lunes, 24 de noviembre de 2008

¿HAN VISTO USTEDES UNA GRIETA?

Quizá los caminos inciertos partan de este tipo de puertas.

Suelo sentirme excluido de la mayor parte de afirmaciones políticas que comienzan o terminan afirmando algo relativo a “la mayor parte de los ciudadanos (o españoles, o aragoneses, o cualquier otro grupo del que formo parte)”. Por eso, siempre que detecto esta coletilla siento la curiosidad de comprobar de qué nuevo asunto tendré que desmarcarme. En este caso, varios políticos se lanzan a afirmar que “a nadie ofende…” o que “es así para el 100% de los ciudadanos”. Me refiero a la salida de los crucifijos de las escuelas. ¿En qué momento adquirirán la potestad para hablar en mi nombre?. Que hagan y digan lo que les dicte su conciencia, su jefe, o su chequera, pero que me dejen vivir tranquilo. En mi corta trayectoria profesional, ya han sido varias las veces en que el acto inaugural del curso ha consistido en descolgar al pobre crucificado y dejarlo en un lugar más acorde con su naturaleza. Por varias razones, pero la principal es que no, que no pega tal símbolo en el sagrado lugar del conocimiento. Las razones esgrimidas por unos y otros, con especial atención a los cardenales, obispos, y resto de trabajadores del ramo (que igualmente analizan la crisis económica bajo los sorprendentes parámetros religiosos), las dejamos para los humoristas gráficos, a los que, supongo, se les acumula el trabajo. Pero eso, que a mí, en mi clase, sí me estorba.

En cuanto a los asuntos mundanos, de nuevo estoy enfermo. Es la enésima vez en lo que va de curso que dejo de acudir al trabajo por enfermedad, lo que aumenta mi sensación de falta de control del trabajo que tengo entre manos, y, de la misma manera, mi sensación de incompetencia. De hecho, creo que ya he faltado más días durante el presente curso que durante los tres años anteriores juntos. Pensando las causas, se puede considerar la perspectiva budista de la salud, o su carencia, relacionada con el equilibrio vital, o su ausencia (difícil equilibrio urbano...), y también se puede observar, en sentido más tradicional, las horas diarias que paso a remojo en la piscina de la escuela.

Aprovechando los lúcidos momentos de fiebre, sigo indagando y creo estar ya casi convencido de que la conciencia, nuestro hipotético concepto de uno mismo y del mundo, es una pura quimera, una mentira, una ilusión. De hecho, espero el momento en que aparezca una pequeña grieta, un insignificante fallo, algún agujero diminuto que demuestre el engaño. Un resquicio del que tirar, como si de una pared empapelada se tratase, que acabe mostrando algo con sentido al otro lado; no sé qué tipo de realidad, pero otra, pues estoy seguro que ésta no puede ser la buena, es demasiado extraña, hay demasiadas partes que no encajan, y dudas infinitas. Una grieta, cualquier resquicio para el sentido. No puede ser la buena.