá entender con el ejemplo. En este caso es por la broma y el humor que representa. Hoy en Heraldo: “El Vaticano permite creer en los extraterrestres: el Vaticano considera compatible creer tanto en Dios como en la existencia de extraterrestres, según el director del observatorio astronómico del Vaticano, el jesuita José Gabriel Funes”. Primero uno duda, pero, si se piensa bien, ambos entes comparten algunas propiedades, siendo su inexistencia la principal (de forma temporal en el caso de los segundos, con gran seguridad). En cualquier caso, puestos a creer en extraterrestres, creo que éstos viven precisamente en el Vaticano, y no comprendo cómo aún, en base a tropelías sociales y absurdos como el anterior, conservan tanto poder como para movilizar a millones de personas.

Hoy, en clase, hemos acabado el magnífico libro de Ricardo Gómez, Ojo de Nube. Es uno de los mejores libros que he leído en clase, y, además, es el libro que mejor he leído a los niños. Los últimos días hemos hecho períodos de lectura de hasta más de una hora, en los que los niños se mantenían ensimismados escuchando, haciendo preguntas, elucubrando sobre lo estaba por llegar.

Al respecto, constato que muchas iniciativas han acabado ganando sentido y valor, como ésta de la lectura en voz alta. Muchos niños solicitan ya el espacio de lectura diaria, o me reprochan su ausencia los días en que no lo hacemos. Al final, se ha planteado un pequeño trabajo sobre el libro que todos han emprendido con ganas, y he aprovechado para mostrarles una carta que un día guardé como guardo tantas cosas: sin saber bien para qué. Me refiero a esa famosa carta que el jefe indio Seattle dirigió a un gobernante americano cuando éste le mandó un mensaje para comprar los terrenos indios. Es un escrito de hace casi doscientos años que conserva una vigencia terrible, donde aparece, por ejemplo, aquello de “la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra”, o donde el jefe indio se sorprende ante una oferta de compra por unas tierras que él considera no pertenecen a nadie, ni siquiera a ellos, sino que son un regalo que permite la vida a los seres que las habitan. Si el jefe Seattle conociera a Biel, a ARAMÓN, a las constructoras, a las inmobiliarias, ...

De igual modo, el trabajo casi diario con las noticias del día ha comenzado este trimestre a dejar ver su cara más valiosa. Cada día les muestro una selección de asuntos que suceden en el mundo y espontáneamente van opinando y, en muchas ocasiones, surgiendo apasionados debates, como el de ayer al tratar sobre la reciente inauguración de la planta de tratamiento de purines en Peñarroya, y que algunos niños veían con malos ojos al suponer una mayor carga económica para los ya apurados ganaderos. Igual que antes, varios niños suelen pedir este apartado, indicando que les gusta mucho y que suelen aprender sobre asuntos que no aparecen frecuentemente en sus libros de texto, además de permitirles entender palabras que después escuchan a sus familiares, o los análisis de las mismas que suelen escuchar en los medios de comunicación.

Por último, he de contar que hace dos días recibimos en clase una carta de Pablo, mi hermano. La enviaba a los niños de clase para contarles algunas cosas, enviarles un par de regalos (un póster y una de sus fotos más bonitas), y avisarles que les visitará cuando acabe los exámenes. Les ofrecí la posibilidad de responderle (voluntariamente) y unos cuantos (la mitad aproximadamente) han traído hoy sus cartas para corregir y enviar. También deseaban leerlas antes a los compañeros. Cuando uno de estos niños leía la suya yo he pensado en todo lo realizado durante dos años, lo escrito, lo pensado, y lo leído, y concluí que quizá algo tuviera sentido, puesto que la carta estaba escrita por un niño de tercero, de ocho años, con una calidad lingüística, y una sensibilidad dignas de felicidad.

Y sobre la felicidad, el libro de Punset, El Viaje a la Felicidad, donde, para mi sorpresa, he encontrado algunas claves sobre la escuela (vigencia del modelo educativo basado en la competencia, página 102, e ideas para el previsible futuro) y la EF (creo que el dilema del prisionero, página 95 y siguientes, es praxiología) que espero poder contar pronto a Jaime y a los compañeros de Pintacoda.